Actualizado: 09/05/2024 0:28
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Destino y fuerza

La última novela de Julieta Campos es un río caudaloso que atraviesa cinco siglos de historia.

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Estremecimientos propios

María de la Torre ve pasar, como en una ráfaga, las generaciones de criollos, mientras lee y escribe. "Esa carta de amor, María, nunca llegaste a escribirla. Me la dictas desde la neblina. Trataré de distraerte. De hacerte pensar en otra cosa. En libros, por ejemplo. ¿Alcanzó a enviarte Juan Bautista la ingeniosa historia de ese hidalgo que ha empezado a circular por Madrid? Podrías enfrascarte en su lectura. Sé que te gustaría seguirlo por el mundo, con armas y caballo, en busca de aventuras, poniéndole a todo, a diestra y siniestra, nombres tan galanos, músicos y peregrinos como esos de Rocinante y Dulcinea...".

Los descendientes de María de la Torre establecen a su vez nuevos vínculos familiares, marchan a otros puntos de la Isla, cruzan los siglos, hacen fortuna, siguen aferrados a sus tierras, cada vez más divididas por la sucesión de las generaciones, bajo la mirada atenta de la autora:

"¿Qué sientes, María, al entrar conmigo, de puntillas, al siglo XIX? Sé que te interesará enterarte de que el mundo cambia. Napoleón, que dio hace un año el golpe del 18 Brumario, le está exigiendo a España la devolución de la Lousiana. Humboldt visita La Habana: no tardará en irse a Venezuela, a explorar el Orinoco y, luego, escalará el Chimborazo. Thomas Jefferson es Presidente de los Estados Unidos. Inglaterra se anexa a Irlanda, para constituir el Reino Unido. Beethoven compone la Heroica...".

La Isla no puede escapar al movimiento universal, a su tiempo tendrá sus propios estremecimientos. En 1868 se desata la Guerra de Independencia y Carlos de la Torre entra al colegio.

A partir de febrero y diciembre de 1877 se recrea la relación entre José Martí y Carmen Zayas Bazán, una pequeña y casi autónoma historia de amor y desencuentros. "El hechizo de lo innombrable los tiene atrapados. Lo reconoce cada uno, en el otro, ese día de 1875 cuando se miran directamente a los ojos y, de súbito, él deja de enviarle misivas dolientes a Rosario de la Peña, cargadas del vacío de amores que le pesa sobre el cuerpo, abrumándole tanto la enfermedad de vivir como a Acuña que, de cultivarla con tanta diligencia, se ha muerto de ella".

Imaginando la melodía

La narración es una hermosa reconstrucción de la difícil relación matrimonial del héroe cubano con la madre de su hijo, el niño al que dedicó su poemario Ismaelillo. La autora, apoyada en una rica y bien manejada información, logra presentar el punto de vista de la mujer, atrapada entre el amor a un hombre admirable pero empeñado en sacrificarse por su ideal revolucionario, y su condición de esposa y madre que defiende a su modo la belleza de una vida familiar. Estas páginas, escritas desde la poesía, son de lo mejor, si no lo mejor del libro todo.

Pero la saga de María de la Torre continúa en el siglo XX y termina "En las arenas del naufragio": "Cuba y la noche. Una, la noche de Martí. Otra, la noche de Fidel. Y tú, como todos, empeñada en narrar la Isla. Abriéndote paso en la neblina. Con una ambición infinita. Queriendo dar testimonio. De tantas y tantas voces. Escritas en el libro del tiempo. Revueltas en la arena del naufragio".

Se cierra la narración circular que retoma la pasión de contarlo todo, ahora preguntándose también acerca de las formas y técnicas artísticas para dejar constancia de tanta vida, ensoñación y dolor que ha pasado por el tamiz de los tiempos. "Sugiere, si te preguntan, que un tumulto de voces exigentes te escogió al azar, para dar testimonio. Voces hartas de permanecer amordazadas. Voces impacientes. Voces queriendo silenciar, por fin, a la otra (...) Te llamas María de la Torre cuando, el 17 de junio de 1563, despiertas mecida por el vaivén del oleaje, en medio de la bahía de San Cristóbal de La Habana. En el vaivén del oleaje empieza a fluir una melodía. Imaginemos. Imaginemos la melodía".


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