Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Política

«Hay tres tendencias disputándose el poder»

Revolución, exilio y sucesión. Carlos Franqui cuenta sus experiencias y habla sobre los nuevos escenarios que se abren en Cuba.

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Esa lucha por la sucesión es intensa y pueden surgir dos escenarios. Uno, que considero difícil, es que puedan consolidar el poder. Y otro, que el poder se debilite, que el pueblo pueda decir su palabra, que la oposición pueda jugar un papel y que, dentro del poder, como ya ocurrió en otros países comunistas, surjan corrientes más nuevas que estén dispuestas a hacer cambios y se pongan de acuerdo con la oposición. De eso depende en alto grado las esperanzas de una Cuba libre con cierta rapidez. Después vendría la tarea descomunal de la reconstrucción de las ruinas que ha dejado Castro.

Es una sociedad desgarrada. El tejido social casi ha desaparecido, los valores de la sociedad...

En la destrucción que he mencionado está la de la familia, del individuo, de la sociedad, de todas las clases. No existe la clase obrera, no existe la clase media, no existe la clase capitalista, no existe la clase campesina. No existe el individuo. Para sobrevivir hay que robar, hay que mentir, tener una doble moral. A eso unimos la destrucción de la agricultura, la economía, la industria, las casas, las ciudades...

¿Cómo ve el papel de la diáspora cubana en ese proceso de reconstrucción? Por ejemplo, los intelectuales tendrán que asumir cierta responsabilidad en ese proceso...

En el exilio se ha producido un cambio, que es menos conocido. Porque sigue existiendo el 'cliché' de un exilio de Miami ultraderechista, mafioso, todo eso. No es que en Miami no existan voces absurdas, estúpidas o extremistas. Pero si tomamos todas las organizaciones del exilio, encontramos que la mayoría apoya a la oposición pacífica de la Isla con lo que puede, y ese es un gran cambio. Se han dado cuenta de que ese es el camino y un gran cambio, porque están demostrando, primero, que Cuba será libre si los cubanos, en un momento dado, son capaces de liberar la Isla.

Y, segundo, que el papel principal de todos los exiliados es darle una mano a aquellos que están dentro. Que no es una cuestión de quitarles las casas, ni aspirar al poder o no. En estas condiciones, las palabras mejores que han sido dichas fueron las de monseñor Meurice, arzobispo de Santiago de Cuba, durante el viaje del papa Juan Pablo II, que habló de las dos Cuba. Porque hay una cosa que está clara: la cuestión no consiste en que haya un cubano en el exilio que, por golpe de gracia, vaya a ser el nuevo presidente de Cuba. La cuestión es si un cubano que luchó por Cuba y tuvo que partir al exilio, debe en el futuro tener tantos derechos y obligaciones como cualquier ciudadano dentro de la Isla.

Es decir, un día el país tiene que ser reconstruido sobre la base de la igualdad de todos aquellos que hayan sido protagonistas de la lucha por la libertad, o de aquellos que incluso hasta el día antes de la caída del régimen manifiesten su oposición al castrismo. Los que están en el poder deben tener una oportunidad. En particular, si el día antes que aquello desaparezca contribuyen a su caída. Excepto los que estén manchados por crímenes, que ya esa es otra historia.

Posiblemente algún día tendremos que formar una comisión de la verdad, como hicieron los sudafricanos...

En los antiguos países comunistas prácticamente no hay nadie en las prisiones, pese a todos los crímenes. Lo que creo que puede ser grave es el olvido, o el desconocimiento. Hay que partir de un hecho, uno de los grandes problemas de Cuba es el desconocimiento de su historia, su pasado. Fidel Castro ha conseguido meterle en la cabeza a las nuevas generaciones que él es el pasado, el presente y el futuro. Y como es bien sabido, no puede existir un país que tenga futuro si no tiene pasado. Y como Cuba tiene grandes momentos, hay que reconstruir todo eso.

Necesitaremos una comisión histórica que valore todo, no desde el punto de vista jurídico, sino desde el punto de vista moral. Darle a conocer a los cubanos lo que es la historia de su país. La historia desde la época en que Félix Varela y otros luchaban por la independencia y otros preferían producir azúcar y la esclavitud, pasando por el caudillismo de aquellos que en la Guerra de los Diez Años, como Vicente García, contribuyeron a la derrota, a los conflictos. Después, la guerra de 1895, los problemas de la República, etcétera, hasta los años en que hubo libertades, aunque también corrupción, a la época de los años de la década del cuarenta, cuando hubo de todo, hasta estos últimos terribles años cincuenta. Es necesario que todo esto llegue, para que por lo menos las nuevas generaciones se identifiquen con la historia de su país. Porque once millones de cubanos no han encontrado cómo salir del infierno.

¿Qué está demostrando hoy Europa? Que África no puede salir de su infierno a través de Europa. Y eso está clarísimo en el caso de Cuba. No es posible que once millones de cubanos sean admitidos en Estados Unidos. Entonces, habrá que meterse en la cabeza que solamente se puede mejorar el país con el esfuerzo de todos. Como decía Martí, "con todos y para el bien de todos".


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