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El heroísmo como coartada

En las circunstancias del totalitarismo, la decisión racional de la mayoría es evitar la confrontación suicida con el poder.

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Cuota diaria de heroísmo

En su obra Las mil caras del héroe, Joseph Campbell define el heroísmo como un viaje, una aventura llena de dificultades y obstáculos a superar. En el totalitarismo, la mayoría de los individuos, son víctimas y no victimarios; pero eso no quiere decir que todos estén completamente maniatados e indefensos, que no puedan usar mecanismos indirectos de resistencia o que no puedan practicar una forma más mundana de heroísmo, un heroísmo de baja intensidad.

Tanto víctimas como victimarios viajan juntos en el carro de la historia. Para ambos hay desafíos a superar, un viaje de la vida para completar, un legado que dejar para la posteridad. Y algunas de esas víctimas se resisten a ser sólo espectadores pasivos de la historia.

Por ejemplo, cuando un sacerdote ayuda al prójimo a mantener la esperanza en el futuro, cuando un amigo brinda apoyo moral a otro para ayudarlo a soportar la miseria y la represión, cuando un periodista independiente trata de restaurar la confianza en sí mismo de cualquier hombre común acercándole a la verdad, cuando un vecino se niega a participar en un acto de repudio, cuando un preso político rehúsa el adoctrinamiento, cuando alguien circula un "libro subversivo" —a riesgo de ser encarcelado— con tal de ayudar a desmitificar el totalitarismo, se acomete un acto heroico.

La ironía del totalitarismo es que para sobrevivir en las condiciones de servidumbre que generan sus estructuras, se necesita una constante cuota diaria de heroísmo, la perseverancia de seguir adelante, de resistir para ver su final. Sólo así, tiene sentido alegar que alguien, atrapado en sus estructuras, pueda ser heroico por su resistencia, pero nunca por su cooperación fingida y mucho menos por servir como "willing executioners" de una causa injusta.

Alegar lo contrario, utilizando el heroísmo como coartada para inspirar patriotismo barato, es una sinrazón, una burla. Mucho más si ello viene de parte de los que ejercen el control de toda la sociedad desde la punta de la pirámide de mando, paradójicamente cuando son precisamente estos mismos, los más interesados en que lo que prevalezca sea el no-heroísmo.

La picardía de Raffy

Es obvio que al tirano totalitario de Cuba le conviene que continúe el mismo monólogo ininterrumpido de las últimas décadas, que nadie lo cuestione, que todo el mundo se crea la falacia de una posible invasión de Estados Unidos. Todo eso para mantener un modelo de crisis permanente creado por él mismo para mantenerse en el poder. Un modelo de crisis que mantiene a toda la sociedad en vilo de forma permanente, en una "guerra de todo el pueblo" contra muchos enemigos, casi todos abstractos: el imperialismo, las enfermedades, la corrupción, el desviacionismo ideológico, la falta de entusiasmo revolucionario, el control de la calle, etc.

¿Qué puede ser más conveniente y manipulador que llamar "héroe" al mismo pueblo que no se le permite un día de paz y tranquilidad? ¿No será que la propia incapacidad de resolver los problemas, no deja otro camino que el uso descarado del heroísmo como dique psicológico para contener la marea del descontento popular?

Quizás lo anterior explica porqué le molesta tanto al señor Bonaldi que Raffy haya dedicado su libro al "pueblo heroico" de Cuba. Me parece que fue la picardía de Raffy, como escritor, lo que le llevó a insinuar de forma indirecta que hay algo realmente podrido en el discurso oficial del gobierno cubano, de ahí su dedicatoria.


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