Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Diosa y depravada

La última novela de Juan Abreu: una obra pictórica en que el cuerpo femenino se explaya en el ejercicio del sadomasoquismo y el porno.

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No por gusto las religiones primordiales instituidas en los ritos de la fertilidad de la tierra;, no por gusto Astarté danza desenfrenada con su sarta de falos cercenados en torno al cuello; no por gusto desde los más ancestrales cultos politeístas hasta los más sofisticados cultos monoteístas se fundan en torno al falo como símbolo, digamos la cruz y la vela en el cristianismo; y no por gusto, aquello del más amado de los discípulos.

Es por ello que los gnósticos primero y los alquimistas después, dedicaron siglos y denodados esfuerzos mentales y espirituales en la labor de liberar a la divinidad de entre las más precarias y groseras manifestaciones de la materia. Esa es probablemente la explicación racional a la existencia del símbolo de la piedra filosofal, de la engorrosa faena de transmutar a los más degradados metales en oro; ¡y aun en sol!

Por eso tal vez los sacerdotes del Palo Mayombe insultan, pegan y prenden fuego a sus demiurgos encerrados en la nganga con el propósito último de que tomen conciencia y sirvan obedientes a sus fines. Quizás así se explique el decir yoruba de que el muerto pare al santo, y el de que los vivos tienen la facultad de iluminar a los muertos; cuando en pura lógica debería ser lo contrario. Quizás así se explique el acertijo incomprensible (desde otra mirada) acerca de que el hombre es cocreador con la divinidad.

En ese sentido es que Maestro Yuko dice a Sumisa Laura: 'Eres un ave inmaculada, una sacerdotiza que busca la pureza en las cloacas de su naturaleza (…) Y esa pureza no se ve afectada porque te atrevas a comportarte como una cerda, una perra o una puta (…) Si no eres capaz de ser una cerda, una perra, una puta, si no eres capaz de ser extremadamente sucia, jamás podrás alcanzar la pureza'.

He ahí la gran contradicción aparente, el dilema que los dioses sabichosos han planteado a los hombres; por ese motivo probablemente es que tendrían que ser como niños curiosos y contentos de sus cloacas para acceder al reino de los cielos. Aquí se repite aquello de que lo más sencillo es lo verdadero, o al menos lo que se encontraría en el camino de lo verdadero.

Matemos al deseo

La solución a estos elementos aparentemente contrapuestos podría ser uno de los más acuciantes problemas que desde la antigüedad más remota ocupó a determinados espíritus (aquellos del ojo para ver); de esa manera es que entenderíamos que una famosa personalidad del siglo II, Cárpocrates, líder fundador de la secta de los carpocracianos y filósofo perteneciente a la corriente de los neoplatónicos, defendiera denodadamente la doctrina de que el bien y el mal no son sino designaciones del hombre y que, antes del tránsito llamado muerte, las almas debían conocer hasta las heces mismas todo lo humanamente experimentable para no regresar en otras vidas y otros cuerpos con el objetivo de hacer lo que no hicieron en su momento por ignorancia, tontería o pacatez.

Vaya, que si el cuerpo es el enemigo y el deseo el instrumento para regresar a su cárcel, entonces no dudemos y matemos al deseo, ¡ese cabrón!, no reprimiéndolo, ¡esa insensatez!, sino satisfaciéndolo abundosamente en todas sus apetencias.

Por ello, Maestro Yuko asegura (refiriéndose probablemente al devenir de la historia como histeria desembocada en esta aburridísima postmodernidad): 'Hay fuerzas mucho más importantes que la razón: ellas gobiernan. Pulsiones ancestrales, ansias de ser hasta la degradación, necesidad de saborear la sabiduría del abandono, hambres orgiásticas'. Y más adelante, con cierta melancolía: 'La época de los grandes Amos ha terminado. El mal que corroe nuestro tiempo no es la violencia ni el egoísmo, sino la vulgaridad'.

Y es que frente a la dictadura racionalista y protestante (¡en cualquiera de sus acepciones!) que ha venido ganando terreno en Occidente del Renacimiento para acá, el personaje de Laura responde en el entendimiento de que una manera de acceder a la realización individual, la libertad, la felicidad y el poder verdaderos es abdicando de toda resistencia, de toda pretensión reivindicativa; renunciando a toda manifestación de la voluntad y a todo alarde de activismo que no serían sino pataleos en el vacío, retroceso a las eras de oscuridad anteriores a los estadios helenos de la civilización por vía ciertamente no de la ignorancia, sino de la sobreinformación y el hinchamiento de la psiquis cientificista.

Laura no es Diosa por la simplonería de ser bella o inteligente o dirigir una de esas ONG al uso de lo políticamente correcto, sino porque habría sabido conciliar la gran paradoja divina de descender para ascender, someterse para gobernar, ser sucia para ser limpia y ser la nada para ser el todo.


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