Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Detrás de la fachada

Con una ausencia de soberanía económica y política: ¿Puede existir el Socialismo?

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Minimizar la riqueza

La verdad es que el capitalismo de Estado cubano es incapaz de parir una sociedad económicamente superior al capitalismo democrático de mercado que intenta sustituir, según la ideología del poder, ya que ni siquiera supera al régimen de capitalismo corporativista que le precedió. Este último alcanzó niveles de crecimiento del ingreso real percápita y otros indicadores muy superiores a los actuales.

Tampoco puede existir siquiera como realidad alternativa al capitalismo, de ahí su falsedad, ya que el sistema económico cubano es una regresión del "capitalismo malo" que existía antes del triunfo revolucionario hacia el peor de todos los capitalismos, el monopolista de Estado, con máxima centralización y estatización, sin autonomía para los agentes económicos, con un sistema de incentivos y de precios distorsionados, pero aun dependiente de las relaciones mercantiles y monetarias, dos de las características fundamentales del capitalismo, para canalizar su proceso productivo y de consumo.

De ese socialismo Potamkin, un capitalismo de Estado con máscara socialista, sólo se puede salir invirtiendo el movimiento en la otra dirección, es decir, evolucionando hacia un capitalismo cada vez menos monopólico y centralizado, permitiendo mayores espacios de libertad económica y la distribución de recursos de acuerdo con las leyes de oferta y demanda. Asimismo, mientras más radical sea ese alejamiento, mayor será la reactivación de las fuerzas productivas y la transformación de la economía en una máquina creadora de riqueza.

Sin embargo, por mucho que se busque, no se encontrara ningún indicio de "socialismo", ya que todas las alternativas estructurales posibles existen como parte de un espectro capitalista continuado o frontera de posibilidades, que incluye desde el capitalismo de Estado con totalitarismo hasta el capitalismo libertario de Hong Kong, pasando por las otras modalidades que van desde el fascismo hasta las economías mixtas occidentales que residen entre esos dos extremos.

Por supuesto, que las diferencias fundamentales entre esas variantes de capitalismo se explican tomando como referencia el grado de libertad económica. De ahí que la calidad y la eficiencia del tipo de capitalismo y su capacidad de crear riqueza aumenten proporcionalmente a medida que mayor sea esa libertad. No es por casualidad que las sociedades más represivas y con menor grado de libertad económica sean también las más pobres.

Por ejemplo, Cuba ocupa el lugar 156 en el ranking mundial del Índice de Libertad Económica que publica la Heritage Foundation y el último lugar de 29 países en Latinoamérica. Según este método de análisis, Cuba posee un grado de libertad económica del 29,7%, que es la mitad del promedio regional, mientras Hong Kong ocupa el primer lugar mundial con un índice de 89,35% y supera con creces el average regional y mundial. No debe ser sorpresa entonces que el PIB percápita de Hong Kong sea hoy más de siete veces superior al de Cuba.

Lo que hicieron los jerarcas totalitarios de izquierda fue retrotraer sus sociedades a un capitalismo más ineficiente y menos productivo del que tenían cuando llegaron al poder, ya que, por un lado, era imposible construir el socialismo por decreto saltando etapas del desarrollo, y por otro, no podían abandonar los principios de gestión de la economía capitalista, ya que necesitaban crear la base material de un socialismo verdadero que vendría en el futuro por la mano de la dictadura del proletariado y que nunca se materializó.

Al mismo tiempo, no tenían intención de repartir la propiedad de toda la industria a los trabajadores y la tierra a los campesinos, ni de otorgarles total libertad de autogestión, ni de mantener al mercado como regulador de precios y distribuidor de recursos: todo eso era contraproducente a la consolidación del poder totalitario. En realidad, una sociedad con socialismo de mercado y con un sistema de propiedad similar al modelo de libre competencia, nunca ha existido en ningún lugar del mundo.

La nueva clase

Nada diferente a esas experiencias anteriores podía haber ocurrido en la Isla, cuando los revolucionarios que tomaron el poder tenían las mismas intenciones políticas y objetivos estratégicos que las de sus pares totalitarios. Por eso, cuando Fidel Castro anuncia el "carácter socialista" de su revolución en los albores de la operación de Bahía de Cochinos, lo único que hace es formalizar su intención de pertenecer al bloque totalitario del Este, liderado entonces por la URSS. Nada trascendental ocurre en cuanto a la estructura de propiedad estatal prevaleciente en su economía y el carácter totalitario de su régimen, ya que el Estado ya estaba embarcado en un proceso de centralización y estatización para perfeccionar el control totalitario de la sociedad y acabar con todo indicio de libertad económica y empresarial, que nada tenían que ver con la "construcción del socialismo" y sí mucho con la perpetuación indefinida en el poder de la nueva clase.

Dada la frontera de posibilidades de la economía mundial, el régimen totalitario no tuvo otra alternativa que operar bajo reglas capitalistas, como las relaciones mercantiles de producción (cuando se produce para un mercado) y las monetarias (cuando se trabaja por un salario), y seguir su comercio exterior bajo las reglas y precios del mercado mundial capitalista. En este asunto, no existe libertad de elección, ya que la economía capitalista es una sola y determina la estructura bajo la cual las economías nacionales responden a sus estímulos y penalidades creando el marco en que operan las leyes económicas.

No hay escape posible del capitalismo, ya que es el sistema que rige las relaciones económicas internacionales y ningún malabarismo dialéctico o fachada ideológica socialista puede alterar esa realidad. Por eso, el único movimiento posible en la frontera de posibilidades de la economía mundial para todos los actores nacionales, es la reducción o ensanchamiento del grado de libertad económica, sin abandonar la frontera de posibilidades del capitalismo.


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