Actualizado: 17/04/2024 23:20
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Literatura

'Encuentro' número 39

Texto leído por el ensayista puertorriqueño Juan Duchesne Winter en la presentación de la revista 'Encuentro de la Cultura Cubana' en San Juan.

Enviar Imprimir

El mito de la excepción cubana, cuestionado ya en varias ocasiones por Román de la Campa y otros, se derrumba una y otra vez, cual una secuencia de vídeo en bucle, cada vez que leemos datos como éstos, en los que tantas fuentes coinciden. Pero, como ha sugerido de la Campa, la precariedad del mito yace, más que en las cifras del fracaso económico y social, en la factura misma del gran relato sigloveintista sobre Cuba.

El interesantísimo dossier sobre la primera oposición cubana surgida ante el irresistible ascenso de Fidel Castro al trono, no disminuye, sino que acentúa, esta sensación de que la Cuba revolucionaria y postrevolucionaria nunca dejó de ser, a pesar de los fuegos artificiales marxistas, otra cosa que un Estado-nación oligárquico más del ámbito latinoamericano.

No pretendo cuestionar la especificidad de tantos rasgos característicos del caso cubano, sino la excepcionalidad de la estructura de conjunto, en la larga duración. El repaso sintético y elocuente, con calidad testimonial, permitido por este dossier, aguzó mi mirada histórica con una frescura que sinceramente no esperaba.

Después de leer los testimonios directos de varios actores de la primera oposición y los excelentes ensayos reconstructivos de Javier Figueroa y Elizabeth Burgos, surgen planos de perspectiva que aquí sólo alcanzo a enunciar como conjeturas para mayor desarrollo.

La guerra sucia

Durante 1959 a 1965 el nuevo Estado cubano operó como una oligarquía militar que libró una guerra sucia para aniquilar la base social y política del movimiento antibatistiano y sus elementos democráticos, incluyendo a los componentes más esclarecidos del propio movimiento constituyente de dicho nuevo Estado, es decir, los cuadros indóciles del propio Movimiento 26 de Julio organizado por Fidel Castro.

La oligarquía militar fidelista prescinde por completo de la oligarquía socio-política tradicional y se propone sustituirla in nuce, desde la semilla. Es como si la junta militar argentina o Pinochet, ambos en la década del setenta, hubieran mandado a empacar a las oligarquías nacionales tradicionales a las cuales les arrebataron las riendas políticas del Estado.

El efecto de reconstituir el Estado oligárquico contra el posible afianzamiento de movimientos democráticos y sociales y contra el inminente surgimiento de repúblicas plurales, modernamente políticas, es el mismo. Sólo que Fidel Castro está en la posición de aconsejar a los militares latinoamericanos cómo arrebatarles completamente las riendas políticas a las oligarquías tradicionales, fabricar una oligarquía no tradicional totalmente sometida a su mando unipersonal y retener el poder mucho más tiempo del que el escaso conocimiento de las técnicas estalinistas que poseen estos homólogos suyos les permite siquiera imaginar.

Las decenas de miles de militantes del propio movimiento constituyente del nuevo poder, los centenares de miles de campesinos, obreros y miembros de la clase media movilizados históricamente contra la dictadura batistiana que luego fueron masacrados, encarcelados, desplazados, silenciados, expatriados o reeducados durante 1959-1965, fueron víctimas de una guerra sucia en la cual se reconfigura una nueva oligarquía extraída de sectores desclasados de la pequeña burguesía que se adhieren al aparato autoritario en ciernes, basado en el dominio político-militar.

Esta nueva oligarquía cubana refuncionaliza las racionalidades y técnicas pseudomodernas desarrolladas en el primer tercio del siglo veinte por las maquinarias leninistas, estalinistas y fascistas, resignificándolas dentro de una mitología nacional decimonónica poco diferente, en su gran relato de base, de las doctrinas de seguridad nacional y depuración moral de otras oligarquías militares de América Latina, con todo y sus imaginarios patriarcales y autoritarios.

Súbditos del poder

La oligarquía tradicional fue un objetivo de la represión del nuevo Estado fidelista sólo en la medida en que se trataba de un adversario a sustituir en el comando de la polis, pero el principal objetivo de toda la descarga destructiva y disciplinaria de dicho Estado fueron los sectores sociales subalternos en efervescencia que debían someterse, después de la toma del poder, al nuevo poder constituido y brindarle la sustancia hegemónica necesaria en la medida en que se lograba reproducir la subalternidad de estos sectores por otros medios más efectivos que los del anterior Estado oligárquico tradicional.

Esos medios incluyen las conocidas técnicas de encuadramiento, disciplina y resubjetivación de masas que manejaron regímenes totalitarios. Fidel Castro y su cuerpo de mando político-militar comprendieron muy rápidamente que los sectores subalternos que sostuvieron el movimiento revolucionario y constituyeron su poder inicial, debían ser desmantelados como poder constituyente para reconvertirlos al papel de súbditos del poder constituido que la historia, desafortunadamente, siempre les ha reservado a los oprimidos.