Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Bolivia: Reportaje

Los ecos del asalto

La nacionalización muestra la cara más radical de Evo Morales y abre una contienda en el seno de la izquierda.

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La sombra de Chávez

Aunque el presidente venezolano Hugo Chávez negó que la nacionalización se discutiera pocas horas antes del primero de mayo en La Habana, que testimonió lo que Granma llamó abrazo entre Morales, Fidel Castro y Chávez, hay que ser sordo en política para desechar lo acordado allí.

Y más allá de lo que económicamente significaría el anuncio, el mismo sirvió para realzar en las encuestas a Morales, cuya popularidad había perdido doce puntos. Una semana antes del triunvirato en la urbe cubana, el jefe del partido Movimiento al Socialismo (MAS) aseguró que las nacionalizaciones se habían estancado.

Una de las paradojas del caso es lo que el ex cónsul chileno en Bolivia, Emundo Pérez, denomina "tendencia a la improvisación de Morales", pues "sus decisiones no vienen precedidas de un fundamento jurídico ni administrativo que resguarde las nuevas condiciones". Esto alargará el proceso negociador que difícilmente no sobrepasará los 180 días que se situaron como plazo para implementar lo prometido en la fecha de los trabajadores.

Una de las preguntas técnicas aún no respondidas reside en hasta dónde podría Bolivia sustituir la tecnología que por varios miles de millones han invertido en la nación altiplánica las empresas extranjeras y su experiencia en la extracción tanto de petróleo como de gas, así como incrementar la inversión. Una ruptura haría todavía más incierto el futuro de Bolivia, cuyo gobierno parece ir hoy en carro de triunfo.

Pero si algo tiene Morales muy claro es que Chávez ejerce predominio en Venezuela a través del control del ministerio de petróleo, es decir, PDVSA, y es aquí donde más se asemejan en la actualidad estos presidentes; algo que incluso opaca el incremento previsible de la colaboración. Como bien dice Toranzo, es en el espejo de la hegemonía de Chávez en el que constantemente se mira el ex líder cocalero.

Si el jefe de Estado controla los hidrocarburos, como pretenden desembozadamente sus nacionalizaciones, no habrá uno sino dos Chávez en América Latina, cada cual a su dimensión. Y serán dos también los centros de irradiación populista.

Nadie pone en tela de juicio la influencia del mandatario de Venezuela en el proceso boliviano. Su afán de protagonismo y su intervención en los asuntos internos de Perú, Chile, Colombia, etcétera, amén de reiterados encontronazos y de afectar con su retórica estridente incluso a aquellos que parece defender, como en el reciente caso del candidato Ollanta Humala, va en desmedro del liderazgo natural que debe ejercer Brasil en la región, que se desplegaría mesurado, realista, dialogante, según reclama el mundo de la globalización.

Aunque constantemente lo ametralla en sus discursos, Chávez le vende anualmente a Estados Unidos decenas de millones de barriles de combustible. Amparado en los precios más altos de la historia, el ex golpista, sin tirar un tiro, ha llegado más lejos de lo que Castro soñó durante la guerra fría.

El sociólogo y economista cubano Francisco León, en conversación con Encuentro en la Red, recuerda que "donde el Che fracasó, en el país donde los campesinos se negaron a secundarlo, allí se da un proceso como el de Evo Morales", y allí precisamente —agrega Toranzo— el poder se mira en el espejo de Chávez.

Alarma en la izquierda

Parece difícil objetar que lo nuevo en las nacionalizaciones de Morales no está en los hechos, sino en la época, en la cual la postura no luce insertada, sino encajada. Ni tirios ni troyanos niegan hoy el derecho de las transnacionales a defenderse legalmente, a exigir que sus contratos legales no se vulneren.

A principios de los sesenta recibió Cuba el aplauso de la mayoría de las fuerzas de izquierda en el planeta por confiscar propiedades extranjeras, que nunca tuvo intención de pagar. Por la misma acción que hoy lleva a cabo Bolivia, pero menos radical, no escucha aplauso sino crítica de gobiernos de izquierda y partidos de esta tendencia adecuados a los tiempos que corren. Son ellos los primeros alarmados y los que repiten las palabras de un reciente editorial del derechista diario chileno El Mercurio, que califica el golpe de mano en Bolivia como un esquema revolucionario trasnochado.