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¡Última hora! ¡En Cuba descubrieron el trabajo social!

Fidel Castro no consideraba útil para la revolución la profesión de trabajador social

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A finales de 2010 recibí una convocatoria de la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales (NASW, siglas en inglés) para visitar Cuba como parte de un intercambio profesional entre trabajadores sociales de EEUU y la Isla, con el propósito de estudiar los servicios sociales que se le están prestando a las personas de la tercera edad, los servicios y cuidados a los pacientes con cáncer, y el sistema de servicios y protección a la niñez y la juventud.

Se organizaron dos delegaciones, cada una limitada a 25 profesionales, a fin de garantizar la máxima interacción con su respectiva contraparte cubana. Las delegaciones irían en fechas diferentes. Del 13 al 18 de febrero 2011, el grupo de los Servicios y Protección a la Niñez y la Juventud, encabezado por Luisa López, MSW, Directora de la División para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales de la NASW. Del 13 al 18 de marzo 2011, el grupo de los Servicios Sociales para las Personas de la Tercera Edad, encabezado por Joan Levy Zlotnik, Ph.D., ACSW, Director del Instituto de Política de Trabajo Social de la NASW. Los participantes debían ser miembros activos de la NASW.

La noticia me estimuló la curiosidad profesional por dos razones. Primero, en Cuba trabajé, desde 1969 hasta 1993, en investigaciones multidisciplinarias y proyectos sociales para estudiar las condiciones de vida y trabajo de la población, solicitados por la alta dirección del gobierno y el partido, dizque para hallar soluciones a los problemas sociales que se agudizaban con el tiempo. Aquellas investigaciones abarcaban los diversos grupos de población residentes en el territorio nacional y de manera tangencial, se acercaban a intervenciones de trabajo social. Segundo, en los EEUU me he reciclado profesionalmente como trabajadora social, completando una maestría en ese campo. El haber sido estudiante a estas alturas de la vida, me ha permitido hacer la comparación de los programas de estudios y los requisitos para ser trabajador social en Cuba y en EEUU, y en algunos de los países europeos con tradición reconocida en ese campo. Inicié la búsqueda de información en bibliotecas e Internet, exprimí mi memoria y la de otros colegas, hice algunas entrevistas a trabajadoras sociales de diferentes generaciones, como Josefa Quintana, quien fuera trabajadora social en allá y aquí, y encontré algunas cosillas interesantes.

El presente Programa de Trabajadores Sociales surgió el 10 de septiembre de 2000 como parte de un paquete de 170 otros programas emergentes tratando de dar respuesta a la secuela social y política que había dejado el período especial para tiempo de paz (1989-1998). Aberración política que se le ocurrió a los jerarcas en el poder, después de la caída del Muro de Berlín, el desmantelamiento del campo socialista, y las Causas #1 y #2 de 1989, contra los generales Arnaldo Ochoa y José Abrantes. El punto más álgido del período especial se produjo en 1994 con la crisis de los balseros, en un nuevo intento del gobierno cubano para provocar una crisis migratoria similar a la de Mariel en 1980.

Entre el 8 y 10 de diciembre de 1998, se celebró el VII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas. Previamente los jóvenes de todo el país fueron convocados a dar opiniones y hacer críticas. Esas asambleas se han estado usando para pulsar la opinión pública, y sirven de válvula de escape al descontento político y social, a través del espejismo liberador que produce verbalizar pensamientos reprimidos. En aquella ocasión, los jóvenes cuestionaron la validez y vigencia del concepto del Hombre Nuevo. Estaban en los albores del siglo XXI, fecha mágica en la que todos los jóvenes cubanos serían seres humanos perfectos. Sin embargo, las cárceles estaban atestadas de jóvenes menores de 25 años que habían cometido algún crimen o delito común. Los que se graduaban de pre-universitario no podían seguir estudios superiores y tampoco había empleo aunque fueran profesionales graduados. ¿Cómo se explicaba este fracaso de la ideología tan cacareada durante medio siglo? De otra parte, la disidencia interna se diversificaba y cobraba más protagonismo, nacional e internacional. Las reuniones del partido y de la juventud empezaban a tomar un matiz que preocupaba a la dirección de la revolución. Para mantener el poder tenían que encontrar, a la brevedad, un mecanismo de control social que permitiera perfeccionar los mecanismos de represión, creando una base de datos a nivel de barrio, para conocer al máximo detalle posible, la dirección y fluctuación de la opinión popular. Por supuesto, con énfasis en aquellos barrios donde, previamente, se hubiera identificado a los más políticamente inconformes. Se puso en marcha la consigna Batalla de Ideas.

En noviembre de 1999, el caso del niño Elián González, le vino como anillo al dedo al Gobierno cubano para distraer la atención de nacionales y extranjeros de lo que realmente estaba pasando en la isla. En junio de 2000, Elián regresó a Cuba y en septiembre estaban todas las condiciones creadas para empezar a funcionar los Programas Emergentes, entre ellos, el Programa de Formación de Trabajadores Sociales, que convirtió a un importante grupo de jóvenes cubanos en lupas sobre los individuos y sus familias, para detectar e informar sobre desigualdades, problemas sociales y opiniones que pudieran servir de caldo de cultivo para acciones contestatarias y posiciones disidentes de la voluntad del estado.

Se escogió la otrora Escuela de Asistentes de Círculos Infantiles situada en Cojímar, Ciudad de La Habana para albergar al primer grupo de unos 600 estudiantes, egresados de pre-universitario, que no habían alcanzado matrícula universitaria ni tenían empleo. El primer curso tuvo una duración de seis meses y las materias que se impartieron eran de enseñanza general. Ninguna relacionada con la especialidad de trabajo social. En octubre 2001 había tres escuelas más: Santa Clara, Holguín y Santiago de Cuba, y se había ampliado el tiempo de estudios a un curso escolar completo. La filosofía de este programa, en palabras de la jefa del programa de la Capital, es “ser un ente coordinador para desarrollar el programa de cambio social dictado por la voluntad estatal… los trabajadores sociales no somos responsables de los cambios sociales…” (Entrevista, Mayo 3, 2008, Cubainformacion.TV).

Semejantes declaraciones merecen una reflexión. En enero de 1959, uno de los reclamos que se hizo fue la necesidad de un Ministerio de Bienestar Social. El 6 de febrero de 1959, se promulgó la ley creando el ministerio. El 4 de marzo del mismo año, la Dra. Elena Mederos (La Habana, 1900-Washington, DC, 1982) fue nombrada en el cargo de ministra. Cinco meses más tarde, la Dra. Mederos renunció por no estar de acuerdo con el rumbo que estaba tomando la revolución. El ministerio fue desintegrado en diciembre de 1959, Fidel Castro no consideraba útil para la revolución, la profesión de trabajador social. Las funciones administrativas asistenciales pasaron a la Dirección de Seguridad y Asistencia Social del Ministerio del Trabajo y, el manejo de casos en hospitales, al Ministerio de Salud Pública. La labor social se enfocó en el desarrollo de comunidades rurales, principalmente en las zonas orientales y central del país, y se creó el Grupo de Desarrollo de Comunidades (GDC), adscrito al Ministerio de la Construcción, bajo la dirección de Raquel Pérez de Miret. En el primer quinquenio de la década de los 70, el GDC comenzó una línea de trabajo urbana en el barrio capitalino de Cayo Hueso. Unos años después, la Sra. Pérez de Miret murió en un accidente de tránsito en la zona central de la isla. El GDC desapareció y se creó el Centro de Desarrollo y Control de la Vivienda, como departamento anexo al Consejo de Estado, dirigido por Nicia Agüero. En la década de los 80, el Instituto Nacional de la Vivienda centró todo lo relativo al desarrollo de la vivienda. En 1988, se creó el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital (GDIC) para la preservación del patrimonio histórico de La Habana y se comenzó a trabajar en el concepto de los Talleres Integrales del barrio, en localidades con altos índices de pobreza y problemas sociales, como Atarés, La Güinera, Los Pocitos, y se retomó Cayo Hueso. A esas fechas, la actividad de trabajo social propiamente dicha, se limitó a intervenciones de grupos de estudiantes universitarios de las carreras de sociología y psicología social de la Universidad de La Habana, bajo la tutoría de sus profesores. En resumen, a pesar de haber sido un reclamo desde el inicio de la revolución, el trabajo social como profesión, no fue considerado útil y necesario hasta que en 2000, lo visualizaron como vía de contención ante la depauperación de las condiciones de vida y trabajo de la población. Interpretación totalmente opuesta a la verdadera esencia de la ética de la profesión de trabajo social.

En el mundo moderno actual, la primera misión de la profesión de trabajo social es el mejoramiento del bienestar de los seres humanos, ayudándolos a que todos puedan cubrir sus necesidades básicas, prestando particular atención a las necesidades y empoderamiento de los grupos de población más vulnerables, oprimidos, y viviendo en la pobreza. El enfoque de la profesión de trabajo social es el bienestar individual en el contexto social y el bienestar de la sociedad en general. Los trabajadores sociales debemos ser promotores de justicia y cambio social junto, y en representación, de los individuos, familias, grupos, organizaciones y comunidades con los que trabajamos.

El Código de Ética de la NASW establece que los trabajadores sociales, por ley, trabajan bajo la premisa de respeto obligatorio a la confidencialidad y la privacidad del individuo, y al principio de auto determinación. Con el propósito de ayudar a descubrir y utilizar, las potencialidades que todo ser humano tiene. El trabajador social debe respetar la diversidad cultural, étnica, religiosa, política, orientación sexual, y condiciones especiales de las personas con las que trabaja. El trabajador social no da el pescado, enseña a pescar.


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