Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Literatura

'Encuentro' número 39

Texto leído por el ensayista puertorriqueño Juan Duchesne Winter en la presentación de la revista 'Encuentro de la Cultura Cubana' en San Juan.

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En la perspectiva puertorriqueña la revolución cubana ya languidece como un viejo theme park para la aventura radical chic de cierta élite conservadora, muy bien colocada en esta sociedad del espectáculo. Es un destino turístico con un nicho cómodo, aunque algo datado. Pero en una sociedad plenamente entregada al espectáculo difuso como la puertorriqueña, la banalidad inconsecuente de los predicadores y los próceres wanna-be, asume no pocas veces una perversidad sorprendentemente dañina.

Es por ello muy pertinente la minuciosidad con que Quintero analiza el endurecimiento autoritario de lo que para muchos de nosotros fue la promesa de Casa de las Américas. No podemos dejar de interesarnos en la dramática liquidación de un espacio intelectual promisorio, escenificada bajo una jerarquía militarista y dogmática que eventualmente expuso ante todos su hostilidad visceral hacia la escritura y el arte en tanto ámbitos de libertad.

Es un tema pertinente en nuestro medio, a pesar de las apariencias. El neonacionalismo banal y menudo hoy reinante en Puerto Rico alimenta vínculos perversos con el nacionalismo grave y morrocotudo de la revolución cubana. A ello se vincula de alguna manera el placer que siento esta vez al presentar un número importante de Encuentro.

Otra banda de frecuencia

Si algo permite comparar a Encuentro con Casa de las Américas, es el incomparable registro, la banda de frecuencia completamente distinta, donde habla Encuentro. Casa representó un proyecto de expansión de una burocracia autoritaria sobre el terreno de la literatura y de otros discursos culturales, que se clausuró en torno a su propio cerco de vigilancia y control: aquello que Quintero define como un cierre poético-político que expulsa tanto a la política como a la poética. Casa cerrada, casa condenada.

En cambio, Encuentro discurre por un espacio exterior, exterior en un sentido menos geográfico y territorial de lo que parecería, pues no se trata propiamente de una revista del exilio ni exterior al territorio cubano, dado que en ella participan escritores residentes en Cuba o en otras partes del mundo y su foco asume las perspectivas intra y extraisleñas sin jerarquizarlas ni disolverlas.

La exterioridad de Encuentro corresponde más bien a la manera en que sus escrituras despliegan una espacialidad expuesta y sin territorio propio, donde la estética es zona nómada potenciada por la fragmentación y la política es política, es decir, se presenta como encuentro de singularidades y opacidades irreductibles a un sentido único, y no como la fulguración avasallante de un sujeto histórico que funde sentido y verdad, demandando la postración incuestionada ante el mandato del prócer que lo encarna.

Leer Encuentro es transitar estéticas que confluyen en políticas y viceversa, sin sujetarse a interpelaciones de autorización o desautorización moral. Política y estética comparten su condición de bordes sin territorio propio: por ello se encuentran pero no se funden, imbricándose como las superficies reversibles de una cinta moebius.