Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Derechos humanos, Represión

La cabra tira al monte

Sobre una réplica publicada en Granma, que tiene el resuello propio del que se atraganta en cada sílaba y en cada idea

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“La cabra tira al monte” dice el proverbio. También “Perro huevero ni aunque le quemen el hocico”. La sabiduría popular que es eso: sabia.

Una prueba, así, al azar, la encontramos en la página 3 de la edición Nacional del Granma, Órgano Oficial del Partido del régimen cubano, correspondiente a la edición del jueves 16 de junio. Allí se analizan (y con ello cito a la vez el título del artículo) “las ridículas declaraciones de Yánez-Barnuevo”. Esto, que debiera ser una noticia circunstancial y, por tanto, con fecha de caducidad, lamentablemente no lo es. En realidad va más allá y nos remite a la tendencia de la naturaleza del régimen y, por tanto, a los citados proverbios. Sirve para captar, entre otras, al menos una de sus constantes: la soberbia.

Las declaraciones a que se refiere fueron expresadas por el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores e Iberoamericanos de España, el señor Juan Antonio Yánez-Barnuevo ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados. El adjetivo que el empleado del régimen utiliza en su afán por atacarlas constituye una de las pocas palabras del lenguaje cotidiano de la dictadura —exiguo donde los haya— utilizadas para descalificar a sus críticos.

Pero aclaremos: El Secretario de Estado pecó en contra de la “sagrada” dictadura de la Isla al decir (“ridículamente”), que la situación de los derechos humanos en Cuba sigue siendo preocupante.

No sé (ni viene al caso para lo que me interesa) si habló a título personal u oficial. Si se considera la actitud habitual del Gobierno de España hacia el régimen castrista, debe ser lo primero. Pero de un modo u otro es lo mínimo que, si se habla en propiedad, puede decirse respecto de los derechos humanos en Cuba. Suponer que las ponderadas excarcelaciones, en su mayoría destierros (no importa si forzados, inducidos o voluntarios) deben cambiar esa percepción es, como poco, una frivolidad.

Pero el funcionario-propagandista cubano encargado de ejecutar la tarea, quizá sinceramente contagiado de la inveterada cólera oficial, escribe una réplica como corresponde al estilo del régimen: encolerizada. Tiene el resuello propio del que se atraganta en cada sílaba y, sobre todo, en cada idea. Aunque “idea” es un término demasiado generoso para referirnos a lo que nos referimos. Se trata, eso sí, de una radiografía condensada de los recursos “argumentales” del régimen.

A modo de ejemplo cito éste, el segundo párrafo: “Es sorprendente y a la vez ridículo que un representante de la Cancillería de un país en severa crisis económica y social, realice formulaciones injerencistas de ese tipo para congraciarse con el imperio, con la derecha (para quedar bien con el diablo y el diablillo), y zaherir la sensibilidad de un pueblo heroico como el cubano que, desde hace más de medio siglo, enfrenta ataques y campañas que intentan desacreditar a su proceso revolucionario”.

Insisto: Una síntesis farragosa de todos los lugares comunes de la retórica oficial. Y, en particular, de la táctica consistente en convertir la defensa en ataque (y si desproporcionado, mejor). O sea, criminaliza al contrario rebotándole las acusaciones y acto seguido adula al pueblo isleño, de cuya sumisión ha dependido y depende la poca legitimidad que algunos le conceden.

Ante una reacción semejante cuesta imaginar que el español solo dijo lo siguiente: “Partíamos de una situación de grave preocupación sobre la vulneración continuada de libertades fundamentales en la Isla y hoy asistimos a una situación que sigue siendo preocupante, pero en la que se han producido algunos avances significativos”. Algo que si yo fuera tan colérico como el autor de la réplica, me encolerizaría, sí, pero por lo contrario. ¿A qué se refiere cuando habla de “algunos avances significativos”? Se lo preguntaría (indignado) incluso si hubiese hablado de “avances” a secas. Pero la táctica es la táctica, y el régimen sencillamente es incapaz de modificarla aun cuando, como es el caso, se trate de un Gobierno nada hostil, que continúa empecinado en que la UE mire a Cuba como a un igual.

Así que lo que resta del texto se mantiene en esa tesitura, con la atención centrada en la situación de España: la represión a los “indignados” del 15-M; los casi 5 millones de desempleados por la crisis; una supuesta falta de libertades fundamentales de muchos españoles; el riesgo de pobreza que pesa sobre niños españoles; etc.

Esto, leído acá (en el país enjuiciado por el Granma; es decir, por el régimen), resulta (y vuelvo a la palabrita) ridículo.

En primer lugar, porque esa réplica no lo es en el sentido de “argumento”. Si acaso sí como “protesta”, “repetición” y/o “reprimenda”. Aunque a mí lo que más me recuerda esa simple reacción infantil conocida coloquialmente como rabieta. Ofuscados por la ira las únicas razones que atinan a oponer son los pecados o faltas del otro como si eso hiciese que los propios se legitimasen. O anulasen.

En segundo lugar, porque si bien la descripción de la crisis es correcta, no tiene las mismas raíces que la que afecta a Cuba. La de España obedece taxativamente a problemas sistémicos mundiales, agravados por una mala política económico-financiera nacional (basada en la construcción y el sector inmobiliario) que, al producir una burbuja, tenía que estallar. Si tuviéramos que resumir podríamos hacerlo del modo que sigue: La crisis española y del resto del mundo capitalista occidental deriva, en última instancia, de un mal uso de la libertad. ¿Y la de Cuba? Ésa parte de lo contrario. Es decir, de la falta de libertad. Dicho de otro modo: la crisis cubana es producto de una fatal combinación. Por un lado se mezclan la ineficacia del modelo y por el otro la irresponsabilidad y las pretensiones de un individuo o, si acaso, de una pequeña élite que, obcecada por el inmenso poder acumulado, implantó un régimen policíaco y un sistema económico cuyo clamoroso fracaso, en conjunto, es uno de los más tristes legados del siglo XX.

Un texto así resulta, por último (sí, es el mejor adjetivo, qué duda cabe), ridículo. Porque no es necesario imaginarse qué pasaría en Cuba si alguien gritase a la cara de los dirigentes las críticas y las reclamaciones, muy merecidas después de más de medio siglo de errores, privilegios, corrupciones y falta de libertad; o sea, si alguien hiciese lo que se hace acá con los políticos. No es necesario imaginárselo, ocurre todos los días.

El Granma concluye la rabieta con un párrafo arrancado del fósil del discurso castrista. Dice: “El señor Yánez-Barnuevo no puede aparecer como una virgen vestal en la política para dar recetas a Cuba con tantos y serios problemas que enfrenta España. Toda persona sensata y honesta coincidiría en que el Gobierno del país ibérico está muy lejos de ser ejemplo en lo que se refiere al respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales”, lo que, como escribo más arriba, adolece del infantilismo propio de las rabietas que, en cuanto tales, carecen de fundamento.

Lo grave es que aún hay muchos individuos, instituciones y Estados que validan esta visión de invidentes. Incluido (pese a ser esta vez el objetivo exterior del ataque) el de España. Estos pasan por alto el único hecho que parece comprobado; a saber, que los derechos humanos se violan, en mayor o menor medida, por una u otra razón, en todos los países del mundo. Lo que sucede es que en algunos (como España) esas violaciones son consideradas, jurídicamente hablando, como tales y, en consecuencia, se lucha legalmente contra ellas, tanto para prevenirlas como para castigarlas cuando se producen, y en otros (como en Cuba) esas violaciones son legales. Es más, se consideran derechos humanos en sí mismas. Y todo, solo con las coartadas que sabemos: el embargo comercial estadounidense, la malinterpretada docilidad del pueblo cubano (un pueblo férreamente controlado y oprimido) y la complicidad de esa “izquierda mundial” incapaz de encontrar puntos de referencia alternativos.

Así pues, “toda persona sensata y honesta” (cit.) puede y debe coincidir conmigo en que el Gobierno de España no solo está capacitado para dar recetas en ése y en otros asuntos a Cuba, sino que, por el bien del pueblo cubano, debe hacerlo. No importa que el régimen, lejos de escuchar, reaccione según su costumbre como la cabra o el perro de los proverbios: comiéndose los huevos o tirando al monte.


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