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Cuba, Venezuela, Maduro, Castro

Venezuela: el suicidio de la clase política y militar cubana

La credibilidad internacional del Gobierno cubano está en el punto más bajo de su historia

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La intervención cubana en Venezuela se constata una vez que usted entra por el aeropuerto. Es un cubano quien lo saluda y la da la bienvenida en el aeropuerto internacional de Caracas. Si hoy no los encuentra es que ha sido tan burda la penetración que los han retirado de los aeropuertos.

La penetración cubana en el gobierno, los órganos de inteligencia y en el ejército venezolano, se hace evidente por las prácticas de esos órganos orientados por la inteligencia cubana. La guerra del Gobierno de Maduro contra el Estado de Derecho venezolano, no es más que la reproducción de las tres máximas de la inteligencia y contrainteligencia cubana: crear el terror físico y psicológico, difundir mentiras sistemáticas sobre sus intenciones y las de sus adversarios, y utilizar la fuerza bruta contra los discrepantes. Es la misma táctica que emplea en Cuba de manera cotidiana.

En la historia cubana después de 1959, la política internacional del Gobierno cubano ha sido la bravuconería, la intimidación por la fuerza y la negativa a negociar. El primer gestor fue Fidel Castro y aún hoy los militares y políticos cubanos creen en esa misma línea, pero felizmente cada vez son menos los insensatos que se lo aceptan. Es como si la mayoría de la humanidad empezara a creer en los “valores” antioccidentales del ISIS. Así de despistados anda la clase política y militar cubana.

La diplomacia cubana es reacia a establecer el diálogo en igualdad de condiciones siempre que su interlocutor no respete todos sus intereses. El Gobierno cubano siempre ha pretendido una negociación “dura” en la cual es siempre su interlocutor quien debe ceder. La cooptación ha disminuido drásticamente por sus propios movimientos de estancamiento y contra reforma interno, y por las informaciones cada vez más extendidas sobre su intolerancia y represión al pensamiento discrepante. Sólo fanáticos desinformados siguen defendiendo el modelo cubano que les devuelve algunas migajas en dependencia de sus respectivas frustraciones y necesidades más relevantes.

El régimen no se cae, pero hace aguas y sólo la proa se observa en la superficie. La represión no puede seguir siendo la clave para mantenerse en el poder porque sencillamente “el rey está desnudo”.

Esta precariedad política se disfraza de “independencia nacional” y unos principios tan elásticos como otorgar al corrupto dictador Robert Mugabe la Orden Nacional “José Martí”. O tender alianzas con los gobiernos más impresentables del planeta como Irán, Norcorea, Rusia en sus afanes imperiales y China la potencia económica más corrupta del planeta y Vietnam con su sistemática represión al pensamiento discrepante.

Por supuesto, con su expediente de violador de todos los derechos humanos, —en Cuba ningún derecho es reivindicable ni justiciable—, el tema siempre le crispa, pero precisamente por ello teje alianzas políticas con los más sobresalientes violadores de Derechos Humanos sean países africanos o los antes mencionados, para hacer un frente común contra occidente en Naciones Unidas. La cultura y los valores de occidente los menosprecia a profundidad como los derechos humanos que dice respetar. Si eso es la “Revolución”, digo como Sabina que las revoluciones envejecen muy mal, peor que los humanos, entre las cuales menciona a la rusa y la castrista.

Ofensiva exterior y estancamiento de negociaciones

Desde 2014 con el deshielo norteamericano, el Gobierno cubano hizo una febril ofensiva diplomática en el exterior a partir del gesto del presidente Barak Obama y de la propaganda de una idílica reforma interna que ha demostrado su reverso en el 2017.[1]

En esos dos años, (2014-2016), bajo esta sombrilla, amplió su actividad diplomática con sus aliados tradicionales: Venezuela, Rusia, China, Nicaragua y Bolivia, y la mayoría de los países africanos, además del fardo siempre presente de su descabellada relación con Corea del Norte. Abrió las negociaciones en la Unión europea para eliminar la Posición común y afianzó su respaldo en Naciones Unidas participando desde mucho antes en el Consejo de Derechos Humanos. También realizó un mayor acercamiento a Irán.

Esta febril actividad diplomática se ha detenido en 2017, no por parte del Gobierno cubano, sino por el recelo que despierta su abierto apoyo a la “en marcha” dictadura de Maduro, la represión a los manifestantes pacíficos por los órganos represivos venezolanos y sus “colectivos armados” y los variados autogolpes de Maduro contra la Asamblea Nacional venezolana elegida democráticamente por alrededor de 14 millones de venezolanos.

La situación de crisis humanitaria, de alimentos y medicina ha trascendido a todos los países y a los organismos internacionales. Salvo los impresentables aliados tradicionales del Gobierno cubano, Nicaragua y Bolivia el resto de los países latinoamericanos, EEUU y Canadá, la Unión europea, la ONU, todos han manifestado y siguen manifestando su repudio a la “en marcha” dictadura de Maduro o en el peor de los casos guardan silencio, como Podemos en España y Francia Insumisa en Francia. O como el distanciamiento silencioso de Ecuador muy reciente.

A nivel interno el Gobierno cubano se ha dedicado a difundir las mentiras sobre sus propias intenciones y sobre el proceso venezolano que pudieran calzar su apoyo irrestricto, pero lamentablemente apuestan al bajo nivel de conocimiento de las instituciones democráticas en el interior de Cuba y al monopolio del discurso oficial en los medios de comunicación del país.

Sin embargo, no perciben el nivel de incredulidad que despierta su narrativa sobre el gobierno de Maduro y apuestan a imponer la autarquía en la información. Otra vez yerran sobre el flujo de información contemporánea y que el mundo sabe sobre sus troles de la información[2] siempre prestos a desacreditar a los que no compartan su visión gubernamental de Venezuela y Cuba.

Apostar por una dictadura en el 2017 en Latinoamérica, no es lo mismo que apostar por una “revolución de independencia” en 1959 en la isla de Cuba. Casi 60 años después, todos hemos crecido. El descrédito del Gobierno cubano para resolver las mínimas necesidades de los cubanos y su sistemática represión al pensamiento discrepante dentro y fuera del país le han dejado sin credibilidad. Nadie quiere el “modelo cubano” para sus respectivos países precisamente por sus resultados. Su intervención en Venezuela acrecienta el distanciamiento de EEUU, Latinoamérica, Europa y Naciones Unidas hacia Cuba, que marcha en reversa de la historia como un “mérito” y no como un verdadero suicidio político. Distinguir entre propaganda y realidad parece ser la primera tarea de la clase política y militar cubana que se suicida y no pretende darse por enterada.


[1] Ver Marlene Azor Hernández: “Cuba ¿Reformas y contrarreformas?” En un libro próximo a publicar por la Universidad de Xochimilco, México.

[2] “Con un ejército de troles el gobierno cubano libra una guerra para evitar noticias negativas” en Prodavinci.com, 15 de agosto de 2017http://prodavinci.com/2017/08/15/actualidad/con-un-ejercito-de-troles-el-gobierno-cubano-libra-una-guerra-para-evitar-noticias-negativas/


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