Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Haití

La elección de René Preval

Una tarea nada fácil en el país más pobre de América: ¿Primará el sentido común o el populismo?

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Las tentaciones populistas

La elección de Preval despierta las tentaciones populistas latinoamericanas, que se centran en el eje La Habana-Caracas.

El impetuoso presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fue uno de los primeros en saludar al mandatario electo en una conversación telefónica, "la cual sirvió para tratar la posibilidad de incluir a Puerto Príncipe en Petrocaribe", según la versión del diario oficialista cubano Granma.

"En el proceso recién culminado en Haití, se impuso la justicia", añadió Chávez, quien comunicó a Preval su intención de visitar el mes entrante la nación francófona. Como es sabido, el mandatario venezolano dilapida alegremente los petrodólares en aras de construir la denominada Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA).

El gobernante cubano Fidel Castro fue más discreto. Sus contactos con Preval no han sido revelados. Pero La Habana mantiene en Haití, desde hace más de una década, un centenar de médicos y especialistas. Si Chávez asume el "pago de servicios", la colaboración podría extenderse a otros campos.

Ya el 18 de junio de 1999, el entonces presidente de Haití en su primer mandato, René Preval, se encontraba en Cuba para "una visita de trabajo".

Desde antes, el 7 de enero de 1998, el ministro de Relacioanes Exteriores de Cuba, Roberto Robaina, estaba en Puerto Príncipe, donde anunció "la posibilidad" de que Castro realizase una visita a Haití, en respuesta a una invitación de Preval. El 19 de julio de 2001, tocaba el turno de que Aristide fuese agasajado en La Habana por el mandatario cubano. En resumen, existen lazos históricos con esta corriente populista del dúo Preval-Aristide.

Interrogantes abiertas

Por el momento, no está claro si el ex sacerdote Aristide regresará a Haití. Preval ha preferido mantener, por ahora, una postura ambivalente sobre el tema, quizá con el objetivo de ganar tiempo y tratar de fortalecer primero su posición en la presidencia.

Aristide es el agitador por excelencia y, si el primer ministro que designe el Parlamento no es del agrado de Preval, podría ser el instrumento de alguna nueva "insurrección popular", para presionar al gobierno. Una vieja táctica, en un terreno favorable para estas maniobras.