El día en que Colón descubrió Cuba, para la cultura cubana
Somos parte de una cultura heredera de aquella que descubrió, conquistó, y colonizó el archipiélago cubano en las postrimerías del siglo XV y durante los siglos siguientes
Al presente Cuba forma parte de la Civilización que preferiría llamar Atlántica antes que Occidental, por el aquello de lo relativo de usar una dirección cardinal, para denominar a un punto, o una región. De su periferia, y no de su núcleo, podrá replicárseme, pero lo importante aquí es que nadie podrá negar nuestra pertenencia a esa civilización (recuerdo a alguien tan, “descolonizador”, como Fernando Martínez Heredia, reconociéndolo). Y es parte de la Civilización Occidental, o Atlántica, desde que los españoles descubrieron, conquistaron, y colonizaron éste, nuestro archipiélago cubano.
Solo podríamos echar mano de otros nombres para esos hechos si hubiéramos partido de reconocer que no somos occidentales, en cuyo caso no cabría que nos situáramos en el punto de referencia occidental, desde el cual lo ocurrido únicamente puede ser llamado así: Descubrimiento, Conquista y Colonización.
No cabría hablar de Descubrimiento, Conquista y Colonización, si los taínos hubieran conseguido conservar y desarrollar su civilización en ciernes, y los habitantes actuales del archipiélago cubano fuéramos sus descendientes genéticos, y culturales. Mas no es así. Por razones que no vienen al caso en este razonamiento los taínos solo dejaron trazas, leves influencias muy diluidas en el torrente cultural hispano, y si acaso grupos marginales, por demás muy influidos, cultural y genéticamente, por la cultura dominante a partir de 1511.
Somos, por tanto, parte de una cultura heredera de aquella que descubrió, conquistó, y colonizó el archipiélago cubano en las postrimerías del siglo XV, y durante los siglos siguientes. Por ende, desde ese nuestro único posible punto de vista propio, no cabe que llamemos de otra manera a aquellos hechos iniciáticos que nos trajeron hasta nuestro ser actual.
Podemos sentir pena por aquellos alter egos nuestros que perdieron la posibilidad de haber estado hoy en nuestro lugar, mas ello no puede llevarnos a renunciar a lo que somos, y al punto de vista asociado a esa existencia nuestra. Lo demás es pura retórica vacía, porque en realidad no existen puntos de vista absolutos, sino concretos, asociados a unos intereses, a una tradición, a una historia... Podemos situarnos en otros puntos de vista, ajenos, incluso imaginarios (aunque por más imaginados que sean necesitan tener una perspectiva parcial), pero nunca en un supuesto punto de vista absolutamente justo, porque tal cosa no existe. Lo justo es respetar y entender el punto de vista ajeno, pero sin renunciar al propio.
La verdad es que desde cualquier punto de vista hoy posible, entre nacidos en este archipiélago cubano, el 28 de octubre de 1492 el Almirante de la Mar Océano, Don Cristóbal Colón, descubrió a lo que hoy llamamos Cuba, y dio inicio a lo que hoy es la cultura cubana, el particular estilo de la cubanidad. Ese hecho es incluso un parteaguas en nuestra historia, porque si bien a partir de esa fecha podemos recordar los sucesos particulares, en ocasiones muchas veces intrascendentes, y los individuos puntuales envueltos en ellos, ese no es el caso de lo acontecido antes. Sobre los habitantes de Cuba, antes de esa fecha, conocemos únicamente generalidades, y en definitiva menos de lo que hoy se sabe de la cultura minoica. De ellos solo sabemos lo que la arqueología, o alguna crónica española, nos ha legado. No queda hoy ninguna tradición oral de los sucesos y personajes de este archipiélago nuestro antes del 28 de octubre de 1492, y probablemente no la hubiera, más que a un nivel muy incipiente en esa fecha.
Esta diferencia nos aclara la inaplicabilidad a Cuba de las interpretaciones de hechos semejantes por pueblos como el mexicano o el peruano. Mal que bien, los aztecas e incas tenían esa conciencia propia de su existencia como pueblo que es una tradición oral de sus hechos y personajes en el pasado; incluso había alguno que la había escrito en piedra, como los mayas. En consecuencia si en el México, o el Perú actual, debe hablarse de Encuentro, o de Encontronazo, ese no es el caso de Cuba, donde la referida conciencia o no existía, o era muy débil.
Cuba, como Argentina y Uruguay, son los tres casos más claros de colonias de poblamiento en el orbe de lo español americano, y como tal solo cabe que califiquemos a lo sucedido aquel 28 de octubre de 1492 como el momento en que nuestros ancestros culturales, y en gran medida también genéticos, descubrieron un paraíso insular, el cual andando el tiempo se convertiría en la Cuba presente. Un país de una cultura occidental clara, aunque con influencias tanto aborígenes, como africanas o chinas. En esencia una de las posibles evoluciones que tenía ante sí la cultura castellano-andaluza de las postrimerías del siglo XV e inicios del XVI, en contacto desde entonces con un medio y unas influencias algo diferentes a las de la parte de esa cultura que quedó en la península ibérica; una de las posibilidades incluso armada sobre una selección muy específica del banco genético de aquella cultura original.
Porque, no hay que perder la oportunidad de decirlo, esa cultura castellano-andaluza de los tiempos de los Reyes Católicos es tan nuestra, como de los actuales españoles.
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