Actualizado: 25/04/2024 19:17
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| Opinión

Petición al mundo por la vida de Guillermo Fariñas

Un emotivo mensaje, que más que una súplica o una petición, es un llamado de alerta a la opinión pública, nacional e internacional

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Hoy no voy a escribir en tercera persona. Hoy escribo lo que siento. La emoción es quien me dicta las palabras en esta tarde. Hace algunos minutos, recibí la noticia de que otra vez estaba hospitalizado mi tío, el “Coco’’, como normalmente suelo llamarle. Ojala pudiera tener las palabras exactas para poder expresar la mezcla de sentimientos que me recorre. Es una mezcla rara, entre la angustia, el dolor y la rabia, y a la vez la esperanza. Esta última no me abandona, ni en los momentos más tristes.

Mientras voy escribiendo, recuerdo cada uno de los momentos que he compartido con mi tío Coco, en mi casa del Vedado. Las tertulias con mis padres y otros amigos hablando de política y el futuro de Cuba, las cuales me quedaba escuchando fascinada, tratando de aprender al máximo. Sus conversaciones conmigo, donde me contaba sus peripecias e historias, de las cuales muchas de ellas suelen llamarle “traqueteos”, que en el argot popular cubano significa problema. Porque la vida de los hombres como el Coco son verdaderas aventuras, donde los desafíos nunca acaban.

Me acuerdo, de sus consejos sobre la escuela, sobre lo necesario que es preparase para el futuro, sus consejos acerca de mis primeros amores de juventud, en algunos de los cuales terminábamos riendo, ya que mi tío Coco tiene un gran sentido del humor. Por último, recuerdo sus palabras antes de irme de Cuba, cuando me expresó que su mayor alegría era saber que la juventud cubana cuenta con el potencial para poder llevar a cabo los cambios democráticos, y que no me pusiera triste, porque mi deber era prepararme para poder ayudar a reconstruir el futuro de la nación; que lo que haría sería un viaje de corto tiempo, porque las cosas en la Isla cambiarían más rápido de lo que yo pensaba.

Mi angustia y el dolor de hoy, es la de no saber si otra vez podre abrazar y tener esos momentos con el tío. Y es que mi tío el Coco es de esos hombres que nacen con la misión de pasar por la vida dejando huellas, pero de las buenas. El es de esas personas que una vez que tú conoces, jamás podrás olvidar. En fin, es el tío casi héroe que todos queremos tener.

Al mismo tiempo, la rabia no me deja tranquila. Es en contra de las personas que en mi país permiten que un hombre como Guillermo Fariñas esté a punto de morir. A esas personas que no respetan la vida, que por tratar de mantener el poder tienen a muchas familias cubanas pasando los días más oscuros de su existencia, les pregunto: ¿Hasta qué punto hay que llegar, para que ustedes se den cuenta de que Cuba no puede seguir por el camino del odio y la intolerancia? ¿Hasta cuándo van mantener una postura de odio contra aquellos que sólo pensamos diferente? Y además: ¿Donde está la humanidad que han proclamado por más de 50 años? Ojalá que el arrepentimiento no llegue tarde a sus vidas.

Por último, a pesar de que los pronósticos no son alentadores, la esperanza no me abandona. Porque desde el fondo de mi corazón quiero y espero que no suceda lo más lamentable. Quiero pensar que tanto la opinión internacional, como la nacional, pueda ser una fuerza tan poderosa, que evite que mi tío tenga que morir.

Hoy, al terminar la tarde, rezo porque un verdadero milagro se produzca, que la mente y los corazones de los que dirigen el gobierno cubano pueda entender el momento histórico que están presenciado, y la magnitud de sus actos frente al sacrificio de Guillermo.

El tiempo y la historia son implacables con todo. Lo que vivimos hoy, va mas allá de qué partido o preferencia política tenemos cada uno. Es un momento donde el respeto a la vida de los hombres es la máxima a tener en consideración. Por lo que le pido a opinión pública internacional, y a los cubanos, que no descansemos hasta que la vida de Guillermo Fariñas esté a salvo, así como la de todos los prisioneros políticos de la Isla.

Giselle Recarey Delgado.

Hija de Héctor Palacios y Gisela Delgado.


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