Café plattista: hasta el último bushito
El quid de la identidad dañada no radica aquí en el exilio, sino en Cuba
Tal y como los anti-líderes de la disidencia interna —quienes sin representación alguna van a hacer “política” a la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana— miembros de la “organización comunitaria”, sin más comunidad que ellos mismos, Cuban Americans for Engagement (CAFE) travesearon por los pasillos del Congreso y del Departamento de Estado el 16 y 17 de abril para dar apoyo a medidas flexibles de la Casa Blanca con respecto a Cuba. De paso acudieron a la Oficina de Intereses de Cuba en Washington para dar el parte.
Este grupúsculo —dicen ellos mismos que apenas pasan del centenar— no parece haber hecho otra cosa que agitprop sobre ellos mismos en la Jornada de Girón. Las medidas gubernamentales consumadas no requieren apoyo alguno. Y lo interesante es que los cuentapropistas del apoyo sirven el mismo cafecito plattista de la administración Bush con su Comisión de Ayuda para una Cuba Libre: el mejor desarrollo de la Isla de Cuba pintoresca depende de EEUU.
Luego de haber engatusado al Latin American Working Gruop (LAWG) y a la Washington Office of Latin American (WOLA) para el tour, este grupúsculo de la izquierda plattista se apeó con que los congresistas cubano-americanos —que están allí por mero efecto de la mayoría electoral— representan a la minoría de la comunidad cubano-americana. Así tenemos que los CAFEteros —sin un solo voto— son la expresión genuina de cierta mayoría invisible o silenciosa, que es el ardid gastado de toda minoría electoral perdedora.
Lo peor estriba en que ponen este cafecito quienes se arrepintieron [de repudiar a Castro al irse de Cuba] de haberse arrepentido [de cerrar filas con Castro dentro de la Isla]. La crisis de identidad salta a la vista: tras haber desechado a Cuba bajo el castrismo como espacio-tiempo adecuado a sus biografías personales, los izquierdosos plattistas abogan a distancia por ese mismo espacio-tiempo como idóneo para las biografías de quienes se quedaron.
Este avatar de la identidad dañada por escisión se diagnostica como sicopatología por lo menos desde Ronald David Laing en The Divided Self (1960). Uno es consecuente consigo mismo si pasa por encima de las circunstancias —y se queda en Cuba—, o salva el pellejo estrangulando —al salir de Cuba— los ámbitos incompatibles con la continuidad biográfica, pero jamás si desemboca en la experiencia vital contradictoria, que refleja enfermedad del alma o el espíritu, de abogar por lo que se repudió. Para colmo, el quid de la identidad dañada no radica aquí, donde escogieron rehacer su biografía, sino allá, donde pretenden hacer historia. El núcleo duro de la ética castrista pasa y hasta endulza el café plattista, pero no lo traga. Allá es donde está la cafetera, digo: la trinchera. Aquí se viene como René y los cuatro restantes, o no se viene a nada.
Luego de haberse inventado como otra de tantas organizaciones pro Castro —desde el Fair Play for Cuba Committee (FPC) hasta la Emergency Network of Cuban American Scholars and Artists for Change in U.S.-Cuba Policy (ENCASA)— los ponedores del café plattista deben haberse percatado de que la crisis de identidad es crónica. El portero de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington impidió que sus voceros más conspicuos entraran a buscar patria en el Primer Encuentro Nacional de Cubanos Residentes en Estados Unidos. Por supuesto que el portero lo hizo de manera diplomática: no cursó invitación.
No importa. Hay que seguir poniendo el cafecito plattista para animar los viajes a Cuba, porque aseguran el flujo de moneda dura en sinergia con los quioscos de Castro en EEUU, que venden pasajes y envían remesas o pacotilla. Hay que seguir poniendo el café plattista para el intercambio académico en que prevalece la politiquería antes que la discusión sobre temas específicos de las disciplinas. Ya lo dijo Arenas: “Sé que no existe el consuelo, que no existe la anhelada tierra de mis sueños ni la desgarrada visión de nuestros héroes. Pero te seguimos buscando, patria”. El problema siempre ha sido dónde encontrarla.
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