Actualizado: 22/04/2024 20:20
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América Latina

Autoritarismo y democracia

Hugo Chávez y Álvaro Uribe: Destinos diferentes y algún punto de unión.

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Salvo en reducidos grupos de la izquierda reaccionaria —de efectividad política nula—, el ideal de una toma del poder mediante la violencia carece de posibilidades. Mucho más plausible es, sin embargo, la táctica de una llegada al gobierno mediante las urnas, para una vez en el poder disponer de la autoridad necesaria para imponer una serie de medidas radicales. Es lo que está intentando Evo Morales en Bolivia y lleva a cabo paulatinamente Chávez en Venezuela.

Para la derecha conservadora, el autoritarismo democrático es una superación de un criterio formulado por Jeane Kirkpatrick en 1979.

En un artículo aparecido ese año en la revista Comentary —titulado "Dictaduras y Doble Moral"—, Kirkpatrick había justificado las dictaduras latinoamericanas con una distinción del agrado de la reacción. Los gobiernos como la dictadura de Somoza en Nicaragua —escribió entonces Kirkpatrick— eran autoritarios, no totalitarios en el sentido de los regímenes imperantes en los países comunistas. Por lo tanto, debían ser apoyados por Estados Unidos, porque existía la esperanza de que evolucionaran hacia la democracia.

No era una idea nueva. Se trataba de la vieja aserción de que algunos dictadores latinoamericanos eran unos hijos de puta, pero "nuestros hijos de puta". Planteado en un lenguaje académico, sirvió de fundamento ideológico a los conservadores, que poco tiempo después llegaban al poder con el gobierno de Ronald Reagan.

Aunque en la práctica la idea ha mantenido su vigencia durante el gobierno de George W. Bush, con vínculos estrechos con las dictaduras de Pakistán y Arabia Saudí, el actual presidente norteamericano inició su segundo mandato promulgando la meta de llevar la "libertad" a los pueblos oprimidos. En realidad, poco o nada se ha materializado de esta iniciativa, difícil de conciliar con los intereses específicos de EE UU.

Por otra parte, no se trata de echarle toda la culpa a los gobiernos republicanos. Durante sus dos mandatos, Bill Clinton se limitó a intentar llevar la democracia "mediante el comercio" a naciones oprimidas —en especial a China y Vietnam— y una tardía intervención "por razones humanitarias" en Bosnia y Kosovo.

El concepto de autoritarismo democrático es un oxímoron similar al conservadurismo compasivo que Bush ya casi no repite. Pero tras él se encuentra una realidad: los votantes latinoamericanos —y de otras partes también, en Estados Unidos ha ocurrido algo similar— están dispuestos a sacrificar algunas de sus libertades en favor de cierta estabilidad política, social y económica.

Una encuesta, realizada por Naciones Unidas en abril de 2004, interrogó a 19.000 latinoamericanos en 18 naciones. Entre sus resultados hay un dato alarmante: la mayoría dijo preferir a un dictador sobre un líder electo democráticamente en las urnas si éste era capaz de brindarle beneficios económicos.

Nuevos retos

Uribe es el primer presidente colombiano que gana una reelección desde Rafael Núñez en 1892. Su segunda victoria, con el apoyo de 7,3 millones de electores que le otorgaron la cifra récord de 62 por ciento de votantes, fue superior a su triunfo anterior, donde obtuvo el 53 por ciento de los votos.

Sus índices de popularidad lo han colocado en los primeros lugares entre los líderes latinoamericanos. Pese a todo, enfrenta graves retos, no sólo respecto al proceso de paz y la lucha contra el narcotráfico, sino en el enfrentamiento de la pobreza, que afecta a más de la mitad de la población colombiana.

Washington ha entregado unos 4.000 millones de dólares a Bogotá para la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla. La fuente para estos fondos ha sido el Plan Colombia, creado bajo el gobierno de Bill Clinton, que está a punto de concluir. El país necesita ser catalogado de "socio estratégico" por EE UU —una categoría que incluye a naciones como México, Israel y Egipto— para recibir inversiones norteamericanas de una forma más flexible. Es seguro que la administración Bush estará dispuesta a brindar esa ayuda, pero también que los congresos de ambas naciones aprueben el tratado de libre comercio firmado por los respectivos mandatarios.

Por grande que sea la ayuda norteamericana, la mayor parte del intercambio comercial ocurre entre Venezuela y Colombia. Chávez ya se ha retirado de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y del Grupo de los Tres (G3), del que Venezuela formaba parte junto a México y Colombia desde 1989.

La victoria de Uribe, cuya coalición también obtuvo mayoría legislativa el 12 de marzo, permitirá que éste lleve a cabo su plan de reformas y contribuirá sin duda a que la economía nacional continúe su crecimiento y las acciones y los bonos colombianos sigan en alza.