Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Blogs y debate excluyente

Censuras y ataques personales hacen retroceder el debate público.

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Al final de una conferencia celebrada recientemente en la Florida International University (FIU), Rafael Hernández, director de la revista habanera Temas, fue consultado acerca del blog Generación Y de Yoani Sánchez y prefirió entrar en generalizaciones. A juicio suyo, las páginas digitales de asuntos cubanos no generaban el debate adecuado. "Por definición, no es un debate analítico, desafortunadamente tiene más de catarsis que de debate", lamentó.

No negó que pudiese existir discusión más o menos seria en algún sitio, aunque su resumen fue desalentador: internet y solar se juntaban, todo era ciberchancleteo. Debido al ruido ambiental, ningún asunto alcanzaba a tratarse cabalmente. No había oportunidad para escuchar al otro desde que era acallado con insultos. Las peores maneras impedían la discusión y, cuando no eran éstas, conseguían impedirla los empecinamientos personalistas y el recuento de traumas.

Las expectativas de Rafael Hernández acerca de un debate cubano, defraudadas por la mayoría de los espacios digitales, se cifraban en algunas publicaciones de la Isla. No en el diario Granma, al cual calificó de aburrido, sino en otros medios de prensa, televisión y radio. Y muy especialmente en la revista dirigida por él, que cada mes celebra una mesa redonda en donde los expertos responden a preguntas del público.

En ningún momento Hernández restó legitimación a opiniones contrarias a las suyas. Su disgusto ante tantas páginas digitales pareció venir, no de lo sostenido por dichas páginas, sino del jaleo que las constituye y de las intromisiones biográficas. Se trataba, ante todo, de falta de urbanidad. Por otra parte, su reparo al órgano oficial del Partido Comunista, inaudito hasta hace poco en cualquier intelectual oficialista, se redujo a pura cuestión estética. Granma aburría los mismo que una abuela, y era necesario dedicarle la misma condescendencia que a una anciana empeñada en repetir sus historias.

Estetización de lo político

Si acaso Rafael Hernández representa las últimas tendencias del pensamiento oficial cubano, puede deducirse que la sempiterna lucha ideológica se comporta en la actualidad como crítica de las formas. Un pensamiento de esta clase encuentra objetable, no lo que se dice, sino las formas que lo dicho adopta. Lo político pasa a ser entendido estéticamente, y no es de extrañar que la existencia del debate público dependa entonces de un protocolo, de una buena etiqueta instaurada. Así como tampoco resulta extraña la hipótesis que el añadido de ciertas amenidades logre hacer legible al diario Granma.

Utilizando razones de un galerista de pintura o un editor de poesía, bajo apariencia de haber dejado atrás los resabios de la política, pueden seguir ejecutándose las exclusiones de siempre. Con más licencia aún, ya que lo político insiste en su capacidad de inclusión mientras que lo estético se nutre de exclusiones. Así que, entendida estéticamente la política, aquello que debería ser discusión de todos se reduce a juicio de unos pocos. De unos pocos comisarios-estetas.

Hace unos años, a propósito de la existencia de sociedad civil en Cuba, Rafael Hernández aventuró que algo de ella podría encontrarse en los foros espontáneos que discuten sobre béisbol. La hipótesis de que la Esquina Caliente podría servir de modelo para el debate público centró una de las mesas redondas de la revista Temas y, si no recuerdo mal, aparece también en su libro Mirar a Cuba. Ensayo sobre cultura y sociedad civil (Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1999).

Con tal de no exigir espacios de discusión a las autoridades políticas, con tal de no perder un puesto y sus ventajas, el intelectual cubano se complacía en suponer una polémica de mayor calibre en aquella controversia sobre alineaciones, promedios de bateo y carreras anotadas. De este modo lograba imponer la creencia de que en Cuba existía no menos sociedad civil que en el resto de los países, aunque tuviese que adoptar curiosas formas vernáculas. Tal ocurrencia servía, además, para deslegitimar cualquier intento político de veras, pues ningún movimiento opositor iba a competir en visibilidad con el debate callejero sobre béisbol.

Escamoteo de la disensión

Un escamoteo de la disensión no muy distinto se hizo evidente el pasado 29 de noviembre en la mesa redonda convocada en La Habana por Temas bajo el título "Internet en la cultura". En su conferencia miamense de unos días antes, Rafael Hernández había dejado claro que la entrada a tales eventos era libre. El espacio, auspiciado por la revista y por el Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos (ICAIC), no era acotado policialmente de ningún modo, y los especialistas intercambiaban dentro de él con el público interesado.

La verdad, sin embargo, resultó ser distinta. O quizás lo escuchado en Miami fue una verdad de exportación, reservada para académicos norteamericanos. Porque en la filmación aportada por Yoani Sánchez en su blog puede verse cómo fue prohibida la entrada a varios blogueros. Como si el tema en discusión no les incumbiera. Como si el aséptico espacio de discusión necesitara ser preservado del ciberchancleteo.

En esa misma filmación, Yoani Sánchez parece haber burlado la vigilancia y, ya adentro, toma la palabra para denunciar la prohibición que pesa en Cuba sobre tantas páginas digitales. Lo mismo que en las imágenes de su visita a hoteles donde le niegan el acceso a internet y en las de la oficina de Inmigración donde le notifican la prohibición de viaje, queda en estas imágenes testimonio de cómo actúan en Cuba la represión y la censura política.

Tal vez no le falte razón a Rafael Hernández cuando habla de una vulgaridad que entorpece el debate. (Lo vulgar del blog Generación Y no reside, hasta donde conozco, en las entradas de su autora, sino en los comentarios dejados allí por anónimos y seudónimos. Tal vez lleve razón él al considerar que la catarsis impide la comprensión entre unos y otros. Pero me pregunto por qué no dedica al ruido de unas publicaciones digitales algo de aquella empatía que destinara a la vocinglería sobre pelota. Calculo que, en caso de hacerlo, descubriría impetuosidades no muy distintas entre la Esquina Caliente y dichas publicaciones. Y creo que estas últimas, por ocuparse abiertamente de política, le valdrían mejor como ejemplo de sociedad civil o amago de ella.

Pero, alcance o no Hernández tal empatía, después de sus palabras en la conferencia de FIU tendría que garantizar que el espacio de discusión de su revista no fuese clausurado a nadie. Le correspondería demostrar que Temas es algo más que una vitrina al extranjero. Y, si de veras piensa que la incivilidad dificulta el debate, nada mejor que inducir a las responsabilidades del diálogo, hasta convertirlos en interlocutores, a Yoani Sánchez y al resto de los blogueros dejados fuera.

Responsabilidad del diálogo

No hace mucho, debido a restricciones del anterior gobierno estadounidense, Rafael Hernández debió sufrir al menos una negativa de visado. Por fortuna, actualmente es profesor invitado en la Universidad de Texas en Austin. Ha podido presentarse, afortunadamente, en el Centro de Investigaciones Cubanas de FIU.

No es por cortesía o buenas maneras que me congratulan esas viabilidades, sino porque considero que su exposición a ambientes y públicos menos controlados que los habaneros lo obligarán a refinar sus puntos de vista. Y, si hace unos años llenaba el vacío de su discurso con aquella ocurrencia de la Esquina Caliente, la discusión actual habrá de exigirle más esfuerzo intelectual.

Es de esperar que el paso por universidades extranjeras sutilice sus reflexiones y añada algo de riesgo a su pensamiento. (Ya hay cierto riesgo en reconocerse, como lo hizo él, aburrido lector de Granma. Y en declarar que no sólo Fidel Castro obstaculiza el diálogo).

Tal vez las facilidades tecnológicas que propician o propiciarían el debate público en páginas digitales resulten todavía demasiado novedosas como para que hayamos aprendido a conducirnos bien dentro de ellas. No veo, sin embargo, problema alguno en que constituyan espacio para la catarsis. Dado lo inevitable de ésta, la cuestión estriba en acceder a lo general a partir de detalles. Y se trata de un aprendizaje que debemos hacer entre todos.

Cuando debatimos, aprendemos al mismo tiempo a debatir. Pueden ser diversos los temas en litigio, pero uno de ellos, implícito siempre, es la naturaleza del debate. Una buena discusión versa también sobre ella misma. Y el diálogo, mientras se hace, construye leyes, sus leyes. Es necesario entonces propiciarlo, no sólo con el aporte de cada quien, sino mediante dignos interlocutores.

Somos, pues, responsables de encontrar con quiénes discutir. Somos responsables de dignificar a quienes hablamos. Y al desechar de plano a alguien, al cerrarle la puerta y no dejarle abrir la boca, al recurrir en política a esteticismos excluyentes, obramos en contra de la aparición de un debate público verdadero. Ayudamos a demorar aún más su llegada.


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