Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Leyendo la prensa

El origen de la tragedia

Sucesión, transición, constitucionalidad. Las aristas del debate mediático sobre la enfermedad de Castro.

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Américo Martín se apeó con "El testamento de Fidel" ( El Nuevo Herald, agosto 5, 2006), preñado de confesiones propias: "Jamás imaginé que entre los cesionarios del poder figurara Ventura Machado (sic), debo creer que aquel fue puesto por Raúl, de quien es mano derecha. Ventura no goza de popularidad en ninguna instancia. Más sorprendente es que nadie pareció acordarse de Ricardo Alarcón".

Ernesto Betancourt siguió por el declive de que "Alarcón quedó fuera de la distribución de poderes" y "Raúl ha hecho mutis". Así desembocó en que "la cesión de poder de Fidel a Raúl es una manera desesperada para asegurar la continuidad de su régimen". No llegó adonde Mas Santos, sino que propuso: "Ante el desmerengamiento, hablemos con los militares" ( El Nuevo Herald, agosto 5, 2006).

El crepúsculo de los ídolos

Todo parece indicar que los militares en Cuba están movilizados y Castro ha delegado sus funciones de manera forzada, pero sin desespero alguno, abroquelándose con el socorrido escudo de la amenaza yanqui. Todas las figuras supuestamente omitidas permanecen en sus cargos y así continúan funcionando los aparatos del Partido (Buró Político, Secretariado y Comité Central) y la maquinaria estatal, en especial, los consejos de Estado y de Ministros.

La Proclama es casi superflua en cuanto a Raúl (quien por reglas de acción inmediata sucede a su hermano en las jefaturas de Estado y Gobierno, así como en el mando del Partido y las Fuerzas Armadas). Por consiguiente, el examen se reduce a las piezas de recambio en los llamados programas de salud, educación y revolución energética.

Tampoco aquí hay mucho que ponderar. Como aclaró Carlos Alberto Montaner, "esa gente no tiene ningún peso dentro de la estructura de poder. [Son] burócratas que tienen la autoridad que les confieren Fidel y Raúl" ( Diario Exterior de España, agosto 3).

Para el programa de salud, Castro escogió al ministro del ramo, José Ramón Balaguer. No lo hizo para el programa de educación, porque es más bien de adoctrinamiento ideológico y conviene ponerlo sosegadamente bajo la dirección del Partido, que está representado por el tándem de José Ramón Machado-Ventura y Esteban Lazo. El único programa de índole económica estricta se encomendó a Carlos Lage, quien ha llevado habitualmente esas riendas, así como los cheques al buró de Castro para la firma.

Es lógico que ahora Lage firme los cheques junto con Francisco Soberón (Banco Central de Cuba) y el canciller Felipe Pérez Roque. Este último aparece ahí porque los tres programas antemencionados se transfiguran hacia el exterior como las tres propuestas cardinales de Castro a la XVI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL), prevista entre el 11 y el 16 de septiembre en La Habana: la campaña de alfabetización, la formación emergente de médicos y la revolución energética.

Nadie puede tragarse que Castro atine a resolver el complicado problema energético a escala tercermundista, pero sus intenciones quedan claras en las restantes ofertas: 1) "Nadie tendrá más médicos que nosotros. Los médicos del Tercer Mundo se están formando, y luego podemos ayudar a educar a los del Primero"; 2) "Enseñemos a leer y escribir a cientos de millones de seres humanos, y les aseguro que tendremos cientos de millones de luchadores capaces de cambiar el mundo".