Actualizado: 02/05/2024 23:14
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¿Bloqueo o embargo?

Rigor lingüístico y responsabilidad política: Algunos gobernantes deberían aprender de nuevo la lengua de Cervantes.

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Cinismo que raya en la injuria

Aparte de rizar el rizo, el oxímoron salmantino incluye tantas matizaciones que desemboca en un contrasentido total. Hablando en romance, un bloqueo es militar o no es. De ahí la profunda contradicción en los términos, un escollo que no sortea ninguna acumulación adjetival por muy edulcorante o eufemística que sea.

Desde el punto de vista ético, ese oxímoron implica un cinismo rayano en la injuria. Un insulto para el pueblo cubano que sufre y padece mil calamidades cotidianas desde hace más de cuarenta años, no por culpa del bloqueo como se pretende hacer creer, sino a causa del autobloqueo decretado por el mismo gobierno de la Isla.

¿Por qué la Cumbre de Salamanca ofende de esa manera la inteligencia de ese pueblo? ¿Cómo se puede hablar de bloqueo a secas —o incluso "comercial, financiero y económico"— cuando todos los turistas saben que en Cuba hay tiendas bien abastecidas, donde sólo pagando con dólares se puede comprar? Son tiendas repletas de artículos de consumo importados de países capitalistas, incluido Estados Unidos.

¿Qué clase de bloqueo es ése?

El verdadero bloqueo es la reglamentación gubernamental mediante la cual sólo los cubanos que tienen dólares pueden acceder a esas tiendas. El único bloqueo existente en la Isla es la regulación impuesta por el gobierno a los cubanos, según la cual los que no hacen negocios con los turistas, los que no roban o trafican, los que no jinetean, los que no tienen la suerte de trabajar en el sector turístico, los que no tienen familiares en el extranjero, no pueden entrar en esas tiendas ni en los hoteles ni en las playas ni en los restaurantes ni en los cabarets… Ese es el auténtico bloqueo que sufre el pueblo cubano, y todo lo demás es una patraña deleznable.

¿Qué es entonces lo que pasa entre EE UU y Cuba? Simplemente que Washington se niega a comerciar con La Habana. Y eso es un derecho inalienable de ese nación y de cualquier otra. Obligar a EE UU a comerciar con Cuba sería como si la policía me obligara a comprar en El Corte Inglés —o en cualquier otra tienda— bajo amenaza de multa o de vilipendiarme públicamente porque me niego a ser cliente de un establecimiento dado. Yo con mi dinero hago lo que me da la gana, compro donde quiero. Y el mismo derecho asiste a las naciones.

¿Qué pretende la Cumbre de Salamanca? ¿Imponerle a EE UU la obligación sentimental de comerciar con un gobierno que ha expresado una y mil veces su hostilidad hacia ellos? Eso ya no sería ni siquiera un oxímoron, sino una mentecatez de marca mayor. ¿Qué se intenta? ¿Que después de tantos años de rivalidad, EE UU pase página, que olvide y diga borrón y cuenta nueva sin pedir nada a cambio? Hay que estar loco de remate para esperar semejante insensatez.

Embargo ineficaz

Personalmente estoy contra el "bloqueo" (o embargo), pero no por indulgencia hacia el gobierno cubano, sino porque hasta ahora se ha revelado ineficaz y porque para lo único que ha servido es para mortificar y deprimir de mil formas indirectas al pueblo cubano. Si el "bloqueo" hubiera sido eficaz (y para serlo hubiera tenido que ser universal) habría dado sus frutos ya a mediados de la década del sesenta. Pero primero la URSS, con su sostenido y monumental apoyo, luego Europa Occidental, Canadá y otros países (con sus turistas y sus empresarios sin escrúpulos) y últimamente Venezuela, con su petróleo regalado, lo cierto es que entre todos han contribuido a que el gobierno cubano se burle siempre del "bloqueo" o embargo.

Un bloqueo de verdad, un embargo con todas las de la ley, según las definiciones antes enumeradas, no habría permitido entrar en la Isla ni una gota de combustible soviético, ni una sola ametralladora china o checoslovaca, ni un solo turista, ni un solo empresario europeo, ni tampoco una gota del petróleo del lago de Maracaibo.

En medio de tantas anfibologías, cinismos, adjetivos edulcorantes, eufemismos y despropósitos, sólo cabe esperar que algún día acabe ese oxímoron como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando.


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