Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Bolivia: Reportaje

Los ecos del asalto

La nacionalización muestra la cara más radical de Evo Morales y abre una contienda en el seno de la izquierda.

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Ambivalentes respecto a la nacionalización de los hidrocarburos, que acaso hubieran querido meditada y serena, los recelos del empresariado y la oposición se dejan notar. El presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, Gabriel Dabdoub, afirmó pocas horas después del decreto que "la toma militar de las instalaciones fue una medida excesiva y un show mediático que ofrece señales negativas a la comunidad internacional".

Habría que ver si finalmente las nacionalizaciones se detendrán en los hidrocarburos o si van a lastimar posteriormente al empresariado doméstico. Por lo pronto, parece que el mandatario boliviano no luchará en dos frentes a la vez, si se lee la garantía que dio el pasado sábado a Bernardino León, secretario de Estado español de Asuntos Exteriores e Iberoamérica, de que "no extenderá a otros sectores la nacionalización", lo contrario de lo que sostuvo el pasado 3 de mayo junto a su vicepresidente.

Proceso excluyente

Mientras el pueblo sudamericano atraviesa un momento decisivo en su historia, La Habana coloca a Chávez en el más alto sitial del porvenir latinoamericano, aplaude cada paso de Morales e informa, con ostensible regocijo, de victorias que no pasan de esperanzas, y que se frustrarán si Bolivia no cede respecto a las duras condiciones del decreto. Algo que, desde luego, irritaría a Castro en el caso de que en la capital isleña no se haya concertado provocar tensión primero y luego aflojarla.

Por un reciente título de Granma, "Comienzan negociaciones y Bolivia no cede", esto último adquiere viso de conjetura.

Gestor de ideas, alianzas e incluso de experiencias que insuflan ritmo a la dinámica actual, Castro de encargará de mantener bien provistos de médicos y educadores a sus socios, manera de atraer las tan necesarias divisas y apuntalarlos en la simpatía popular. El dueto Castro-Chávez suscita en Bolivia agradecimientos, suspicacias y condenas.

En el seno del proceso que el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, confesó "difícil de interpretar", toman cauce corrientes encontradas. Mientras Castro y Chávez tratan de proporcionar oxígeno a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y lo que han bautizado de Tratado de Comercio de los Pueblos, que firmó Evo Morales en La Habana, se oponen con vehemencia a cualquier tratado de libre comercio en los marcos del ALCA, que lidera Estados Unidos para la zona.

Chávez llega más lejos y machuca en sus discursos a los que han preferido tal opción, a pesar de que la misma ha traído a naciones como Chile y Perú un incremento nada desdeñable de sus ventas a EE UU.

México, en pacto de otra dimensión continental, también enseña avances considerables. El ALBA y su nuevo pariente serían propuestas atendibles si sumaran, si fueran una adición y no excluyeran cualquier tratado comercial con EE UU. La renuncia de Chávez a la Comunidad Andina y su amenaza con abandonar el Grupo de los Tres constituyen pruebas de intransigencia que topan de frente con sus vigorosos vínculos económicos con la nación norteña.

Entre la tragedia social boliviana y el suspenso inaugurado, mueve a risa escucharle a Morales que "tener un arancel cero con Cuba y Venezuela es un avance importantísimo, que nos garantiza nuestros productos". Comparativamente hablando, la afirmación no traspone los códigos de la peor campaña publicitaria.

Incapaces de pronosticar con certeza futuros escenarios a partir de la nacionalización energética, los observadores tendrán que esperar a que muestre resultados palpables a mediano o largo plazo. Dichos resultados no tendrán lugar si La Paz mantiene su radicalismo, si no regresa su alfil a una casilla más próxima y si no negocia los intereses de su pueblo con una visión responsablemente pragmática.


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