La cuestión cubana: ni es nada personal, ni todo es cuestión de negocios
Llama la atención la ausencia de propuestas entre los opositores, ya que solo se escuchan lamentos y críticas ante un hecho consumado
Iniciando un nuevo año y a tenor con la nueva correlación estratégica derivada de la reciente mejoría de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se han expresado todo tipo de opiniones desde las más distantes orillas de nuestro exilio sobre el tema en cuestión. ¡Quién hubiera creído que en ocasión del cumpleaños de su Santidad nos convertiríamos en testigos privilegiados e involuntarios del hecho político más relevante de las últimas cinco décadas de Cuba como nación!
Es cierto que el suceso en sí no conlleva la ansiada libertad del pueblo cubano, pero deja entrever la inminente llegada de la democracia a nuestra isla y no la sacrifica, sino que la facilita. Además, es innegable que la esperada apertura en el intercambio comercial y el acceso al crédito de las pequeñas empresas del sector privado y de los campesinos, redundarán en mejoras en la lastimosa calidad de vida del cubano común, amén de convertirlo en menos dependiente del entorno político dictatorial.
El ejemplo más parecido al de nuestro país ha sido el caso de Vietnam, otro enemigo histórico de Estados Unidos que ha vivido un beneficio notable en su economía y en la calidad de vida de sus connacionales después del restablecimiento de relaciones entre ambos gobiernos. También China ha resultado favorecida y su pueblo ha obtenido muchas ventajas materiales gracias a la política de nación más favorecida practicada por Estados Unidos en su comercio con ambos países.
El nuevo escenario de las relaciones con Cuba desmonta la vieja tesis de que no somos un mercado digno de consideración. Sin negar la importancia que nos confiere la situación geográfica privilegiada que posee nuestra isla, no creo que todo sea una cuestión de negocios. Si todo esto comportara beneficios a nuestro pueblo, en primer lugar materiales y en segundo lugar políticos, no estaría mal. Por otra parte la amenaza a la seguridad nacional para el gobierno americano debida a un eventual vacío de poder que conllevaría un éxodo masivo hacia sus costas es un tema más a tener en consideración.
La ignorancia a la oposición a la hora de entablar negociaciones entre las partes, se explica por la conocida imposibilidad de poner en marcha un frente común que nos conduzca a una salida democrática de la actual dictadura que dura ya más de medio siglo. Este asunto convierte a la oposición en un interlocutor inválido como fuerza política ya que está tan dividida que no es posible encontrar, no ya una voz, sino un buen oído que escuche en nombre de ese bien común, que debería ser la patria en mayúsculas.
Pasado el escepticismo inicial, llama la atención la ausencia de propuestas entre los opositores, ya que solo se escuchan lamentos y críticas ante un hecho consumado, elementos que nublan la brillantez de la mirada. Es muy fácil aconsejar al torero desde las gradas, pero ha llegado la hora de buscar soluciones a nuestros problemas sin esperar por Estados Unidos, la Unión Europea o por el Vaticano. Sería válido estudiar las recientes transiciones hacia la democracia tomando como modelo la apertura democrática chilena, la española y la unificación alemana, entre otros acontecimientos similares. Esto nos ayudaría a buscar una solución “a la cubana” y, una vez llegado el momento, no tener que vestir la camisa “a medida” de una tutela foránea para implementar la democracia en nuestra isla.
Alternativas:
Tal vez el modelo adecuado para la situación actual sea una asamblea constituyente o constitucional, integrada por cubanos de todas las latitudes, —no representantes— reunidos con el único propósito de regular las nuevas relaciones que surgirán entre gobernantes y gobernados, así como las nuevas atribuciones del poder.
Esta asamblea constituyente, como órgano supranacional y por encima de los intereses políticos minoritarios, estaría llamada a seleccionar las comisiones encargadas de elaborar la futura constitución o modificar la existente, elegir el tipo de gobierno a implementar, definir las relaciones con el ejército y los aparatos represivos de la tiranía, restablecer el poder judicial, definir nuestras prioridades futuras en política exterior, diseñar el nuevo escenario electoral y el estatus de los exiliados, entre otros asuntos de la más alta importancia. En esencia, todos aquellos espinosos problemas que nos tocará resolver en un corto o mediano plazo como nación.
Parafraseando al presidente de Estados Unidos, no se puede seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes en este 2015 que se nos viene encima.
Tania Bruguera con su acción reivindicativa en la Plaza de la Revolución ha dado un paso muy valiente que, a modo de yesca, podría encender la pasión dormida de nuestros intelectuales en la lucha por la libertad. Este acto, junto a nuevas formas de resistencia cívica, constituirán los primordios del nacimiento de la democracia. Es menester que entendamos que dejar estos asuntos en manos de nuestros vecinos del Norte puede ser muy cómodo a primera vista, pero muy peligroso también.
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