Actualizado: 25/04/2024 19:17
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La felicidad política

El problema no es la política de Castro, sino la política cubana en sí. Cuba se ha malogrado como entidad política.

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No es que Cuba no tenga futuro, ni que no pueda albergar varias dimensiones de lo feliz, lo que advierto es que esa felicidad no vendrá de la política y, en consecuencia, tampoco de sus líderes.

El liderato político cubano tiene tres fuentes visibles:

-La nomenclatura castrista.

-La disidencia, oposición o heterodoxia interna.

-Las organizaciones políticas del exilio.

Confieso que no me entusiasman ninguna de las personalidades que destacan en esos tres bloques; particularmente Raúl Castro, que, como es evidente, se trata de un desove del primer grupo.

Si bien los líderes del exilio me resultan tan familiares que no puedo tener de ellos la distancia necesaria en las admiraciones políticas, los que despuntan "dentro" padecen de esa soberbia tan ordinaria que puede observarse en los seres que creen tener una ventaja moral; en esta caso, la de haberse "quedado".

En el caso específico del funcionariado de la Isla, sus cabecillas me huelen intensamente a pasado. Los líderes de la oposición y disidencia interna tampoco me fascinan, y a los que admiro de veras, como el doctor Oscar Elías Biscet, se me aparecen más como figuras morales que como políticos fundadores.

Política de la urgencia

No debe asombrar entonces que Fidel Castro haya dejado un hermano en el poder, ni que ese hermano trate de ungir a su hija o su pariente. No se trata de una sucesión exitosa o de "la última victoria de Castro", sino de inercia, marasmo, estancamiento rutinario en una política que ya ha dado todo lo que puede dar de sí.

Me parece pertinente interponer un distanciamiento, un sano escepticismo en algunas interpretaciones utópicas de la presencia de Raúl Castro en el poder. A esta altura, el problema no es la política de Castro, sino la política misma, la política cubana en sí.

Cuando se ponga a pensar y concluya que no hay salida política, que el dominó está trancado, no es que usted es tonto o carezca de luz larga: se trata de que esa es la verdad, de que Cuba como entidad política se ha malogrado efectivamente. ¿Por cuánto tiempo? Pues, por todo el tiempo que una persona sana puede considerar.

Esa falta de tiempo es lo que llevó en el siglo XIX a concebir políticas anexionistas o tácticas migratorias que imprimieran velocidad a lo que una ilustración perezosa no podía conseguir sino en décadas, siglos. Es la urgencia lo que hace racional el exilio y la emigración, utopías instantáneas del sentido común que equivalen, en perspectiva micro, a un anexionismo del cuerpo.

Los norteamericanos temen una avalancha migratoria a las costas de la Florida, porque en su manera de ver las cosas, en su forma pragmática de imaginar el futuro de la Isla, como si ellos mismos fueran cubanos, lo único que les parece sensato es un viaje en el sentido de la prosperidad.

Nota: Entre las crecientes interpretaciones del "raulismo" sugiero evaluar el artículo Castro's Last Victory, de Julia Sweig, aparecido en el último número de la revista Foreing Affaires (January-February, 2007, pp. 39-56). En verdad, estas glosas han sido escritas para estimular la lectura de ese texto.


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