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El heroísmo como coartada

En las circunstancias del totalitarismo, la decisión racional de la mayoría es evitar la confrontación suicida con el poder.

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No es secreto que las mayorías, compuestas por hombres-masa, como sentenciase José Ortega y Gasset en su obra La rebelión de las masas, sean timoratas, que detesten la inmolación, que aborrezcan el riesgo físico que implica el ejercicio del heroísmo; en otras palabras, que prefieran sobrevivir, ya que así lo han hecho la mayoría de los pueblos que han vivido bajo el totalitarismo: el pueblo ruso bajo José Stalin, el pueblo alemán bajo Adolfo Hitler, el pueblo italiano bajo Mussolini.

No es extraño que un pueblo dé señales de "borreguismo" en el ambiente implacable del totalitarismo. Al que tenga dudas lo invitamos a que refresque su memoria con unos cuantos documentales de los años treinta. En estos encontrará a las mismas masas desquiciadas y sicofantes cantando loas a los tiranos totalitarios de la época.

Entonces, no hay ninguna razón para esperar que el pueblo cubano deba comportarse de forma diferente al ruso, al alemán, al italiano, que salga a la calle a confrontar al régimen totalitario que lo oprime, con independencia de las consecuencias para su integridad física que ello podría representar.

¿Mejor esperar?

La aquiescencia real o aparente con el totalitarismo es lo normal, no lo atípico, y es además una reacción colectiva muy racional. Parece que la mayoría de los cubanos intuye que es mejor esperar a que la marea de la historia se encargue por sí sola de erosionar gradualmente el totalitarismo cubano, como mismo le pasó a las otras dictaduras comunistas durante el período final de la Guerra Fría.

Después de todo, esa misma población vive y palpa el desastre diario de la situación socioeconómica del país, se percata la evidencia empírica de la inviabilidad del sistema, no importa cuánto pretenda para sobrevivir. Pero también observa el gran despliegue represivo del régimen. Y ese dilema se resuelve mediante la resistencia pasiva, esperando hasta que el sistema agote sus posibilidades.

Quizás la rareza del heroísmo en masa, se deba a la necesidad de garantizar la reproducción de la especie, ya que con la inmolación colectiva desaparece todo: la vida, la cultura, el lenguaje, las tradiciones. Después de todo, los pueblos siempre se recuperan después de la muerte de los tiranos, los héroes no.

De la misma manera, no se puede ignorar que la dura vivencia diaria del totalitarismo casi excluye por definición la práctica del heroísmo. ¿Cuánto le toma a un individuo, bajo el totalitarismo, tratar de garantizar sus necesidades básicas y las de su familia? ¿Cuántas horas no pasa un cubano en las colas para obtener un mínimo de alimentación? ¿Qué decir del transporte y de las otras actividades políticas y de masas que dejan a ese hombre de a pie exhausto al final de la jornada?

De ahí que la práctica del heroísmo sea, hasta cierto punto, una suntuosidad que la mayoría no puede darse el lujo de practicar, aunque quisieran. Y es que la eliminación de la libertad individual y del tiempo individual es también parte de la estrategia de dominación del totalitarismo. El totalitarismo esta diseñado para producir "borreguismo". Lo extraño sería que produjera anarquismo, como causa de un férreo control por parte del Estado.