Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Diálogo, Castro, Carter

El primer diálogo de Ramírez Cañedo

Ramírez Cañedo atribuye a los escogidos participantes en el diálogo, sin poder negociador propio ni dentro ni fuera de EEUU, haber ejercido influencia sobre Washington

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El 6 de junio de 1978 quedó sentada en memo, según las memorias del Dr. Bernardo Benes, “la base de las negociaciones” que pasarían a la historia como el diálogo entre el Gobierno de Fidel Castro y la llamada comunidad cubana en el exterior. En casa de David Newsome, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, este y Peter Tarnoff, asistente del secretario de Estado Cyrus Vance, conversaron por más de ocho horas con los segurosos José Luis Padrón y Antonio “Tony” de la Guardia para arribar a resultados “concretos y específicos” [1].

Sin atenerse siquiera a la cronología, el Dr. en Ciencias Históricas Elier Ramírez Cañedo, nieto del finado ANAPista Pepe Ramírez y aun miembro de la comisión parlamentaria para la venidera reforma constitucional, viene como investigador de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado a remendar en “El primer diálogo” [2] la maraña política con que Castro embarajó sus negociaciones secretas con Carter cual si fueran diálogo entre cubanos: “Fidel expresó que las cuestiones de los presos políticos y la reunificación familiar eran discutibles [y] sólo discutiría estas cuestiones con la comunidad emigrada, porque eran asuntos que le preocupaban a ambas partes, pero no con el Gobierno de los Estados Unidos al que no le incumbían”.

  • Ramírez Cañedo se refiere a la conferencia de prensa que Castro dio el 6 de septiembre de 1978 (Bohemia, 15 de septiembre de 1978, pp. 52-66), sin advertir al lector que las negociaciones secretas con la administración Carter venían andando desde abril de 1978. Para la reunión del 14 de junio en Nueva York, el enviado extraordinario y plenipotenciario de Castro, coronel José Luis Padrón, soltaba ya que el Comandante en Jefe —sin dialogar con nadie— había decidido liberar unos cuatro mil presos políticos. El 8 de agosto se acordó en Atlanta que EEUU recibiría a quienes pasaran el debido proceso de verificación.
  • Ramírez Cañedo despacha la difícil ejecución del acuerdo con que “la burocracia norteamericana retrasó la entrada al país de otros cientos de exreclusos y presos”. Así mismo presenta como iniciativa de Castro discutir con la comunidad cubana en el exterior la liberación de presos, la reunificación de familias y los viajes a Cuba, en tanto Carter daba “frío y obligado reconocimiento”, como si desde julio de 1978 el Departamento de Estado no hubiera circulado (GIST) los cinco puntos de negociación intergubernamental Cuba-EEUU:
    • Excarcelación de los presos políticos estadounidenses y repatriación de otros ciudadanos americanos
    • Excarcelación de los presos políticos cubanos [énfasis añadido]
    • Reunificación de las familias cubanas divididas [énfasis añadido]
    • Retirada de las fuerzas militares cubanas de África, ya que los problemas entre africanos debían resolverse por ellos mismos
    • Compensación de las empresas y ciudadanos estadounidenses expropiados por el Gobierno Revolucionario

Como costurero remendón historiográfico del trapo político con que Castro busco tapar la negociación con Carter, Ramírez Cañedo llega al extremo de pasar la película al revés: “El diálogo colocó a Washington en una situación difícil y apremiante, pues si uno de sus reclamos fundamentales a Cuba, bajo su retórica de los derechos humanos, había sido la excarcelación de los presos políticos cubanos y la reunificación de las familias cubanas divididas; entonces no podía negarse, ni siquiera actuar con reticencia, ante los acuerdos formalizados entre la comunidad cubana en el exterior y el gobierno de la Isla”.

Antes de asumir Carter la presidencia, la liberación de presos políticos y la reunificación familiar figuraban ya en la agenda de EEUU. Así consta en las conversaciones con Pat Holt, enviado especial del presidente Nixon a La Habana en julio de 1974. Al dar Wayne Smith a imprenta The Closest of Enemies (W.W, Norton & Company, 1987) se supo también que ambos reclamos, junto con el primero del GIST, fueron discutidos con y aceptados por Cuba en la reunión secreta del 28-29 de octubre en Cuernavaca (México).

Así que todo se cuadró con USA antes de armarse el diálogo que, a la semana siguiente de la reunión en Cuernavaca, Ramón Sánchez-Parodi, jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, definió con preciosa exactitud: el Gobierno cubano iba a escoger con quienes dialogar (Miami News, 6 de noviembre de 1978). El 20-21 de noviembre dialogarían en La Habana 75 cubanos residente en el exterior y el 8 de diciembre, 140.

Sonsera contrafáctica

Ramírez Cañedo atribuye a estos dialogantes escogidos, sin poder negociador propio ni dentro ni fuera de EEUU, haber ejercido influencia sobre Washington y aun estimulado “a que la máxima dirección de la Isla decidiera apostar por el diálogo”, pero...

  • Ninguno tuvo nada que ver con que, el 15 de marzo de 1977, Carter retomara la iniciativa trunca de Kennedy al largar la Directiva NSC-6: “I have concluded that we should attempt to achieve normalization of our relations with Cuba. To this end, we should begin direct and confidential talks in a measured and careful fashion with representatives of the government of Cuba”.
  • Este impulso sería frenado por la intervención de Castro en la guerra de Ogadén (Etiopía). Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional, alegó que Cuba continuaba siendo un peón de Moscú, pero el secretario de Estado Vance apoyó a Carter y la negociación con Castro arrancó el 14 de abril de 1978 en Nueva York.
  • Al señalar como elemento estimulante “las gestiones realizadas ante el Gobierno cubano por Bernardo Benes”, Ramírez Cañedo invierte de nuevo la historia. Tal como relata Benes en sus memorias (páginas 5 y siguientes), el 23 de agosto de 1977 fueron a verlo a Panamá, donde estaba de vacaciones, el coronel Padrón, “apoderado de Castro, y su ayudante, Tony de la Guardia”, acompañados por otro seguroso disfrazado de cónsul: Amado Padron [3].

La historia que siguió a este contacto en Panamá es muy diferente al cuento que Ramírez Cañedo echa con evidente ánimo de dar al activismo procastrista en EEUU cierto pasado condigno del pacto Obama-Castro. Esa historia está contada al detalle por testigos de primera mano como el reverendo Manuel Espinosa y el capitán de la Dirección General de Inteligencia (DGI) Jesús Raúl Pérez Méndez, quien como funcionario del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) atendía el Departamento de la Comunidad Cubana en el Exterior.

Traer a colación a Benes pone irónicamente en solfa la tesis de Ramírez Cañedo de que el diálogo “solo fue posible debido al cambio de actitud que mostró la administración Carter al eliminar el apoyo a los grupos terroristas que operaban contra Cuba”. Según la nota tomada por Benes en reunión del 28 de agosto de 1981, “Padrón tenía un mensaje para Jim Freeman, segundo jefe del FBI en el sur de la Florida y jefe del Departamento de Asuntos Cubano en Miami, donde le decía, ‘el Gobierno de Cuba está dispuesto a donarle 5 mil dólares para que los inviertan en obras de caridad si dejaban al Alpha 66 continuar sus actividades anticastristas’” (página 212). Tal y como Posada Carriles, Alpha 66 era para Castro un medio de agitación y propaganda.

Como si entre abril y octubre de 1978 nada hubiera ocurrido en cinco reuniones secretas Cuba-USA, Ramírez Cañedo narra que “ambas partes [kubizhes] acordaron” —durante las sesiones del diálogo en noviembre y diciembre— la liberación de presos políticos y la reunificación familiar. Para caer como Chacumbele, Ramírez Cañedo desliza que otras iniciativas de los “representativos [fueron] recibidas con interés por el Gobierno, [como] un Instituto del Estado Cubano para atender las cuestiones de la comunidad en el exterior, el derecho a la repatriación, la posibilidad de conceder becas de estudios a jóvenes cubanos y la posibilidad de celebrar intercambios académicos y culturales”.

Coda

Así Ramírez Cañedo nos recuerda, sin querer, que Fidel Castro no prestó atención a ninguna iniciativa de los “representativos”, sino a los acuerdos con Washington.

Notas

[1] “Mis conversaciones secretas con Fidel Castro”, páginas 119-21.

[2] Ramírez Cañedo ilustró su remiendo ideo-historiográfico —en el segundo número de la revista digital Pensar en Cuba— con foto a color sin crédito (página 43) de una sesión del primer diálogo en La Habana. La foto viene del sitio Latin American Studies, moderado por el Dr. Antonio Rafael de la Cova.

[3] Padrón y Tony de la Guardia terminarían yendo al paredón en julio de 1989, junto con el general Arnaldo Ochoa y su ayudante, capitán Jorge Martínez, por tráfico de drogas embarajado como actos hostiles contra Estados extranjeros.


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