Esperando a Raúl
¿Qué hará el próximo gobernante? ¿Mantendrá el statu quo de la miseria o intentará apuntalar el edificio?
La muerte de Castro dejará un inmenso vacío psicológico, un terreno inexplorado de posibilidades y peligros. La luz del fidelismo puede alumbrar al régimen por un tiempo, pero no es un proyecto detallado para una sucesión a largo plazo.
Gallup dio a conocer hace poco los resultados de una encuesta realizada a principios de septiembre a residentes en La Habana (600) y Santiago de Cuba (400). Estos ciudadanos expresaron la satisfacción, ya conocida, por la salud y la educación, mucho más alta que la de sus similares en América Latina. Menos predecible resultó el 25% que expresó insatisfacción por las libertades personales, como la de tener la posibilidad de escoger cómo vivir, o el 40% que desaprobó la actuación de los dirigentes.
Oportunidades insuficientes
Aun si se consideran en el valor del contexto, Raúl y los otros deberían meditar con sumo cuidado sobre estas respuestas. Los ciudadanos que las emitieron pueden ser sólo la punta del iceberg y los sucesores —al menos, en su manifestación actual— no tienen forma de convencerlos. Sólo el 42% de los entrevistados creía que trabajar con empeño era la forma de progresar.
Los cubanos se juzgan a sí mismos como creativos y emprendedores, sin embargo se sienten más desgraciados en sus trabajos y en las oportunidades para destacarse y avanzar que los otros latinoamericanos. Apuntalar el edificio, ni estimulará el trabajo empeñoso ni desatará las energías empresariales reprimidas.
Si una vez los cubanos dieron la bienvenida a la Revolución con toda su entusiasmada esperanza, los de hoy están, en gran medida, atrapados en el miedo, la apatía y la impotencia. Sospecho que el "nuevo liderazgo colectivo" sabe que el único programa para llegar a los ciudadanos es una reestructuración económica radical.
De seguro, la legalización de los pequeños negocios llamaría la atención de los cubanos de a pie. Es riesgoso, pero hacer poco o nada también lo es. El Comandante evitó una Plaza de Tiananmen, pero puede ser que sus sucesores no lo consigan.
La apertura económica que facilite poder a los cubanos para ganar su sustento podría encerrar una miríada de consecuencias positivas. Con seguridad, mejorarían los niveles de vida. La producción de alimentos y de la industria ligera aumentaría de inmediato. Más allá de las ganancias materiales, Cuba ganaría de nuevo la esperanza.
Por tales motivos, en caso de producirse una apertura como esta, el exilio debería darle la bienvenida. El reverdecer del espíritu abonaría el camino para una Cuba democrática, la única en la que habría espacio para todos.
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