Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Política

«La Iglesia polaca apoyó las aspiraciones de libertad»

La entrevista que Lech Walesa concedió a 'Vitral', pero que no pudo ser publicada en el último número de la revista.

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A petición del Instituto Lech Walesa, Encuentro en la Red reproduce la entrevista que Dagoberto Valdés le realizara al mítico ex líder obrero y ex presidente de Polonia. Este trabajo iba a ser publicado inicialmente, en exclusiva, en el número 78 de la revista pinareña Vitral. Por motivos ajenos a la voluntad de su autor y entonces director de la publicación, finalmente no fue incluida.

En agosto de 1980 los ojos del mundo entero se dirigieron a Gdansk, donde la huelga de los obreros del astillero de Lenin forzó al gobierno comunista polaco a empezar las negociaciones con los huelguistas. ¿Cómo ocurrió eso? ¿Cuál fue el origen de la creación de Sindicatos Independientes Autogestionarios "Solidaridad"?

Como usted sabe, después del año 1939 nosotros caímos bajo la tutela soviética. De hecho, nunca lo aceptamos, pero como la guerra había desangrado nuestro país, no tuvimos fuerza suficiente para resistir. En los años cuarenta y cincuenta luchamos con armas en las manos, y destrozaron a esa gente. Después intentamos luchar a través de huelgas, manifestaciones en las calles, tirando piedras. Esto ocurrió en los años sesenta y setenta. También nos vencieron. Probamos a luchar con los jóvenes y estudiantes en 1968. También nos destrozaron. Pero así, aprendiendo de los errores, llegamos a una solución. No sabíamos nombrarla, pero habíamos aprendido muy bien que cuando nos organizáramos todos, había posibilidad de vencer al comunismo.

Organizarse era muy difícil, porque la Seguridad del Estado vigilaba todo y a todos, pero la solución y las ideas ya las teníamos, aunque no sabíamos cómo organizarlas bien. En este momento, la elección de Karol Wojtyla como el nuevo papa Juan Pablo II nos ayudó muchísimo.

Me olvidé de mencionar que en todo ese tiempo nos decían que no teníamos ninguna oportunidad, porque en Polonia había más de 200.000 soldados soviéticos, alrededor de Polonia más de un millón y que tenían armas nucleares. Quien tenga dos dedos de frente piensa que no debe incorporarse a ninguna lucha porque no hay oportunidad. Todos decían: "Esperemos, a lo mejor un día hay condiciones mejores". Así que no tuvimos un clima favorable para organizar nada más grande.

En los años setenta y ochenta preguntamos su opinión a los grandes de este mundo: presidentes, primeros ministros, incluso a reyes, y le tengo que decir que ni uno solo de ellos nos daba opción para escapar del sistema en que vivíamos, ni para cambiarlo. Nadie veía posibilidades. Sólo la guerra atómica como la salvación para cambiar el estatus quo. Así que todos sentíamos un estado de debilidad, sin perspectivas y sin ninguna fe en la victoria. Pocas personas, ni siquiera yo, buscaban alguna solución, algún cambio.

En ese momento recibimos un regalo en forma de Papa polaco, que un año después de su elección viajó a Polonia. Miles y millones de personas asistieron a las misas celebradas por Juan Pablo II. La nación despertaba. Los pequeños grupos disidentes, sindicatos independientes, organizaciones ilegales, como el Comité de la Defensa de los Obreros (KOR), fueron capaces de interpretar ese entusiasmo de la población, y dirigir ese fenómeno hacia las huelgas, negociaciones, lucha pacífica contra el régimen y hacia la victoria final. Así nació Solidaridad.

¿Cómo llegaba Solidaridad a la gente?

Sacando lecciones de los fracasos anteriores. Al principio de la huelga en el astillero de Gdansk dejamos libre el acceso pleno a periodistas y corresponsales, sobre todo a los extranjeros acreditados por entonces en Polonia. Quisimos que ellos participaran en la huelga y que vieran todo desde el fondo.

Sabíamos, por supuesto, que Occidente simpatizaba con nuestra lucha. Si nosotros hacíamos algunas cosas mal, ellos lo hacían bien. La propaganda y la difusión de la información sobre la huelga se dirigieron muy bien. Esa propaganda hecha para Occidente retornaba a Polonia a través de La Voz de América, Radio Europa Libre y otras emisoras. Y este fue un camino. El segundo, fue conformado por varios boletines oficiales y clandestinos, sindicales y no sindicales. Todos los medios funcionaron y todo servía a nuestra lucha.

La cuestión del logro de Solidaridad queda en un segundo plano, porque aquella huelga pronto se convirtió en una verdadera revolución popular. En este caso no había planes ni perspectivas. La gente ponía su alma y corazón en el asunto, había que captarlo y echarle una mano.

¿Cual fue el papel de la Iglesia Católica y de los laicos en el apoyo a la construcción de la sociedad civil en Polonia durante la época del comunismo?

Empezó por la cabeza de la Iglesia Católica, que despertó a la nación, le dio la fe y la nueva esperanza. Nosotros lo aprovechamos, y sucedió que diez años después, al fin, logramos vencer al comunismo. Podía haber ocurrido que el Santo Padre y las palabras dichas por él durante su primera visita a Polonia, en 1979, no hubieran cambiado nada, hubieran volado, o a lo mejor alguien las hubiera escrito para la memoria de las futuras generaciones, pero sucedió al revés. Convertimos en carne las palabras de Juan Pablo II: "El verbo se hizo carne". Todo ese proceso hay que mirarlo de esta forma. Sin verbo no hubiera habido carne, y sin carne no hubiera ocurrido la victoria final. En este punto, nada se puede separar.

Durante todo el período del comunismo en Polonia no puede separarse el papel de la Iglesia Católica de ciertos acontecimientos históricos. La Iglesia siempre ha apoyado las aspiraciones de la nación hacia la libertad. Diciendo Iglesia Católica, me refiero no a los muros de las iglesias, sino a la jerarquía junto a los laicos y los fieles católicos.

¿La jerarquía les apoyó también en 1980?

Sí. Esa jerarquía venía del mismo pueblo. En otros países puede ser traída del extranjero, pero aquí era nuestra. La Iglesia y el pueblo estaban tan unidos que, de otra forma, no habría sido posible.


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