Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Respuesta a Eliseo Alberto

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En su mensaje electrónico, Eliseo Alberto Diego nos acusa a mí, a Jorge Luis Arcos y a José Pepe Prats de ser injustos, insolidarios y hasta oportunistas en nuestros comentarios publicados en Encuentro en la red. En lo que a mí se refiere, me gustaría replicar a esto, no sin antes señalar que no hay diferencia, en cuanto a grados de reflexión, entre ellos y los de Lichi: los nuestros no tienen, como él afirma, la "ventaja que da el ejercicio de la reflexión" sobre "la lógica ligereza de quien redacta al vuelo un S. O. S. electrónico"; el suyo es un comentario totalmente razonado y elaborado, tan bien pensado como los de nosotros, y a la vez escrito al calor de esta sorpresiva coyuntura, justo como los de nosotros.

"Al enmudecer La Habana, algunos aprovecharon la pausa para desbocarse", dice Lichi. Quizás él no me crea, pero lo cierto es que mi comentario fue escrito inmediatamente después de leer la carta pública de Desiderio Navarro; ese mismo día, ya entrada la madrugada, lo colgué en un blog recién estrenado, y fue al día siguiente, cuando ya había leído algunos de los mensajes provenientes de Cuba, que Pablo Díaz me propuso publicarlo en ERR. Luego salieron las notas de Yoyi y de Pepe, y sinceramente me alegré de que ellos compartieran mi posición.

Hoy, horas antes de leer el mensaje de Lichi Diego, he estado hablando largamente con Yoyi sobre el tema. Creo que lo que más le molestó a él es el hecho de que algunos intentaran desde La Habana dejar fuera del debate a los que estamos en el exilio, cuando es un hecho que muchos de los afectados en los 70 están de este lado del charco y que, de cierta manera, todos hemos sido afectados, pues el daño que entonces se hizo a la cultura y a la intelligentsia no se supera por decreto. Por mi parte, lo que más me molestó de la carta pública de Desiderio fue que la dureza con que critica a los intelectuales por no haber resistido en los 70 no fuera acompañada de autocrítica —siendo, de esa manera, inconsecuente con la memoria que reclamaba— y sí de un claro propósito de exculpar a las máximas autoridades de la Revolución.

En efecto, Baquero dijo que la "cultura es un lugar de encuentro" pero esa frase, mientras no adquiera una interpretación concreta, es una consigna vacía y retórica, una especie de comodín que sirve para todo. Encuentro la ha asumido como un lema en el empeño de sumar a todos en un diálogo necesario, un debate que las autoridades cubanas rechazaron. En Encuentro en la red se publicarán todos los escritos sobre el asunto que nos ocupa, aquellos firmados por los de aquí y los de allá, por los "revolucionarios" y los "contrarrevolucionarios", los de "derecha" y los de "izquierda". Ni La Jiribilla ni Cuba Literaria lo harán. Cuando Temas ha publicado alguna crítica de fondo ha sido, como en el caso del ensayo de Ponte sobre Martí, para acto seguido intentar descalificarlo de la manera más grosera y, desde luego, contraproducente. Criterios sacó algunos años un número con acercamientos teóricos al "neofascismo norteamericano", pero sobre el costado fascista del régimen cubano no ha publicado nada, hasta donde sé.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

La tesis de que la "cultura es un lugar de encuentro" ha sido asumida por las autoridades cubanas con otro sentido: para fundar un falso consenso una vez que, luego de la caída del muro de Berlín, el Estado se vio privado de la legitimación marxista-leninista y tuvo que echar mano a los "idealismos" antes rechazados. Esa cultura concebida ahora no ya como otro terreno de la lucha de clases sino como "lugar de encuentro" define un espacio de mayor tolerancia en la justa medida en que su relativa autonomía garantiza que las decisiones políticas quedes en manos de los de siempre. ¿señalar esto es autosuficiencia, es pose teórica, es bizantinismo?

Lichi dice: "invierte el catalejo para exagerar sus propias sentencias, las de Duanel, como si la amplificación de una verdad bastara para sustentarla, con lo que olvida que, mal entendida, la realidad vista a través de una lupa a veces sólo sirve para distorsionarla, no para razonarla." Ahora bien, lo que yo señalo no es "mi" verdad, ni es la de Prats ni la de Yoyi aunque ellos la compartan; es sencillamente la verdad, algo que está más allá de posiciones políticas o éticas. No tengo que amplificarla pues se sustenta en los hechos: fue Fidel Castro el que pronunció el discurso de clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura.

Pero Lichi prefiere concentrarse en otro pasaje de mi comentario. Dice: "Díaz asegura a raja tablas que la Revolución no admite 'conciencia crítica', pues para criticarla de verdad, hay que situarse fuera del juego. Salir de su propia lengua: pasar de 'Fidel' a 'Castro'. Mientras exista 'Fidel', no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre 'políticos' e 'intelectuales' que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay 'políticos', puesto que no hay partidos ni parlamento". Lo grave no es que no haya "partidos" sino que haya solamente uno —más una Asamblea del Poder Popular integrada casi en su totalidad por sus militantes. A estas alturas del "partido", después de tanto llover sobre mojado, lo mismo en La Habana que en Miami, apenas tiene sentido la propuesta de elegir entre un nombre Equis y un apellido Zeta, una alternativa que, sin necesidad de lentes para miopes, hace gala de una evidente ofuscación teórica."

Ahora bien, ¿hay diferencia entre que no haya "partidos" y que haya solamente "uno"? Al contradecirme y afirmar lo mismo que yo, es él quien resulta bizantino, cuando no absurdo. La diferencia entre "Castro" y "Fidel" que señalo no carece de sentido; sacada de su contexto, en el mensaje de Lichi, ciertamente parece artificiosa, pero en mi comentario no es para nada gratuita: insisto en que mientras a Fidel no se le pueda llamar Castro, mientras no esté sujeto, como todos, al escrutinio de la opinión pública que define todo espacio democrático, no podrá haber en Cuba un auténtico debate, aunque sí voces que, como la de Ena Lucía Porcela, salgan fuera de esa falaz retórica.

"De lo que se trata, ahora, es de sumar: el que resta pierde. Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo. Conmigo no cuenten los que sólo ven manchas en el sol", termina Lichi. Y yo me pregunto si la suma que saldría si nos calláramos quienes hacemos una crítica de fondo ayudará a que venza alguien más que ese régimen que coarta las libertades de todos, los de allá, que no pueden expresarse libremente, y los de aquí, que por hacerlo tenemos prohibida la entrada a nuestro país. ¿Nos equivocamos de contrincante nosotros o se equivoca Lichi Diego? Mi contrincante no es Desiderio Navarro, ni mucho menos los demás colegas en La Habana: mi contrincante —el de Yoyi, el de Pepe— es el régimen castrista.