La era post-Fidel
Un libro se pregunta cómo será la gestión de Raúl Castro ante una hipotética sucesión: ¿Predominará el lado terrible o el generoso?
Preguntado por Encuentro en la Red, Hidalgo opina: "Latell conoce, como pocos, los intereses estratégicos de Estados Unidos hacia la Isla, dibuja un escenario de posibles ofrecimientos que un régimen post-Fidel pudiera ofrecer a EE UU, como piezas de cambio para una mejoría de relaciones, o al menos un período de descansada hostilidad. El control de la migración desordenada, la cooperación contra el narcotráfico y el terrorismo son las principales bazas en esa canasta, y son ofrecimientos posibles y tentadores".
"Aunque el actual gobierno norteamericano asegura que su compromiso con la democracia en el futuro de Cuba está por encima de estas opciones, es algo que está por demostrarse, sobre todo en la perspectiva de un posible cambio de administración en Washington. Seguramente, este es un elemento también presente en las actuales evaluaciones del gobierno cubano".
Un binomio casi perfecto
La obra contiene detalles interesantes de la primera visita de Fidel Castro a Estados Unidos, en abril de 1959. Según el autor, el gobernante se queja de que su hermano Raúl "provoca tensiones", en el preciso momento en que él trata de persuadir al gobierno norteamericano de la época sobre sus "buenas intenciones", que no es comunista y respetará el juego democrático. Ya en esos momentos, y de forma clandestina, Raúl Castro había iniciado los primeros contactos con la Unión Soviética.
Latell confiesa que, al principio, dio crédito a las intenciones de Castro de mejorar las relaciones con Estados Unidos, pero, dice, "cuando más tarde conocí mejor a Fidel y comprendí los patrones y la doblez de su conducta, llegué a la conclusión de que su primera intención era la de manipular a la opinión pública norteamericana. En realidad, Raúl no tenía razones para preocuparse".
Uno de los episodios poco conocidos de esta visita, es que Raúl se trasladó a Houston y en la suite l8-C del hotel Shamrock, los dos hermanos tuvieron una violenta discusión, con expresiones del calibre de "hijo de puta", que fueron escuchadas por otros miembros de la comitiva, que se encontraban en una habitación vecina.
El autor admite que probablemente nunca se sabrá el contenido de esta agria discusión, pero que pronto "los asuntos que provocaban alguna división fueron resueltos". Raúl pretendía que Fidel regresase a La Habana, pero este siguió viaje hacia Buenos Aires.
Al trazar los rasgos de ambos personajes, Latell señala que Fidel es caótico, impulsivo y centralizador, mientras que Raúl mantiene cierta "amistad con los subordinados, delega responsabilidades, solicita opiniones, trata a sus hombres como intelectualmente iguales". Raúl es organizado y pragmático, un complemento esencial para las labores gubernamentales y, en especial, en lo que se refiere a las Fuerzas Armadas; así forman un binomio casi perfecto.
Teresa Casuso, amiga de Fidel en el período en que vivió en México, recuerda que el actual gobernante siempre repetía: "resulta esencial inculcar en la gente que tenga fe en una persona". El escritor K.S. Karol describe la obsesión de Fidel por el control como "un sentimiento de que él resulta indispensable".
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