Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Artes Plásticas

Una Bienal en declive

Signos del deterioro en la novena edición del evento: Dispersión, improvisación, falta de rigor, localismo, anarquía museográfica…

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Un punto más dramático se localiza en la instrumentación de los juicios de valor por parte de la crítica, sobre todo de aquella más fronteriza. No es la primera vez que buenas obras y propuestas estéticas basadas en la performance, la instalación e intervención de los espacios públicos y también privados, han sido mal leídas o juzgadas como ensayos-fracaso e insuficientes, en virtud de su poco grado de correspondencia y roce con las líneas generales diseñadas por los comisarios del evento.

Muchos críticos se esfuerzan por advertir allí, donde esto no es posible, las insospechadas resonancias, congruencias y participaciones azarosas de las obras en función del anclaje temático establecido por la convocatoria. De ahí en parte la amnesia analítica que desvirtúa el real alcance y proyección de obras eficaces en su propia autonomía, porque se apartan de los exigencias que recaba el tema en cuestión.

Espacios alternativos

Un gran número de artistas que antes fueron censurados en los menesteres de selección (porque como ya es habitual siempre abunda la censura o su fantasma), dada la presunta incongruencia de sus proyectos y la incompatibilidad de sus resortes conceptuales con las tesis del comisariado, apelan entonces a insertar sus obras en otros espacios, a veces el propio hogar transitoriamente convertido en galería, con todo lo que de pintoresco y exótico tienen estas soluciones.

No hay que perder de vista que para un artista de Isla, una isla-cárcel —como testimonió hace ya algún tiempo la obra polémica y no menos poética de Adrián Rumbaut—, el no estar en la Bienal, en ese único acontecimiento de cobertura internacional, arrecia el manto de sombra y asegura el destino trágico de la eterna permanencia en los límites de una cartografía demasiado estrecha, demasiado noble. Por esta razón, una de las mejores cosas que se podía hacer esos días era recorrer todo aquello que estaba "fuera de programa".

En esta ocasión pude visitar talleres como los de Rocío García, Eduardo H. Santos, Aisar Jalil, William Pérez, Analía Amaya, José A. Toirac. En estos recorridos resulta fácil comprobar el porqué del fracaso de la mucha gestión que se realiza en el paisaje institucional.

La noche es otro espacio de absoluto privilegio. Las fiestas y encuentros que ofrecen los artistas para críticos, artistas, editores, comisarios y coleccionistas extranjeros, llegan a ser abiertamente rentables, dado que en ellos sí tiene lugar el diálogo y el establecimiento de relaciones que un evento de este envergadura debiera perseguir a toda costa.

Frente a la apatía y el encartonamiento de las instituciones, se manifiesta el espacio privado con todas sus complicidades y dobleces. Es en estos y no en el terreno de la institución donde queda expresada la verdadera subjetividad del ser de la Isla, sólo en ellos puede vivirse y sentir el verdadero canto de la ciudad.


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