Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Leyendo la prensa

El origen de la tragedia

Sucesión, transición, constitucionalidad. Las aristas del debate mediático sobre la enfermedad de Castro.

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Al regresar a Miami (abril 18, 1991) se olvidó de su prevención original contra "las operaciones emprendidas desde el exterior" y comenzó a preparar acciones armadas contra Castro. Aquí se tropezó con que, además de informantes de Castro, había otros (a veces los mismos) del Buró Federal de Investigaciones (FBI). Uno de ellos, Raymon López, tendió la trampa de compraventa de un misil antiaéreo y otras armas. El 29 de septiembre de 1994, Frómeta fue condenado por un tribunal estadounidense.

Este dilema no conduce a un callejón sin salida: Castro ha logrado encontrarla. Un artículo del diario floridano Sun Sentinel (abril 6, 2003) sobre los entrenamientos de Comandos F-4 "con armas pesadas" y las amenazas de muerte proferidas por Frómeta contra Castro fue la única referencia del canciller Felipe Pérez Roque para invocar, en conferencia de prensa (abril 9), la invasión yanqui como justificación de la escalada represiva contra opositores pacíficos y periodistas independientes, así como del fusilamiento de tres autores del secuestro incruento de la lancha Baraguá.

Genealogía de la moral

La agresión armada del Norte es la premisa de Castro para delegar sus funciones. Su Proclama puntualiza que ha tomado esta decisión porque "nuestro país se encuentra amenazado en circunstancias como esta por el gobierno de EE UU". Así Castro puede movilizar, sin necesidad de proclamarlo, al ejército y la policía, que por lo demás no tienen en sus cuarteles ni a un sargento llamado Batista ni posibilidad alguna de oír a Mas Santos entonando su peculiar estrofa del Himno de Bayamo.

La movilización militar se conjuga fácilmente con el temor y la desconfianza, inoculados por siempre mediante la infiltración de segurosos dentro de la oposición pacífica y el periodismo independiente, para conjurar cualesquiera revueltas.

Castro agita otra vez el trapo de la invasión americana, cuando no se ha visto un solo marine yanqui en zafarrancho de combate por Cayo Hueso y Washington se enreda cada vez más en el Medio Oriente, pero los cubanos dentro de la Isla no pueden saltar fuera de ese mundo alucinante. Aun el periodista independiente Ernesto Corría ( Nueva Prensa Cubana) pregunta desde Camagüey a sus colegas de Miami sobre los preparativos de la guerra contra Castro ( The New York Times, agosto 4, 2006).

Ahora el gran reportaje de la prensa estadounidense sería demostrar que el portavoz Tony Show dice la pura verdad cuando asegura que la Casa Blanca "no tiene absolutamente planes de invadir Cuba". Así se pondría al desnudo la doblez moral de la premisa enunciada por Castro en su Proclama, pero el espíritu dionisiaco es demasiado embriagante para que reporteros y columnistas irrumpan por este flanco apolíneo.

Si Antonio Jiménez-Castañeda reporta desde La Habana: "Cuba en estado de acuartelamiento" ( El Nuevo Herald, agosto 5), alguien en Miami debe tomar como punto de partida que Snow no sólo desechó el absurdo de la invasión yanqui, sino que previno contra el éxodo marítimo desde Cuba o la partida de flotillas desde la Florida.