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Bolivia

La novela de Evo Morales

¿Será capaz el presidente de dejar atrás el populismo de peor cuerda y asegurarse una huerta en la posteridad?

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El Evo Morales que gobernará el próximo lustro entregó, sin embargo, más de una señal. El diario oficialista Granma, por cierto, se esforzó por pintar en su información al mandatario lanzador de rayos, pero sólo halló algún que otro trueno de bajos decibeles. La prensa extranjera, por ejemplo, no mostró alarma, ni la empresa foránea, ni la oposición. El británico The Observer destacó a un moderado, y El Deber, de Santa Cruz, dijo en un título que los "privados aplauden a Evo".

Entre otras medidas, el nuevo presidente garantizó la creación de un Banco de Fomento a favor del pequeño y mediano propietario. Viciosamente escamoteador, Granma obvió en su nota lo anterior, pero sobre todo la afirmación en cuanto a que Bolivia cuenta con gran apoyo internacional, "desde Estados Unidos hasta Cuba".

Parece que arribó la hora de dejar atrás el populismo de peor cuerda, de mostrarse ecuánime, de antever por dónde irá su narración para asegurarse una huerta en la posteridad. Morales escribió ya un buen número de capítulos, y en verdad no le ha ido mal. Valdría desplazarse unas semanas antes, y acaso captaremos los tonos inmediatos de su lenguaje.

Quien fue el cerebro del candidato y será la mente directora de su gobierno —el ex guerrillero, profesor universitario y vicepresidente Álvaro García— dijo recientemente que Morales no pertenece a la izquierda cadavérica, seudomarxista de los años cincuenta, sesenta y setenta, y añadió que en Bolivia se garantizará a la empresa extranjera reglas duraderas y recuperación de inversiones comprobadas. Este otro Álvaro, que escribe y publica al igual que su tocayo Mutis, se perfila como un personaje insoslayable en la nueva historia que ha comenzado a narrar Bolivia.

¿A lo Lula, a lo Chávez o a lo Castro?

Habrá que ver cuántas nuevas páginas dedica Evo Morales a sus amigos Fidel Castro y Hugo Chávez. Probablemente muchas, pues todavía son populares entre los desposeídos en Bolivia. Lo más relevante, empero, radica en que lo apoyarán con médicos baratos, decenas de miles de operaciones gratuitas en la Isla, becas gratis y… petrodólares. La Paz pretende aprovechar el gasoducto que a costo de más de 10 mil millones de dólares se proyecta desde Venezuela al meridión sudamericano. Constituyen justificaciones para la cercanía, aunque a multitudes de isleños y venezolanos les disguste.

Cuidadosamente, Álvaro García lo deslindó, tanto de Chávez como de Inácio Lula da Silva, al explicar a la prensa las razones por las cuales el otrora líder cocalero no se convertirá en ninguno de los dos. Las razones, por supuesto, habitan en el particular entramado boliviano. Con Castro no hay comparación, resultó desechado como futura encarnación para el hasta hace poco sindicalista. Se le identifica demasiado —dejó entrever García— con aquellos seudomarxistas de los años cincuenta, sesenta y setenta, a los que, por si fuera poco, tachó de seudoradicalistas conservadores.

El problema antropológico evidencia más profundidad en Bolivia que en ninguna otra nación del continente. El 62% por ciento de indígenas como Morales —en una población de nueve millones—, vive hegemonizado hace más de 500 años por blancos y mestizos. En anteriores gobiernos fueron, con alguna honrosa excepción, convidados de piedra. Ahora tomarán decisiones, y eso no está nada mal.