Actualizado: 07/05/2024 1:47
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Leve retrato de familia

¿Están listos los cubanos para una futura convivencia en democracia, o está lista la democracia para enfrentar el futuro de Cuba?

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Es como en la fábula de aquellos Cronopios de Cortázar cuyos descendientes engendraban los Famas, quienes así creían estar minando la superioridad potencial de los Cronopios. Pero se equivocaban. Porque los Cronopios habían perfeccionado el modo de invadir a los hijos del otro de una manera tal que su influencia les diluía en las venas cualquier carga genética.

Producto trasnochado y bastardo de eso que aquí llaman la Utopía, nuestras nuevas generaciones están hasta el pelo de que les señalen lo que no deben querer, en tanto no les atrae ni les convence lo que quieren que quieran. Más bien les atrae todo lo contrario, no sólo porque es lo contrario sino porque sencillamente les atrae cualquier cosa cuyo atractivo no les sea impuesto.

Aunque no lo pregonen (porque si algo les impartieron bien es el arte de la simulación), a los jóvenes de la Isla les gusta el dinero y los bienes materiales muchísimo más que a sus mayores. Y también son más emprendedores, más arriesgados y despiertos a la hora de agenciarse lo que les gusta.

Incluso, no sería peregrino afirmar que entre los llamados macetas y nuevos ricos abundan, posiblemente sobresalen, las personas menores de 40 años o, si acaso, muy levemente mayores.

Asimismo este grupo reúne, por un lado, las cifras máximas de empleados en las shopping y otras instancias donde se mueven divisas; mientras que por otro lado acumula los más altos porcentajes de desocupados formales, bisneros, buscavidas, contrabandistas, jineteros, parias y pupilos de las cárceles.

Más hábiles o más decididos que sus antecesores para hacer lo mismo que hacen los mandamases (en lugar de hacer lo que les dicen que hagan), estas últimas generaciones pueden elogiar la solidaridad pero sólo la practican cuando median ganancias (aunque sean pocas), defienden el igualitarismo preferiblemente desde arriba, entienden el respeto como una forma de miedo, carecen por lo general de ideología, por más que en tal materia, como en todas, dejan siempre abierta una posibilidad para el convenio.

Es verdad que dentro de esta porción poblacional se registran las más frecuentes incidencias de hechos violentos. Pero tampoco entre ellos la violencia es necesariamente sinónimo de una particular valentía. Por más que sus motivaciones son bien puntuales, y nunca están relacionadas con temas ideológicos, ni siquiera con la reclamación de derechos civiles o legales.

Más preguntas que respuestas

En una palabra, las nuevas generaciones (y tal vez no únicamente las nuevas) que hoy viven en la Isla, pueden tener una idea mejor o peor formada acerca de lo que no les gusta en materia de sistemas políticos, pero, como conjunto social, carecen de conceptos hechos, terminados, redondos, en torno a aquello por lo cual les gustaría apostar verdaderamente en el futuro.

En fin, aquí queda, elaborado muy sucintamente, a grandes trazos, un retrato de la familia de adentro, el cual, lejos de destinarse a la procura de respuestas sobre el futuro, más propiamente aspira a condimentar las preguntas que aún siguen en pie.

Por supuesto que se trata de un esbozo absolutamente empírico y superficial, porque no pretende más. No es sino la instantánea del día a día, proyectada desde la emoción y, por tanto, al margen, o a contrapelo de ciertos análisis historicistas, serios y muy documentados, que han tenido a bien enfocar el asunto desde otros ángulos, apoyándose en la tradición rebelde y libertaria de los cubanos, así como en el influjo (dicen que aún vivo y fresco) de antecedentes de gran peso como la Constitución del 40 y otros logros memorables.

Ojalá tengan razón. Pero la vida, llamémosle así, está demostrando que luego de casi medio siglo de dictadura totalitaria no hay vieja tradición que valga, ni valores morales o espirituales que permanezcan firmemente en pie, y que en el mejor de los casos la realidad histórica es como la gallina, que en un lado pone los huevos, y en otro, a veces bien distante, levanta el cacareo.


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