Actualizado: 17/04/2024 23:20
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A debate

Mi punto de vista

Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes, pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo.

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Los disidentes de la Isla están encerrados en prisión o en sus casas, valientes, asediados por la misma prensa que hoy silencia la polémica desatada por la resurrección de figuras nefastas, acorralados entre cercos de repudio. Pepe Prats lo sabe bien, pues fue de los pocos que defendió y acompañó, desde su casa de madera en el barrio de Santos Suárez, a nuestro fraterno Raúl Rivero.

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Jorge Luis Arcos no sale de su asombro. Para él resulta "sencillamente increíble" que se trate de negar lo que a él le parece "evidente": que lo sucedido no "responda a una estrategia del poder, como lo fue en el pasado, y como lo es en el presente", y llega a suponer "que una parte considerable de los intelectuales cubanos dan por hecho que el régimen actual va a continuar existiendo, y ellos, dentro del mismo, con su variada gama de complicidad, silencio, oportunismo o, incluso, alegre aprobación".

La graduación que Arcos propone no es diversa sino repetitiva. Se le olvida mencionar que, a pesar de los pesares y "de tantos palos que te dio la vida", como dijo Fayad Jamis, muchos de los intelectuales cubanos son revolucionarios. Y tienen el mismo derecho que nosotros a no serlo.

Duanel Díaz enfoca sus baterías contra lo expuesto en sus cartas por Desiderio Navarro, e invierte el catalejos para exagerar sus propias sentencias, las de Duanel, como si la amplificación de una verdad bastara para sustentarla, con lo que olvida que, mal entendida, la realidad vista a través de una lupa a veces sólo sirve para distorsionarla, no para razonarla.

Díaz asegura a rajatabla que la Revolución no admite "conciencia crítica", pues para "criticarla de verdad, hay que situarse fuera del juego. Salir de su propia lengua: pasar de 'Fidel' a 'Castro'. Mientras exista 'Fidel', no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre 'políticos' e 'intelectuales' que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay "políticos", puesto que no hay partidos ni parlamento".

Lo grave no es que no haya "partidos" sino que haya solamente uno —más una Asamblea del Poder Popular integrada casi en su totalidad por sus militantes—. A estas alturas del "partido", después de tanto llover sobre mojado, lo mismo en La Habana que en Miami, apenas tiene sentido la propuesta de elegir entre un nombre Equis y un apellido Zeta, una alternativa que, sin necesidad de lentes para miopes, hace gala de una evidente ofuscación teórica.

Hace muchos años, en una visita a un centro de trabajo en el puerto de La Habana, durante aquellos exorcismos previos al IV Congreso del Partido, Titón y yo escuchamos a un dirigente estatal que dijo, desde la tribuna, este mosquetero disparate: "Todos para uno y uno para todos, o lo que es lo mismo: divide y vencerás". Lo que demuestra, si falta hace, que los extremos se tocan.

La clásica consiga de la unidad era igual a su contraria: al equipararse, ambas estrategias se anulaban. De lo que se trata, ahora, es de sumar: el que resta pierde. Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo. Conmigo no cuenten los que sólo ven manchas en el sol. Alguien nos advirtió: "Quien busca la verdad, merece el castigo de encontrarla". Cierro la puerta.


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