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Juegos Centroamericanos

La lección de Cartagena

¿Se van terminando los días en que el deporte centroamericano era fácilmente dominado por los atletas cubanos?

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Ante el inesperado devenir de la contienda, las justificaciones de autoridades y voceros de la Isla no se hicieron esperar, para asegurar que los deportes de combate eran el fuerte de la delegación y serían los encargados de catapultar a Cuba al lugar cimero de la competencia.

Como, por suerte, la memoria histórica de los aficionados y especialistas imparciales no está tan seriamente afectada como el espíritu crítico y la honestidad de los dirigentes deportivos y sus despistados heraldos, es fácil recordar que hasta ahora el escenario centroamericano era amplia y fácilmente dominado por los representantes de la Isla y los pocos deportes que escapaban a su indiscutible supremacía en nada podían afectar una superioridad fuera de todo cuestionamiento.

Es imposible esconder el hecho de que en esta edición de los Juegos varios deportes tradicionales ganadores, incluso en el área panamericana (levantamiento de pesas, gimnasia artística, gimnasia rítmica, tiro deportivo, remo, por sólo citar algunos), vieron ostensiblemente disminuida su cosecha —37 medallas de oro menos que las obtenidas en Maracaibo 1998—.

Algunos hasta se fueron sin obtener un título. Ampliamente comentado fue el declive de la natación, que después de haber obtenido el primer lugar en la cita venezolana de hace ocho años —con nueve medallas de oro y más de una veintena en total—, esta vez sólo alcanzó una presea de bronce.

Una victoria agónica

La debacle llegó al punto de que el balonmano, otrora participante en juegos olímpicos y campeonatos mundiales, y el voleibol femenino, uno de los deportes más laureados de la historia en Cuba (ostenta tres títulos olímpicos), fueron relegados al segundo lugar por las representaciones de República Dominicana.

Aun contando los 13 títulos alcanzados en deportes que no fueron convocados en la edición de Maracaibo 1998 (clavados, canotaje, balonmano), la cosecha dorada de la delegación cubana se redujo considerablemente. No es necesario abrumar con estadísticas, las cifras frías hablan por sí solas: en los números, una victoria agónica, en la realidad, un retroceso que ni los más escépticos pudimos imaginar en tal dimensión.

Hace ahora dos años, en un artículo publicado por Encuentro en la Red, apunté: "El gobierno cubano con sus mermados recursos económicos no puede mantener el control absoluto de la actividad deportiva y enfrentar los retos de la creciente competencia, nuestros valiosos atletas serán incapaces de regalar buenos resultados si están, por fuerza mayor, privados del fogueo y los estímulos que por su abnegado esfuerzo necesitan".

"Si las autoridades políticas y deportivas de nuestro país, que son las mismas por cierto, no se deciden a marchar al ritmo de los tiempos y persisten en maniatar las potencialidades de los atletas cubanos, los próximos eventos internacionales serán escenario de la decadencia manifiesta de nuestro movimiento deportivo".