Actualizado: 23/04/2024 20:43
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América Latina

Autoritarismo y democracia

Hugo Chávez y Álvaro Uribe: Destinos diferentes y algún punto de unión.

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Narcotráfico y derechos humanos

Uno de los problemas que el presidente reelecto tendrá que resolver será convencer al congreso norteamericano de la efectividad de su plan contra el narcotráfico y el cultivo de coca.

Un informe reciente de la oficina de lucha contra las drogas en Washington mostró que la producción de coca había aumentado un 25 por ciento en Colombia en 2005. Los funcionarios atribuyeron el alza a un cambio de metodología, pero quienes se oponen a la voluminosa ayuda a Bogotá declararon que era una prueba más de que el plan antidrogas era un fracaso.

El otro frente que provoca inquietudes en algunos congresistas norteamericanos es el respeto a los derechos humanos en la nación sudamericana. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, acaba de certificar que "la protección de los derechos humanos en Colombia está mejorando con el presidente Álvaro Uribe", condición necesaria para que se otorgue un nuevo desembolso de ayuda militar.

Esta afirmación, sin embargo, no es compartida por todos. El propio Departamento de Estado, en su Informe sobre Prácticas de los Países en Derechos Humanos 2005, dado a conocer en marzo de este año, colocaba a Colombia junto a Cuba, Ecuador y Venezuela como países bajo "amplia observación" en Latinoamérica. El caso colombiano aparece incluido en el grupo de países "donde algunas de las más graves violaciones son cometidas por gobiernos en el contexto de conflictos armados internos o fronterizos". Añadía que en este país se había producido una "reducción en los asesinatos y secuestros".

A su vez, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Louise Arbour, presentó en febrero de este año un informe donde denunciaba "una gran cantidad de despiadados desmanes cometidos durante 2005 por agentes estatales contra la población civil".

Hay que preguntarse hasta dónde puede mantenerse este sacrificio de ciertas libertades y las persistentes violaciones de los derechos humanos y al mismo tiempo lograr una victoria aplastante en las urnas. En los casos de Venezuela y Colombia, la interrogante es aún más apremiante porque se trata de economías y gobiernos demasiado sensibles a factores externos, como el precio del petróleo en los mercados mundiales para el primero y la multimillonaria ayuda norteamericana en el segundo.

Tras el triunfo

Chávez ya ha expresado su deseo de perpetuarse en el poder. En el caso de Uribe, existe la posibilidad de que en el futuro intente un nuevo cambio constitucional y opte por buscar un tercer mandato. Hasta ahora el mandatario ha expresado una idea contraria, pero nada puede asegurar que su victoria arrolladora no lo impulse a un cambio.

Un triunfo arrollador en las urnas no garantiza una popularidad permanente. Ocurrió con Alberto Fujimori en Perú y sucede actualmente con Bush en EE UU. Otras fuerzas políticas se están desarrollando en Colombia alejadas de Uribe.

La izquierda democrática obtuvo un importante logro en la reciente elección colombiana. El senador Carlos Gaviria, candidato de la coalición izquierdista Polo Democrático Alternativo (PDA), logró un 22 por ciento de los votos, con 2,6 millones de electores. La cifra no sólo es relativamente elevada para esta nación tradicional y conservadora, sino que convierte al PDA en la principal fuerza opositora.

Un último aspecto a destacar tras el triunfo de Uribe es que éste beneficia más que perjudica a Castro. No sólo el presidente colombiano había expresado su intención de viajar a La Habana en caso de resultar reelecto, sino que el gobernante cubano continúa jugando un papel importante en el proceso de paz que se desarrolla en la nación sudamericana.

Mientras las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) continúen en su negativa de negociar con el gobierno, a Bogotá sólo le quedan las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se celebran en Cuba, para mostrar su capacidad negociadora con la guerrilla izquierdista.

La victoria anunciada de Uribe poco significa para el panorama político latinoamericano, salvo la posibilidad de que continúe una negociación hacia la paz que en estos momentos más parece un estancamiento que una esperanza.


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