Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Detrás de la fachada

Con una ausencia de soberanía económica y política: ¿Puede existir el Socialismo?

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Las dos grandes diferencias entre el "capitalismo supermalo" de Estado cubano y una sociedad de mercado con "capitalismo bueno", son, primero, que el totalitarismo de la Isla llevó la concentración de la propiedad estatal a su máxima expresión para minimizar la libertad económica, mientras que las "economías mixtas" occidentales crearon un balance más o menos proporcional entre el sector privado y el estatal para maximizar la creación de riqueza junto al mantenimiento de una equidad social aceptable para la mayoría, y segundo, que le arrebató el papel fundamental como distribuidor de recursos al mercado, mientras que en el resto de Occidente, nunca se fue más allá de la planificación indicativa y del control temporal de precios en tiempos inflacionarios.

Irónicamente, el régimen tampoco pudo deshacerse totalmente de la influencia de la mano oculta del mercado, ya que en vista del agravamiento de la escasez por la distorsión del sistema de incentivos y de la estructura de la propiedad, el mercado negro retomó la función de regulador de precios, sirviendo de contrapeso a los distorsionados que asigna la burocracia estatal.

Resulta también irónico que la verdadera naturaleza capitalista de los regímenes totalitarios de izquierda que se autodenominan "socialistas", aflore con las reformas que ponen en práctica para perpetuarse en el poder. El ejemplo clásico es el totalitarismo chino, que en vez de avanzar hacia la "construcción del socialismo" mediante el reparto de la propiedad a los trabajadores, impulsó medidas descentralizadoras y privatizadoras para reformar el ineficiente modelo que prevaleció sin libertad económica hasta el fin de la revolución cultural impulsada por Mao. A partir de entonces, edificó un modelo corporativista muy similar al de los regímenes fascistas y autoritarios de derecha del siglo XX, como la Italia de Mussolini y la Argentina de Perón, con el objetivo de armar un capitalismo que "cace ratones" y sea más propenso al avance de la modernidad sin soltarle todas las amarras a la libertad económica.

El fascismo deviene así la única forma de lograr la convivencia de un sistema económico capitalista "menos malo" que el de Estado, gracias a una estructura de propiedad reformada con mayores espacios para la actividad del sector privado y la transferencia de mayores poderes al mercado con un sistema político totalitario. Es decir, un movimiento limitado a favor de la libertad económica en la frontera de posibilidades capitalista.

Hacer crecer el pastel

De ahí que la transición del capitalismo monopolista de Estado al fascismo corporativista sea muy conveniente para la nomenklatura china, ya que le permite expandir el universo de sus privilegios y mejorar las condiciones materiales de vida de su pueblo, sin perder el control político. Por esa vía, también podría escabullirse la nomeklatura cubana, si logra conformar un consenso político a favor de la reforma después de la muerte del tirano en jefe.

Lamentablemente, esa transición parece muy atractiva para una población que lo único que ha experimentado han sido el rigor de la opresión, la escasez permanente y la eternidad de las colas, y desconoce, debido al control de la información por parte del régimen, que sus ganancias, tanto a nivel personal como social, serían maximizadas bajo un régimen de economía liberal con sistema político democrático que dé rienda suelta a la creatividad en condiciones de plena libertad económica y con justicia social.

¿Cómo estaría mejor el pueblo, con un fascismo que extienda indefinidamente el totalitarismo o con un sistema liberal que puede replicar en la Isla, si aplica las políticas correctas, el milagro económico cubanoamericano de Estados Unidos, y convertir nuevamente la economía isleña en la más próspera del Caribe?

Lo que hasta ahora demuestra la evidencia empírica, es que la combinación de totalitarismo político con capitalismo monopolista de Estado, es incapaz de agregar valor al proceso productivo y convertir la economía en una máquina generadora de riqueza, lo cual limita las posibilidades del Estado totalitario para aumentar la proporción de los medios de subsistencia con respecto a los de represión. Por eso, los grandes planes del capitalismo de Estado cubano siempre terminan por producir magros resultados: no se puede repartir riqueza sin primero crearla.

Una de las formas de lograr una tajada más grande del pastel económico para cada ciudadano, es que crezca el pastel y en la Isla la economía lleva más de una década en crisis permanente o "período especial", que ahora viene a ser parcialmente aliviado por el subsidio venezolano, pero no logra cambiar su incapacidad productiva. La otra es reduciendo la tajada de león del Estado en la apropiación del valor excedente del actual 95% al 15,7%, lo cual pondría $3.083 en el bolsillo de cada persona y aumentaría por 15 veces su poder adquisitivo si tomamos las cifras del PIB percápita de 2006. Por supuesto, a esta cifra tendríamos que reducir otro 30% como tasa impositiva promedio al ingreso personal si tomamos la economía norteamericana como referencia.

Existencia fraudulenta

Carente de las condiciones estructurales mínimas para garantizar su existencia, en cuanto a la propiedad, y en vistas de la máxima explotación del trabajo asalariado y la continuación del modo de gestión económica de tipo capitalista basado en las relaciones monetarias y mercantiles, el llamado "socialismo cubano" no puede existir como sistema real. Es mucho más preciso llamarlo por lo que es: un clásico capitalismo de Estado.

La existencia del llamado "socialismo" tiene que tomar entonces una existencia no material. Por eso existe como sofisma, muy útil para la manipulación del lenguaje y ofrecer cierta racionalidad o visión del mundo a la elite que monopoliza el poder; como fetiche para enmascarar las intenciones de la clase dominante, principalmente, para maximizar la extracción de la plusvalía tras una cortina de humo que le permita disfrutar tranquilamente de sus privilegios; y finalmente, como instrumento ideológico para obtener el sometimiento de la población y la perpetuación del statu quo. Esa existencia fraudulenta denota, como en la clásica Villa Potamkin, la ausencia de una realidad concreta detrás de la fachada.


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