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Cuba, Exilio, Miami

Al fuego los centristas

Si en Cuba la “universidad es para los revolucionarios”, ¿entonces en Miami tiene que ser para los “contrarrevolucionarios”?

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Iroel Sánchez la ha emprendido contra los que buscan una “tercera vía” entre socialismo y capitalismo en Cuba, o quienes para él mantienen una actitud política de centro o neutral. No está solo. A veces le surge, aquí y allá, algún “fellow traveller”.

Pero al final, y desde la óptica del exilio y también de la isla, hay algo ridículo —y hasta patético— en esa actitud de Torquemada a destiempo. En ese afán de pretender vestir el traje calvinista y aferrarse a las manecillas del reloj cubano, para perpetuarlas en reversa.

Porque tras la furia anticentrista anida un afán de destacarse a la brava, cuando en realidad hay cobardía en los orígenes y los fines. Vieja treta que en Cuba y el exilio se ha vestido de intransigencia, patriotismo, combatividad, antiimperialismo, anticastrismo y cuanta palabra se encuentra a mano para subvertir.

Ese exaltar la intransigencia no como mérito moral, recurso emotivo y justificación personal, sino como un valor político, ha resultado funesto en muchas ocasiones para el destino del país. El error ha servido tanto de vocación suicida a unos cuantos insensatos, como a muchos demagogos para alimentar sus engaños.

Pero Iroel Sánchez, ya lo sabemos, no está solo. La batalla contra el centrismo, la neutralidad, la recurrencia a una exaltación revolucionaria, o contrarrevolucionaria, tiene sus seguidores en Miami.

Durante mucho tiempo parece haberse impuesto en ambas orillas un acuerdo tácito en el retroceso, como si existiera una conspiración de los extremos, el volver una y otra vez a remendar un modelo caduco, y seguir retrocediendo.

La Asociación de Veteranos de la Brigada 2506 de Bahía de Cochinos ha expresado su preocupación sobre el futuro del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos (ICCAS) de la Universidad de Miami. Y lo que les preocupa a los veteranos es “el mantenimiento de la verdadera historia de Cuba”.

Bueno, hasta ahora nos habían acostumbrado a los personajes dedicados, implacables, a perseguir bongoseros, uno que otro pintor y más o menos algún conferenciante. ¿Pero historiadores?

Algo en verdad insólito. Así que se habrá que documentar sobre esta nueva y veterana academia, que la candidatura y luego la presidencia de Donald Trump ha colocado bajo los reflectores de la no importancia.

Aunque no es lo único que aprender. Es que solo en Miami uno lee que una organización política envíe un “comunicado” donde expresa que “no puede haber un director interino o futuros directores que mantengan asociaciones con empresas que se encuentran comerciando con el régimen castrista, o con centros académicos en Cuba, ya que ICCAS por definición, no puede estar bajo la influencia... del régimen totalitario de la Habana”.

Incluso en esta ciudad, es difícil encontrar tanta vocación para lo grotesco. No solo la llamada “Asamblea de la Resistencia Cubana” se inmiscuye en un asunto puramente académico, sino que revive en Miami ecos de La Habana.

Si en Cuba la “universidad es para los revolucionarios”, ¿entonces aquí tiene que ser para los “contrarrevolucionarios”? Pequeño llamado a la cordura: se está hablando de una institución académica que no está en la Cuba de ayer ni en la de hoy ni en la de mañana, sino en otro país: Estados Unidos. ¿Hay que repartir mapas?

Sin embargo, si el empeño es convertir a las universidades de Miami en instituciones para “contrarrevolucionarios”, es dudoso que tras un proceso de matrícula rigurosa los miembros de la Asamblea de la Resistencia Cubana pasen el examen.

Aunque una segunda mirada al extremismo en Cuba y Miami permite afirmar que el asunto no responde a una conspiración de los extremos. Más bien es la seducción del viejo pecado totalitario, que renace a diario, y la plaza de exorcista continúa vacante.


Esta columna aparece también en El Nuevo Herald.


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