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EEUU, Elecciones, Demócratas

La política de EEUU entre el caos y la ideología

Los votantes demócratas se debaten entre dos metas, una muy práctica y otra que encierra el peligro de resultar contraproducente

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Dos batallas electorales se llevan a cabo en Estados Unidos este año. Una por la presidencia y el órgano legislativo. Otra dentro del Partido Demócrata.

La una es absolutamente política. La otra es fundamentalmente ideológica.

Los votantes demócratas se debaten entre dos metas, una muy práctica y otra que encierra el peligro de resultar contraproducente.

La primera es elegir al candidato mejor preparado para derrotar a Trump, por encima de cualquier otro requisito. La segunda es determinar si la organización continuará la tendencia centrista o de centro-derecha —que se inició con Bill Clinton, y que cuenta con cuatro victorias presidenciales, dos del propio Clinton y dos de Barack Obama—, o si prefiere a un candidato de marcada inclinación izquierdista, que remonte una esperanza de 50 o 60 años atrás.

Alguien que restablezca la cordura y el consenso en Washington o alguien que vuelva a ponerlo todo patas arribas como Trump; solo que en otro giro que no abolirá el azar.

De imponerse este segundo objetivo, lo que se trataría es de repetir “el fenómeno Trump”, aunque con una ideología contraria.

A favor de un candidato demócrata más radical está el entusiasmo de sus partidarios. Si la elección en marcha se va a destacar por la carga emocional y la polarización política extrema —más que por razonamientos, datos y cifras—, lo que dominará la lid es la combatividad, y resultaría un error buscar el centro cuando este puede ser fagocitado por los extremos.

Sin embargo, este camino resulta peligroso para la democracia liberal, porque atenta contra el equilibrio y el consenso. Solo que dicho peligro ya está presente actualmente, donde la unanimidad se ha impuesto como una regla partidista.

Difícil pensar en un Donald Trump trabajando con un Congreso dominado por los demócratas o imaginar un Bernie Sanders con otro en poder de los republicanos.

Pero el camino para llegar a la Casa Blanca de un candidato marcadamente izquierdista está empedrado de buenas intenciones aparentes y malos resultados en la práctica. En algunos casos es realidad, y en otros suposiciones y mitos.

Sin embargo, hasta la llegada de Trump, una elección presidencial se ganaba no solo con los votantes de base sino con el apoyo de un centro más o menos neutral e indefinido, que votaba de acuerdo al momento y no por principios ideológicos.

¿Fue 2016 una excepción o han cambiado las reglas para siempre? ¿Será 2020 una elección de cara al pasado, con dos tradicionalistas opuestos y complementarios? La mejor opción para Trump sería enfrentar a un declarado socialista, porque podría endilgar sus críticas a todas las ideas propias de su oponente y todos los males ajenos a este.

Sanders ha adoptado una agenda de izquierda tradicional, donde hay aspectos que le pueden ganar votantes y otros no. Entre estos últimos está el reemplazar los seguros de salud privados con un plan del gobierno.

Los estadounidenses quieren contar con un seguro de salud asequible, pero no limitado a un servicio estatal.

Lo que impulsó a los demócratas a recuperar la Cámara de Representantes en 2018 fue el temor de que el presidente Trump y los republicanos anularan la ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (“Obamacare”), y con ello se desestimaran las protecciones para más de 50 millones de estadounidenses con afecciones médicas preexistentes.

Entre ideología y razones prácticas se define la elección en noviembre. Pero antes de esa fecha, se debe pensar dos veces cuál decisión tomar.

Un argumento recurrente desde la llegada de Trump a la Casa Blanca es que este ha traído el caos a la presidencia.

Hay mucho de verdad en ello, pero la acusación puede volverse en contra de los demócratas, y lo ocurrido en Iowa no fue más que una repetición de la repetición que en buena medida marcó la anterior campaña presidencial y la consecuente derrota.

Aunque lo que más cuenta no son solo tantos errores reiterativos sino la necesidad de alcanzar una definición. Y si esta sigue prolongándose traerá su propia carga de fuego y furia, y lo que es peor: la posibilidad de una derrota.


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