Actualizado: 02/05/2024 23:14
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¿Bloqueo o embargo?

Rigor lingüístico y responsabilidad política: Algunos gobernantes deberían aprender de nuevo la lengua de Cervantes.

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La cuarentena de trece días

Basta ese ejemplo histórico para evidenciar que Cuba nunca ha estado sometida a ningún bloqueo. En cuanto a la "cuarentena" ( quarantine) mencionada por Kennedy, concluyó en cuanto el último misil soviético salió de Cuba. No llegó a durar ni siquiera cuarenta días. A lo sumo, unos trece días.

Y no obstante, así principió entre nosotros ese largo vicio consistente en vaciar las palabras de su significado real, tergiversándolas, corrompiéndolas y pervirtiéndolas. Empezó a usarse la palabra bloqueo gratuita y exageradamente, con énfasis victimista. Y el vocablo —pese a su flagrante inexactitud— saltó a la esfera internacional, donde aún sigue instalado, como un cáncer.

De todos los términos empleados en el conflicto de octubre de 1962 (cuarentena naval, boicot, embargo, bloqueo), el gobierno de La Habana escogió astutamente la voz "bloqueo" para convertirla en la herramienta más eficaz de su retórica política.

La resonancia militar, guerrerista y belicosa de la palabra "bloqueo" le viene al gobierno insular como anillo al dedo para justificar la permanencia de una estructura totalitaria, ese poderío absoluto sobre los cubanos que se traduce en movilizaciones militares casi constantes de la población civil, convertida en reserva militar: reclutamiento masivo de jóvenes cada año en los llamados al Servicio Militar Obligatorio, guardias de milicia, entrenamientos de las Milicias de Tropas Territoriales, guardias nocturnas de CDR instalados en cada cuadra, simulacros, maniobras militares, excavación de trincheras y de refugios antiaéreos, etcétera.

Todo ese clima de guerra imaginaria conviene para mantener entretenida a la población, para azuzarla con el espantapájaros del enemigo imperialista, para galvanizarla alrededor de un sentimiento patriótico, para conservar la vigencia del discurso beligerante, sin darle tiempo a nadie a pensar en nada… y así ha sido durante más de cuatro décadas.

La militarización sistemática de la sociedad cubana —so pretexto de la Espada de Damocles del "bloqueo"— permite además el control total de la economía, la eternización de la libreta de racionamiento con su secuela de desdicha doméstica, la censura en los medios de comunicación —todos de propiedad estatal—, así como la vigilancia policial más minuciosa y, por ende, la paranoia, impidiendo por supuesto el pluripartidismo, la propiedad privada (incluso a niveles irrisorios), el libre flujo de ideas, la libertad de reunión e incluso —en ocasiones— la libertad de movimiento dentro de la nación; amén de que —en nombre de esa guerra imaginaria siempre anunciada— también se prohíbe a los cubanos practicar el turismo internacional a título estrictamente personal.