Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Política

«La Iglesia polaca apoyó las aspiraciones de libertad»

La entrevista que Lech Walesa concedió a 'Vitral', pero que no pudo ser publicada en el último número de la revista.

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Durante la Ley Marcial, la Seguridad del Estado hizo un gran esfuerzo para desacreditar a los líderes de Solidaridad, sobre todo a usted. La televisión fabricó un montón de materiales que "comprobaban" la explicación oficial del general Jaruzelski, que acusaba a Solidaridad de prepararse para la confrontación armada con el gobierno. El 13 de diciembre de 1981, usted fue detenido junto a miles de activistas de solidaridad. ¿Cómo sobrevivió Solidaridad a la Ley Marcial?

Nosotros tenemos un dicho en Polonia: "tanto va el cántaro al agua, que al final se quiebra". Igual ocurrió en este caso. En la época de la Ley Marcial, cuando los comunistas atacaban a un opositor, a un miembro de Solidaridad en los medios oficiales, la población rechazaba ese ataque y no creía en la versión del gobierno. Todos sabíamos muy bien que la televisión y el gobierno mentían.

Asimismo fue mi caso, cuando la Seguridad del Estado y el gobierno lanzaron la campaña de repudio contra nosotros, acusando a los miembros de Solidaridad de ser agentes de la CIA, contrarrevolucionarios, ladrones, etc. Métodos antiguos, propaganda sucia que el gobierno usaba muy a menudo contra disidentes, opositores, Solidaridad, laicos. En algunos casos fue efectiva, pues lograron destruir psicológicamente a algunas personas. Pero hay que recordar también que la propaganda negra funciona hasta un cierto momento, después se vira contra quien la está usando, contra quien está manipulando y engañando a la población.

En el año 1983 le premiaron a usted con el Nobel de la Paz por su lucha pacífica y por la creación de la primera organización sindical independiente en el bloque comunista. Esta noticia fue muy buena para toda la gente de Solidaridad. ¿Por qué no viajó usted a Oslo para recibir el premio en persona?

Yo estaba luchando en cada posición. Traté de usar cualquier espacio y cualquier oportunidad para levantar nuestra lucha y captar la atención del mundo. Aproveché la oportunidad, y dije que no viajaba a Oslo para recibir el Premio Nobel porque tenía miedo que el gobierno no me dejara entrar al país, al regreso. Quizás me hubieran dejado entrar, pero desde el punto de vista estratégico era mejor para nuestra causa que yo no fuera, porque de esta forma pude decir y mostrar al mundo la malicia, la suciedad del sistema.

También sabía muy bien que si el gobierno me hubiera dejado salir y regresar, todo el proceso no hubiera sido fácil. Ellos siempre buscaron la oportunidad para humillarnos. Entonces decidí mandar a mi esposa Danuta a Oslo para asistir a la ceremonia de entrega del Premio Nobel, porque a ella, siendo la madre de los niños, ama de casa, no le podían negar el regreso al país.

De esta forma gané, tanto como pude, para Solidaridad y para nuestra lucha. Perdí sólo el esplendor de la entrega del premio, pero eso no me importaba en aquel tiempo. Después asistí a otras ceremonias y todo se compensó y equilibró (Risas).

En el año 1988, Solidaridad sigue siendo deslegalizada, sin embargo, usted, llamado por el gobierno "el ciudadano ordinario", recibe la invitación a la reunión con el general Czeslaw Kiszczak, la segunda persona del gobierno comunista polaco. ¿De qué habló usted con el general, el ministro de Asuntos Interiores y el jefe de la Seguridad del Estado?

Francamente, ya no recuerdo. Nunca iba a ninguna reunión solo. Siempre nuestro acuerdo fue que durante las reuniones con los representantes del gobierno estuviera presente alguien más, normalmente un sacerdote, como intermediario. Sabíamos que el gobierno nos trataba de manipular, engañar, y yo siempre adoptaba una actitud positiva, para ganar cualquier espacio, cualquier tema, cualquier argumento contra el gobierno. En las reuniones con los representantes del gobierno, estaba muy enfocado. La concentración también hace a uno olvidar las cosas más rápido. ¿En qué me concentré yo en aquel tiempo? Sobre todo en que no me engañaran, por eso fui a la reunión con el sacerdote…

Usted me pregunta por qué el general Kiszczak quiso hablar conmigo. Ellos llegaron a la conclusión de que nosotros estábamos debilitados y marcados por la Ley Marcial. Pensaron que nosotros íbamos a llegar a un compromiso que les permitiera engancharnos en la órbita del poder, dando al gobierno una nueva credibilidad y posibilidad de resolver los problemas económicos del país. Ellos querían dejar a Solidaridad un pedazo del poder virtual, y después dejar en el gobierno a "los obedientes" y remover a los "desobedientes". Esta fue la filosofía del gobierno: enganchar, utilizar y escupir.

En cambio, la mía era la siguiente: dennos un poco de espacio para poder meter un zapato obrero entre la puerta y el marco, y ya no vais a poder cerrarla. Sentía que, con el tiempo, íbamos a ganar todo lo posible. Durante la reunión con el general Kiszczak se acordó que el gobierno y la oposición democrática se sentaran en la Mesa Redonda y negociaran un compromiso para el bien común de nuestro país.

Acordé con mis colaboradores que, durante las negociaciones de la Mesa Redonda, las decisiones finales las tomaría yo. Entonces, mi estrategia consistió en luchar por los asuntos fundamentales para nosotros, tales como la legalización de Solidaridad, la libertad de los presos políticos, el acceso al espacio mediático oficial, permiso para publicar nuestro periódico, las elecciones al Parlamento. Mientras tanto, hicimos muchos compromisos con el gobierno en otras esferas. Así logramos llevar nuestra lucha por la libertad a un nivel más elevado. Esa fue mi filosofía.

Entonces, ¿la Mesa Redonda fue sólo una etapa de su estrategia?

¡Exactamente! La Mesa Redonda, hay que decirlo hoy día, fue un compromiso imperfecto, malo, prácticamente perdido, desde nuestro punto de vista. Los gobernantes contaban con nuestra falta de experiencia, pero yo sabía también que, según la máxima vieja "divide et impera", en el paso siguiente íbamos a ganar mucho más.