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Dávila, Cuba, Represión

¿Con los indios o con los «cowboys»?

Sobre un artículo del periodista y escritor Jorge Dávila aparecido en esta publicación

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El pasado 3 de noviembre apareció en estas mismas páginas “Marcha cívica en Cuba: ¿por qué el Estado se siente amenazado por esta manifestación?”, del periodista y politólogo cubano exiliado Jorge Dávila Miguel, acerca de la manifestación convocada para el 15 de noviembre por el grupo disidente Archipiélago, allá en la Isla.

En mi opinión, un texto pródigo en inocencias y contradicciones.

Desde el propio título, Dávila muestra sumo candor o acaso desconocimiento de la realidad que se vive en Cuba al preguntarse : “¿Por qué el Estado [cubano] se siente amenazado por esta manifestación?”.

La contestación sería muy sencilla: las protestas espontáneas y en general pacíficas del pasado 11 de julio le han recordado al régimen algo muy elemental: no hay dictadura eterna; de manera que la existente en Cuba quizá haya entrado en su etapa final.

El artículo que nos ocupa —y también nos preocupa—, un dechado de inconsistencias de principio a final, está escrito con el tono de quien lamenta que algún amigo, familiar, ser querido en fin no lleve a cabo lo que debería. Así, comenta Dávila sobre la prohibición —desde ahora— de la marcha por parte del gobierno cubano: “Es una pena, una oportunidad desperdiciada. El gobierno calificó la marcha de delito de ´provocación´”.

Es una pena que Dávila desconozca cuántas oportunidades de este tipo ha desperdiciado el régimen existente en la Isla, y cuántos de quienes se las han propuesto han ido a parar a la cárcel.

Y agrega el periodista cubano que “…las manifestaciones populares en sí, no son delito, como tampoco lo será la del 15 de noviembre.”

Se equivoca: aquí tiene el Artículo 62 de la llamada Constitución de la República de Cuba: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible.”

De manera que el régimen —lástima que Jorge Dávila en su texto, si bien lo insinúa, no lo haya dejado claro— se basa en lo promulgado en este Artículo y en otros pasajes de la Constitución para prohibir la marcha del 15 de noviembre.

Precisamente sobre la Constitución cubana de 2019, afirma el politólogo cubano, sin que le tiemble la mano, que el “porcentaje de aprobación [por parte de la población] de la Constitución de 2018 (sic) (…) fue del 87 %”.

Aquí debemos suponer que Jorge Dávila desconoce cuánto arrojo se necesita para no levantar la mano en señal de aprobación en una “asamblea popular”, de modo que quede el votante en evidencia de que no comulga con ese algo expresado por el régimen. Así, buena parte del 13 % que no votó a favor o estuvo ausente o en fin por la causa que fuere no “se manifestó” a favor, es heroico.

Cita el autor de “Marcha cívica en Cuba: ¿por qué el Estado se siente amenazado por esta manifestación?”, los “cerca 700.000 militantes del partido” (Partido Comunista de Cuba).

¿Y eso a qué viene? ¿Qué podría lograr ese 6 % de la población —y 8 % de la población adulta— ante el embate de una realidad que cada día resulta más imparable?

Asimismo, seguramente desconoce el periodista cubano que para ser miembro del Partido Comunista de Cuba, sí, hay que entregar una cuota de sacrificio personal… que se revierte en alguna medida al obtener una especie de salvoconducto que permite el acceso a distintas esferas de la vida social y política inalcanzables para ciudadanos “comunes”.

Oh…, el texto del señor Dávila arriba al paroxismo cuando afirma:

“El gobierno cubano no es un grupo de privilegiados que se mantiene en el poder solo por la seguridad del Estado, la policía y las ergástulas de Castro, como se piensa generalmente en Miami. El apoyo popular a la revolución existe”. (Las cursivas son mías)

Para asegurar a seguidas: “En Cuba no hay encuestas de opinión, ni se permiten asociaciones políticas distintas del Partido Comunista, cosa que podría establecer porcentajes de oposición política”.

Y si “no hay encuestas de opinión”, ¿de dónde saca el autor que El apoyo popular a la revolución existe”.

¿Labor de médium, cartomántico, chamán, ocultista?

¿Tendrá el señor Dávila conocimiento de los cubanos que, en estos mismos momentos, se hallan en “las ergástulas de Castro”, hombres, mujeres, menores de edad no pocos de ellos —y de ellas— recibiendo torturas psicológicas y físicas?

¿Tendrá noticias Jorge Dávila de los isleños que continúan lanzándose al mar o atravesando medio continente en el intento de escapar del paraíso?

Al cierre de 2020 vivían fuera de Cuba 1.727.300 cubanos (nacidos en Cuba, valga la redundancia) según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Y no solo “en Miami” —como se infiere del artículo en cuestión— , sino en más de 70 ciudades y regiones del mundo; es decir, en donde puedan anclar. Si Dávila Miguel siguiera las informaciones sobre este tema, vería cuántos hijos de Martí se encuentran en los lugares más insospechados.

Señor Jorge Dávila Miguel: al concluir la lectura de “Marcha cívica en Cuba: ¿por qué el Estado se siente amenazado por esta manifestación?”, al menos a este humilde servidor, le asaltan las siguientes interrogantes:

¿Usted es amigo del mono o del león?

¿De los indios o de los cowboys?

¿De la izquierda o de la derecha?

¿O de todos?


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