Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Transparencia Informativa, sin falsedad ni manipulaciones

Resulta absurdo e incomprensible, también contraproducente políticamente, restringir la divulgación de las informaciones o los análisis sobre cualquier situación de actualidad

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La sociedad contemporánea, la que nos ha tocado vivir en los primeros años del siglo XXI y los próximos, no es ni será la que conocimos anteriormente ni la que tampoco podremos valorar más acertadamente.

Hoy son muchos más los individuos que pueblan el planeta Tierra y también los que habitan en cada nación en particular.

El acelerado crecimiento demográfico es una de las características más significativas y preocupantes de los tiempos que corren.

Son solo, relativamente, los países más desarrollados y alguna que otra atipicidad, las sociedades que no experimentan esa explosión de crecimiento poblacional.

Ello, sin lugar a dudas, exige mayores esfuerzos productivos para poder garantizar las necesidades de una población cada vez mayor, pero no es ocioso recordar que el modelo de desarrollo económico y social más generalizado y vigente en el mundo es también generador de una creciente e irracional distribución desequilibrada de las riquezas.

Estas realidades contemporáneas nos muestran la preocupante contradicción de generar más tensiones e inseguridades socioeconómicas y ambientales.

Sin embargo, a diferencia de otros momentos históricos vividos por la humanidad, la mayor parte de los habitantes del planeta se aprovechan hoy y son usufructuarios, aunque no todos en similar forma y magnitud, de los impresionantes adelantos de la revolución científico-tecnológica que ha venido manifestándose, sobre todo, durante las últimas décadas.

Es conocido que varios de esos avances se han desarrollado de forma muy especial en el sector de las comunicaciones, que a su vez ha contribuido a una inconmensurable socialización o interrelación internacional entre las personas, instituciones y los propios gobiernos. La nueva dinámica comunicacional nos ha acercado a todos e influido en los adelantos de una globalización general de la sociedad.

De la misma manera, y a diferencia de algunos años atrás, las comunicaciones han posibilitado que todos los individuos, cualquiera sea el lugar de la tierra donde se encuentren, se mantengan cotidianamente al tanto de los acontecimientos más relevantes que ocurren en el mundo.

Por ello podemos suponer que una buena parte de la ciudadanía planetaria se encuentra mucho mejor informada y también más preparada que en décadas y siglos anteriores. Esto, sin lugar a dudas, es algo verdaderamente revolucionario y una gran conquista contemporánea de toda la humanidad.

Hoy en día no se puede desconocer, menos pretender esconder, la forma en que viven unos y otros pueblos, si además partimos de la consideración que la lucha de los seres humanos ha sido por adaptarse al medio y luego terminar imponiéndose a él para mejorar la calidad de vida. Debemos valorar entonces que los actuales niveles existentes de la comunicación mundial es un decisivo elemento de referencia para avanzar en ello, pero también de motivación y comparación entre todos los individuos, lo que sirve de acicate para desterrar el atraso o las injusticias sociales y asumir con responsabilidad y ética los nuevos adelantos que surgen para poder realizar los esfuerzos transformadores y de superación constante.

No se puede pretender encerrar a una sociedad en sí misma, porque ninguna sociedad desea que se lo impongan, cualquiera sea el modelo de desarrollo económico y social con que viva y se desarrolle. Resulta absurdo e incomprensible, y también contraproducente políticamente, la imposición de medidas que restrinjan el flujo de las informaciones o los análisis sobre cualquier situación de actualidad.

Son sencillamente nuevos retos que la contemporaneidad nos ha traído e impuesto a todos los países y sociedades y quien no los asuma como realidad y lógica del presente quedará cuestionado y ridiculizado por los propios acontecimientos y la misma historia.

Cualquier teoría política o económica es positiva cuando se justifica o sanciona con la vida, en la práctica, y los individuos pueden apreciar sus bondades y valores a través de los resultados que se obtienen de ellas.

Aspectos tan fundamentales como la libertad en todos los sentidos, la integridad de las personas, los derechos civiles, económicos o humanos, la democracia, la justicia social, etcétera son asumidos por los individuos de cualquier sociedad, cuando se toman en cuenta, se respetan y se cultivan además, día tras día, los valores que de ellos irradian y no se atenta restrictivamente contra ninguno de ellos.

Cuando, por el contrario, se infringe algún derecho ciudadano de forma coyuntural o permanente, la sociedad comienza a enfermarse, a des-cohesionarse política y socialmente y muchos individuos empiezan a expresar, aunque de diferente manera, su inconformidad e intolerancia contra los que así proceden.

Si complementando tal situación las autoridades existentes establecen medidas reguladoras o represivas, el fenómeno por lo general tiende a enturbiarse y hacerse cada vez más crítico.

Ésas son enseñanzas bien conocidas que nos reiteran muchas experiencias significativas de diversas luchas políticas en la historia e, incluso, de la misma contemporaneidad.

Las ideas se defienden con ideas, con argumentos, con análisis de conocimientos u experiencias que sean lógicas, coherentes y demostrables en la praxis con dominio de las causas y posibles efectos sobre cualquier situación.

Cierto es que la ingenuidad en política arroja siempre malas consecuencias y ello ha llevado a mucha gente a imponer sus políticas o puntos de vistas no solo a través del poderío y la fuerza, sino también utilizando o manipulando la información o los hechos para hacer quebrar o desvirtuar a su oponente o enemigo político.

Es muy difícil encontrar la bondad cristiana y por ello se ha generalizado la acción y reacción, si me pegas te pego, y se hace así en la mayoría de los casos y frecuentemente con los mismos procedimientos.

Esto no se justifica, a menos que se utilice el pensar de Nicolás Maquiavelo, donde en su célebre obra El Príncipe plantea que el fin justifica los medios.

La manipulación y/o tergiversación de la información en los medios masivos de comunicación se ha convertido para algunos en “arte o ciencia” malsano, se realiza además con frecuencia sin bochorno, ni pudor alguno. Qué vergüenza para los que así proceden ¿dónde quedan la ética y el respeto a la verdad que siempre merecen el pueblo o la ciudadanía?

Si es justo reconocer y aplaudir los avances tecnológicos que se ha producido en el sector de las comunicaciones, es necesario también el condenar su uso mañoso o las frecuentes prácticas manipuladoras y de tergiversación que ciertos medios y personajes realizan a través de los mismos.

Ello por supuesto tiene sus peculiaridades específicas en cada país, sociedad o sistema político, sobre todo a partir de las condiciones o coyunturas de que dispone cada quien, y su conveniencia de hacerlo. Esto ha contribuido a generalizar estas formas de proceder y ha originado, lamentablemente, una nueva asignatura periodística: la de la manipulación informativa, si bien se expresa fundamentalmente en el terreno político.

Opino que la contradicción se manifiesta en que la política es el arte de gobernar o dirigir un Estado o el conjunto de los asuntos que interesan al mismo y la manera de hacerlo.

Los medios masivos y los profesionales que en ellos actúan, aunque muchos sean del sector privado, son servidores públicos o de la sociedad y ésa es una responsabilidad social, pública y ética de la que no pueden sustraerse y menos proceder en contra de ella.

¿Cómo se puede justificar el manejo de informaciones con falta de transparencia y hacerlo conscientemente la mayor parte de las veces?

¿O que los medios masivos de difusión las divulguen, sabiendo de antemano que se lanzan al mundo situaciones o valoraciones que no se ajustan a la verdad de lo acontecido o lo que se quiere decir o lograr, y que esas falsedades lleguen al conocimiento de millones de individuos en el mundo?

¿Acaso interesa vivir en un mundo verdadero o en otro lleno de engaños y falsedades?

Los pueblos del mundo aspiran y luchan por vivir en un mundo mejor, menos conflictivo y desequilibrado, más solidario y respetuoso de los mejores valores políticos, cívicos y morales que ha logrado atesorar a lo largo de siglos el género humano.

También donde se profese un verdadero culto hacia la justicia humana y las necesidades de libertades plenas y mayor respeto por los derechos de todo tipo a que tienen prerrogativas indiscutibles todas las personas.

El mundo en que vivimos se ha ido haciendo tan complejo y contradictorio que es necesario detenernos a reconsiderar muchas de nuestras valoraciones y actuaciones pasadas y actuales y la forma en que nos desenvolvemos.

Mientras, los adelantos científicos tecnológicos nos hacen cada vez más asequible la tierra, la colocan y acercan más al alcance de todos, y el futuro no excluye incluso a la de otros planetas. Lo paradójico es que nuestra organización social y política contemporánea aún se basa en compartimentos reducidos a territorios específicos que llamamos países o naciones y se libra una lucha feroz por sacar cada quien las mayores ventajas en detrimento de otros.

Sin embargo, somos similares como seres humanos, por ser la más dotada y desarrollada especie viviente que se conoce, por nuestra capacidad de pensar y tomar conciencia sobre nosotros y todo lo que nos circunda, por requerir y tratar de satisfacer necesidades materiales y espirituales, por vivir en la tierra y relacionarnos con sus recursos naturales y otros muchos aspectos más.

Sin embargo, nos ha costado trabajo alcanzar una organización social armónica social, ecológica y políticamente, a pesar de que la tierra es la casa de todos.

Los análisis y la reconsideración a que alentamos, y que nos llevan a estos comentarios, se basan en hechos inobjetables a la luz de las realidades contemporáneas más contundentes:

Somos muchos y la población seguirá creciendo a un ritmo acelerado.

La Tierra sigue teniendo sus anteriores dimensiones, no crece, mientras muchos de sus recursos naturales se han agotado y otros dan síntomas de pronto agotamiento.

Diferentes tecnologías llamadas de “avanzadas” se han construido sobre la base de un mundo que parecía ser eternamente sostenible y que en realidad no lo es.

Los amplios y agudos desequilibrios económicos y sociales han provocado una contradicción muy peligrosa: la dramática ruptura entre el ser humano y el medio en que éste se desarrolló a lo largo de varios milenios.

No faltan los científicos y amplios conocedores de la ecología y la naturaleza que nos animan al cambio, porque si no lo hacemos con nuestras formas actuales de vivir y desarrollarnos no solo estaremos comprometiendo el futuro de las próximas generaciones, sino que pereceremos como especie.

De todo ello extraigo como consideración final que, sin pretender detener el desarrollo necesario, los avances de la ciencia y las tecnologías contemporáneas, se tienen que colocar en dirección de las necesidades y perspectivas de la sociedad humana, pero también de la organización social adecuada que todos debemos construir.

Por ello somos partidarios de que los avances impactantes de los medios masivos y de comunicación contemporáneos se orienten a favor de la transparencia informativa y la necesidad de desterrar las manipulaciones, engaños y falsedades.

También de que las informaciones o análisis, provengan de donde provengan y aun cuando cuestionen nuestras propias ideas, puedan efectuarse sin dañinas interferencias y fluyan normalmente, evitándose los obstáculos que, con gran dosis de arbitrariedad, impiden que lleguen a todos los ciudadanos. Así, cada cual podrá decidir o evaluar lo que mejor le parezca o más le convenga.

El siglo XXI no debe subestimar al pasado, pero probablemente deba proyectarse según sus realidades y adelantos. Tiene la oportunidad de despojarse de los juicios y prejuicios que ya resultan obsoletos, proceder solidariamente y solucionar, ante todo, los graves males sociales y ambientales que ha heredado.

Finalmente, debe acudir con sabiduría al crecimiento sostenible y a la búsqueda de la mayor armonía social y con el medio ambiente.

Pero para todo ello debemos saber que es imprescindible la transparencia informativa y la verdad por encima de todo, como principio irrenunciable e insustituible.



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