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Enamorados, Amor, Literatura

Reflexiones en torno al amor

Contrario a lo que usualmente se cree, el amor, aunque exaltación de los sentidos, es, también una forma de la vida intelectual, estrechamente asociada con la función de la memoria

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Ayer se celebró el día del amor —o de los enamorados—, al menos eso insisten en recordarnos los comerciantes, ávidos de vender cualquier cosa, y quienes, para la ocasión, han saturado la publicidad y los escaparates de las tiendas de corazones rojos y de infatigables y rollizos cupidos siempre en trance de lanzarnos sus dardos fatales. Los más beneficiados son los perfumistas y los joyeros, y también, por supuesto, los floristas y los fabricantes de bombones —si bien el chocolate ha sufrido algún menoscabo en los últimos años como portador de colesterol y enemigo de la buena figura. Los novios, los esposos y los amantes están obligados por la tradición a intercambiar regalos en este día y, por extensión, se ha ido haciendo costumbre de felicitar y obsequiar a todos los que queremos, familiares y amigos. Sin embargo, el sentimiento que da lugar a este despliegue publicitario y a esta zafra comercial parecería, en estos tiempos, apenas identificable entre muchas parejas, abaratado tal vez como las tarjetas alusivas que se venden por millares en Hallmark. La atomización de la familia, y el alto índice de divorcios —especialmente entre parejas jóvenes— parecería decir que el “conocimiento” del amor genuino es inversamente proporcional a la avalancha de objetos y signos conque la sociedad lo representa: que nuestros contemporáneos parecen saber menos que sus antepasados sobre qué cosa es el amor, y que este sentimiento, el más noble de la especie, se ve aquejado, como otros tantos valores, por la masiva vulgarización. No es raro que muchos adolescentes confundan el amor con uno de sus ingredientes: la poderosa atracción física que se siente, pasado el umbral de la pubertad, hacia otro sujeto, que las más de las veces es del sexo opuesto. La urgencia sexual de los adolescentes suele ser tan avasalladora que se apodera, por así decir, de toda la vida anímica, anulando o ensombreciendo otros aspectos imprescindibles de la experiencia amorosa. En el “amor” de los adolescentes prima el deseo de la posesión, de la satisfacción personal y la necesidad de ser querido, rasgos que parecerían inevitables en esa edad de apremios y carencias; pero que son, por naturaleza, elementos antiamorosos, responsables del fracaso de tantas relaciones. De ahí que me atreva a afirmar que el amor verdadero —el amor activo, de amante— rara vez se produce en la adolescencia, a pesar de lo que nos cuenta la literatura, incluida la historia de Romeo y Julieta. La razón es sencilla, resulta muy difícil que un adolescente posea la capacidad de entrega, desprendimiento y abnegación que caracterizan al sentimiento amoroso más valedero. Los adolescentes son inmediatistas, porque no conocen el tiempo (usualmente viven en un presente instantáneo), son inmortales (creen que la adultez, el envejecimiento y la muerte son accidentes que le ocurren a otros) y en su mayoría son egoístas (piensan que el mundo se los debe todo). El amor se nutre de todo lo contrario. Me esforzaré en ser más explícito. Contrario a lo que usualmente se cree, el amor, aunque exaltación de los sentidos, es, también una forma de la vida intelectual, estrechamente asociada con la función de la memoria. Amamos a alguien porque lo recordamos —el olvido es siempre un anticipo de la muerte y, por tanto, del desamor— y porque persistimos en recordarlo en un instante, o en una secuencia de instantes, en que, a su vez, nos evocó un “recuerdo” anterior. Ese “recuerdo” lo constituye la suma de impresiones que ya en los primeros años conforman en nuestra memoria la fisonomía del amado (o amada). De manera que enamorarnos constituye una suerte de redescubrimiento, de ponernos en presencia de alguien que se asemeja a nuestro arquetipo y que, por esa razón, nos deslumbra. Amar a alguien no es más que eternizar ese deslumbramiento. El amor, además, es un ejercicio en el tiempo, o la negación consciente del tiempo —los adolescentes lo niegan inconscientemente. El amante es, de alguna manera, alguien que ha interiorizado, intelectual y emocionalmente, el sentido de la caducidad que está presente en todo el entorno de los seres humanos. El amante sabe —como el protagonista de La montaña mágica— que está hecho para el laboratorio de la tumba, que lo acecha diariamente la decrepitud y la muerte, frente a las cuales el amor constituye un asidero y un desafío, un frágil atisbo de lo eterno, y en esto radica la clave de la fidelidad. Final, y paradójicamente, el amor conlleva la negación, si no la anulación del que ama. Movido por la admiración y la ternura —dos componentes que no faltan en todo auténtico sentimiento amoroso— el amante, conforme a la definición de San Pablo, “no busca lo suyo”, sino que procura siempre el bien y la felicidad de la persona amada, aun a riesgo de la propia. El amante no busca tanto ser querido como querer, y en este empeño puede estar dispuesto a sacrificar su fortuna y su vida. Aunque es frecuente esta actitud en el amor de los padres por los hijos, en el amor erótico la fijación sobre un sujeto es más exclusiva y obsesiva, se trata, como tan bien ha dicho Juan Gil Albert “concentrar en alguien la atracción del cosmos”. A que negar que los resultados de esta obsesión pueden ser en extremo peligrosos. Admitiendo el derecho que todo el mundo tiene a celebrar este día con sus regalos y sus tarjetas, he querido tan sólo subrayar el carácter intelectual —en el sentido de mental— del Amor con mayúscula, así como su estrecha asociación con nuestra conciencia de seres en el tiempo, amenazados de continuo por el devenir y por la muerte; sin obviar lo mucho que tiene de fijación y hasta de misteriosa enfermedad, que ha resultado fatal no pocas veces.

Texto tomado de A lo largo del año, antología de columnas de opinión del autor, editado en Argentina por la Fundación Federalismo y Libertad (2021). De momento puede encargarse en https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-904778690-a-lo-largo-del-ano-vicente-echerri-_JM.

A la espera de que lo coloquen pronto en otros sistemas de librerías. También la versión en kindle está a punto de aparecer.


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