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Sociedad

Otra guerra perdida

El gobierno se conforma con decomisar antenas parabólicas: sabe que la ofensiva cultural e ideológica ya es inútil.

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Atajo provisional

Así, a golpe de represión, el gobierno ha logrado eventualmente atajar el problema en algunos lugares, donde los momentáneamente perjudicados buscan resquicios para no perder la ya popular opción de entretenimiento e información.

Alrededor del avance del cable podemos ver hechos llamativos: los empleados de la empresa estatal de telecomunicaciones ETECSA, extendiendo los dispositivos, con el consiguiente perjuicio para la disponibilidad material de la instalación de las redes telefónicas; la colocación de cables conductores bajo las calles, que después son cuidadosamente asfaltadas; los agentes de la policía "regalando" a las comunidades el nombre de algún trasnochado combativo denunciante; o la curiosa ironía de ver los vehículos que trasportaban a los encargados de la actual ofensiva anticable rotulados con la inscripción "En línea con el mundo". Sobran los comentarios.

Lo dicho hasta aquí son hechos y anécdotas, pero lo realmente importante del fenómeno son las interrogantes que abre y las lecciones que aporta.

Se suponía que las radicales transformaciones que la revolución ha tratado de operar en los patrones y referencias estéticas y culturales del pueblo estaban destinadas a "superar las carencias y lagunas de la cultura capitalista". Si esto es así, era de esperar que pocas horas después de apreciar las ofertas de la televisión del sur de la Florida, los sobreadoctrinados cubanos regresaran presurosos y felices a disfrutar de su muy superior televisión, haciendo de esa forma innecesarias las amenazas y persecuciones.

Discriminación y desconfianza

¿Por qué razón los ciudadanos no pueden ver lo que disfrutan los dirigentes del país y sus familias, hace ya mucho tiempo? ¿Acaso no éramos iguales?

¿Por qué los cubanos no puede ver la televisión que disfrutan todos los habitantes del planeta?

¿Acaso La Habana no confía en la preparación política, educacional y cultural de que tanto se ufana?

Como lo han hecho siempre que se disponen a controlar y reprimir, las autoridades de la Isla pondrán en tensión todas sus capacidades y recursos, lo cual no asegura de ninguna forma que logren borrar, del todo y para siempre, esa incómoda opción alternativa de entretenimiento e información.

Con la antena, unos han encontrado una vía de lucro a la que les es ya muy difícil renunciar y amplios sectores de la población han abierto una ventana que les brinda un panorama desconocido y promisorio, que al parecer mucho necesitan. Está por ver si el gobierno puede mantener permanentemente una dinámica represiva que limite en alguna medida la demostrada vocación reincidente de servidores y usuarios.

De cualquier manera, está claro que con sus escaladas anticables, las autoridades sólo pueden aspirar a triunfar en la dimensión material —todos sabemos que a estas alturas se conformará con eso—, porque la otra, la guerra cultural, parece haberla perdido de antemano.


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