Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Leyendo la prensa

El origen de la tragedia

Sucesión, transición, constitucionalidad. Las aristas del debate mediático sobre la enfermedad de Castro.

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Estas declaraciones pueden y deben interpretarse en el contexto actual de inactividad militar de Estados Unidos contra Castro, así como apoyarse en el antecedente de que, tras el fracaso de Girón (1961) y la solución a la Crisis de los Misiles (1962), sólo Castro ha preparado y desatado invasiones contra Estados Unidos: Camarioca (1965), Mariel (1980) y la llamada Crisis de los Balseros (1994).

Washington confirma que no tolerará otra invasión demográfica desde Cuba, pero al mismo tiempo advierte al exilio cubanoamericano que no dará márgenes para reeditar por mar la Marcha Verde (1975). Esta fue realizada exitosamente por los marroquíes a través del desierto para ocupar la colonia española de Sahara Occidental, aprovechando que el dictador Franco se encontraba enfermo de gravedad.

Sin posibilidad de Mariel a la inversa, ni ganas de poner el muerto, el exilio miamense prosigue en compás de espera, mientras "un periodista cubano consultado por El Nuevo Herald" informa que la gente allá continúa "esperando ver en público a su nuevo gobernante, Raúl Castro", cuando la reacción más natural sería que no quieran ni verlo.

Más allá del bien y del mal

De la Isla vino también un soplo de racionalidad. En "Delego con carácter provisional mis funciones" ( El Nuevo Herald, agosto 4), la periodista independiente Miriam Leiva explicó que esta letanía en la Proclama sólo indica que "Él está, pero no está, ni se sabe cuándo o si volverá, pero no deja de estar". Algo que ya se había adelantado en ¿Simulacro del 'hecho sucesorio'?: ni el reparto de las funciones de "impulsor principal" y tesorero de los programas de salud, educación y revolución energética, ni la delegación de las demás funciones en su hermano significan que Fidel Castro haya "cedido" el poder.

Así como el Buró Político del Partido Comunista de la Unión Soviética acudía al semicomatoso Stalin para descifrar sus gruñidos y transmitirlos como directivas políticas e instrucciones de gobierno, Raúl Castro y los demás continuarán guiándose por las señas del Comandante en Jefe desde su convalecencia.

El investigador Domingo Amuchástegui (Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos) juzga "sumamente improbable imaginar a Fidel Castro liderando una contracorriente de oposición a las iniciativas de su hermano en medio de estas circunstancias". Menos probable es que Raúl se oponga al "Papá de todos los cubanos", aun si estuviera (que no está) en su lecho de muerte.

Los límites se rebasan por quienes conciben a los mencionados en la Proclama (Raúl, Balaguer, Machado-Ventura, Lazo, Soberón, Lage y Pérez-Roque) como "gobierno provisional" (EFE, agosto 1) o "gabinete de crisis", que podría desembocar en "triunvirato o una dirección compartida, a no ser que Raúl dé un golpe de Estado" (Alejandro Armengol, agosto 2). Tal parece que Castro remplazó su probada maquinaria dictatorial (Partido, Estado y Gobierno) por otra distinta, en lugar de haber delegado ya sólo sus propias funciones por motivo de enfermedad.

Esta falsa apariencia trae su causa de la cubanología barata. Junto a nociones tradicionales (duros y blandos, radicales y reformistas) suelen manejarse criterios de identificación de fidelistas y raulistas para urdir estructuras de poder más allá del dato crucial apuntado por Haroldo Dilla: ninguna figura del régimen castrista tiene base propia, sino prestada por Castro y, por tanto, tan revocable desde arriba como volátil abajo. Al no encajar ahora los hechos dentro de las estructuras inventadas, entonces se ponen en duda o se procede a enmascararlos con juegos del lenguaje.