Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Las más ilustradas del planeta

A propósito del jineterismo y de la novela 'Plataforma', de Michel Houellebecq.

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El turismo sexual es, mírese como se mire, un asunto sobremanera peliagudo. Si la prostitución en sí es un fenómeno tan antiguo como controversial, una ocupación permitida en unos países y severamente prohibida en otros, cuando se relaciona con viajes a regiones del llamado Tercer Mundo no suele tener demasiados defensores. Al menos defensores abiertos.

De eso, precisamente, trata la novela Plataforma, de Michel Houellebecq, publicada en español por la editorial Anagrama en repetidas ediciones de bolsillo. La obra, que está considerada una de las más importantes escritas hasta ahora por el célebre escritor francés, gira alrededor de un grupo de empresarios del turismo que deciden apostar fuerte por un proyecto de nombre Afrodita, el cual no es otra cosa que una amplia cadena de centros turísticos concebidos para el disfrute, más o menos abierto y muy desinhibido, del más puro turismo sexual.

Así las cosas, no es de extrañar que Cuba figure entre los planes de los avispados protagonistas de la novela. Desgraciadamente, no podía faltar. De hecho, varios de sus capítulos se desarrollan en la Isla, concretamente en un centro turístico de la costa de Holguín. Las páginas dedicadas a Cuba en el libro no son muchas; pero bastan para poner de manifiesto algunos de los problemas más agudos de la vida en el país.

El objetivo del autor no es analizar la sociedad cubana actual; pero a partir de las peripecias de los personajes durante su estancia en la citada locación y, sobre todo, de las reflexiones del protagonista, no es difícil llegar a varias conclusiones. Quizás la más importante es la nitidez con que se muestra el halo de desesperanza que flota sobre los personajes cubanos de la novela. Se nota, por cierto, que éstos han sido tomados casi directamente de la vida real.

La segunda conclusión es una verdad harto conocida por todos los que de un modo u otro seguimos la realidad cubana, y puede resumirse con un viejo refrán: Tanto nadar para morir en la orilla. Y para seguir con refranes, tanto escupir hacia arriba, para que ahora, tras casi medio siglo de construcción de la "nueva sociedad", el inevitable salivazo nos caiga en medio de la frente. Porque es doloroso reconocerlo, pero Cuba se ha ido convirtiendo, paso a paso, en un ingente polo de turismo sexual. Aunque quizás no todo esté perdido. Puede que el problema no sea tan grave como parece, que la sociedad cubana todavía esté a tiempo de regenerarse. Tal vez lo peor sea la fama que nuestro pueblo se ha ido labrando en los últimos lustros. Una fama, en mi opinión y pese a todo, injustificada.

'Las de antes'

Más que a su pasado, o a su presente de gente sexualmente hiperactiva, creo que esta reputación del pueblo cubano habría que agradecerla en gran medida al líder de la revolución y a sus órganos de propaganda, que cada vez que encuentran la oportunidad se afanan en denostar de todo lo que ataña a la Cuba anterior a 1959. Y esto ha dañado no sólo la imagen de la sociedad de entonces, sino la del pueblo cubano en general.

Para los que vivimos —aunque fuera de niños— la época anterior a la revolución, resulta incomprensible —además de indignante— el modo en que tantas y tantas personas de buena fe de todo el mundo se expresan sobre Cuba. Según su modo de ver las cosas, nuestra isla no era mucho más que una suerte de burdel de los norteamericanos. Lo más triste de todo es que dicen lo que dicen usando palabras acuñadas por Fidel Castro, quien para ellos es, con diferencia, la voz más acreditada de todas las que se levantan para hablar de Cuba.

Repitiendo machaconamente esa idea, se intenta desacreditar al vecino del norte, cuando lo que en realidad se hace es arrojar lodo sobre el pueblo cubano, sobre nuestras mujeres, las cuales, por cierto, nunca fueron tan liberales como en la actualidad. En Cuba había prostitución, como la hay en España, por ejemplo. Sólo que las muchachas cubanas no paseaban con el trasero al aire por las oscuras carreteras del país, ni se exhibían en las vitrinas, como ocurre en la muy civilizada Holanda.

Cierto que vendían su cuerpo, como lo han hecho durante milenios mujeres de esta condición en todo el mundo; pero sus servicios se pagaban con moneda nacional y eran accesibles a cualquier hombre que los requiriera —sobre todo cubanos—, y no sólo a extranjeros llegados de cualquier lugar con unos dólares en el bolsillo.

Las prostitutas "de antes" eran, por lo general, muchachas muy pobres, procedentes de ambientes desafortunados, que por circunstancias adversas de su vida se veían obligadas a recurrir al único recurso que poseían para subsistir en condiciones casi siempre precarias. Eran perfectamente reconocibles y todo el mundo sabía adónde ir a buscarlas si se necesitaban sus favores.

Hoy en día cualquier hija o hijo de vecino puede que se dedique a la prostitución. Cualquiera y con cualquier título universitario, a tiempo completo o de modo parcial. ¿Quién del gobierno en Cuba ha dado una explicación medianamente satisfactoria a este fenómeno? ¿Quién lo ha analizado en público? ¿Quién debería explicárselo al pueblo, aunque sea ahora que hay tiempo para reflexionar sobre los problemas del mundo más allá de nuestras fronteras?

La marca cubana más universal

Cualquier persona ajena a Cuba que lea Plataforma (e imagino que han sido muchas) concluirá seguramente que el modelo cubano de turismo está muy lejos del estándar internacional, que la animación es mediocre y la restauración muy mala. Por otra parte, a los turistas no les gusta la miseria que ven en derredor. Ni el modo en que se ven acosados en las calles por gente que trata de sacarle como sea unas monedas. La única oferta que se salva de la criba es la oferta sexual.

Por lo general, sólo quien la busca repite viaje a Cuba. Los demás piensan que con una vez ya es suficiente. Ojalá me equivocara. Ojalá mi patria fuera el mejor destino turístico del mundo. Sería un país rico con un pueblo feliz. Desgraciadamente, no es así. Mas algún día lo será. Le sobran condiciones para ello.

Me imagino que Michel Houellebecq viajó a Guardalavaca y vio de cerca las escenas que narra. En cualquier caso, lo que cuenta es un retazo de la vida en la Isla. Con unas cuantas pinceladas, el escritor ha sido capaz de exponer en toda su crudeza la esencia del fracaso del socialismo en Cuba. Tras la lectura de estas páginas todo queda claro. Si alguien creía aún en la utopía caribeña, tendrá una nueva oportunidad para poner los pies sobre la tierra.

En nuestra patria no hay "hombre nuevo", ni "sociedad más justa", ni nada de lo que durante medio siglo se le ha estado prometiendo al pueblo. Hay, sin embargo, jineteras y jineteros, la marca nacional del más universal y viejo oficio. Eso sí, con una novedad: las prostitutas cubanas están, según el comandante en jefe, entre las más ilustradas del planeta.


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