La novela de Evo Morales
¿Será capaz el presidente de dejar atrás el populismo de peor cuerda y asegurarse una huerta en la posteridad?
Esta subtrama podría ser tan principal como el argumento mismo, a la cual se sumaría la grave subordinación cultural, preñada de matices. En respuesta a la enorme interrogante, irresuelta en la mayoría de los rincones del planeta, abogó durante su asunción por acabar con la desigualdad, la discriminación y la opresión, para vivir con respeto a la diversidad multicultural, en unidad y paz.
La gira que recientemente incluyó cuatro países europeos, así como Sudáfrica, China y Brasil, no pareció tampoco retratar al líder sindicalista altisonante e incendiario. Sirve también como antecedente de lo que debe esperarse de Morales. La economía y la relación con países como estos son cosa seria, nada parecido a una turbamulta antiimperialista. No fue precisamente el organizador de campañas de insubordinación el que dejó grata impresión entre los empresarios galos que, como los de la petrolera Total, poseen significativas inversiones en la nación altiplánica.
Un acápite de corte pragmático ha de pergeñarse desde la óptica económica. Y ya Álvaro García advirtió a Buenos Aires que La Paz aumentará los precios del gas que vende a Argentina, muy por debajo de las cotizaciones internacionales. El anuncio, reflejado por la prensa —"no habrá más precio solidario", dijo el vicepresidente—, obligó a Morales a incluir en su gira, a última hora, una visita a Néstor Kirchner.
De la hipotética narración que desandamos, no faltarán las ásperas relaciones con Chile y la necesidad boliviana de una salida al mar. Si al candidato Ollanta Humala en Perú muchos lo tienen en el país austral por antichileno —está aún en campaña—, no fueron agresivas, sino muy serenas las ideas de Morales cuando aludió a la presencia de Ricardo Lagos en ocasión de su investidura.
Ante la visita a La Paz del primer presidente chileno desde 1955, Morales fue, diríamos, un narrador brillante: "No se trata de entrar en disputas ni figurar en los medios de comunicación informando algo que tal vez no sea posible", y pidió a la prensa "manejar con responsabilidad" los asuntos con el vecino. Ya en suelo boliviano, se entrevistaron nada menos que en la casa del mandatario aimara. Hay que admitir que Morales sabe lo que quiere.
El peruano Mario Vargas Llosa, el gran novelista que en política no escoge siempre el piano más afinado, divisa a un Morales que interpreta una única melodía, enredado en un círculo, y lo tacha de "emblemático criollo latinoamericano, vivo como una ardilla, trepador y latero, y con una vasta experiencia de manipulador de hombres y mujeres, adquirida en su larga trayectoria de dirigente cocalero y miembro de la aristocracia sindical".
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