Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Lúcida embriaguez

El caso de Pánfilo: Nunca antes se había visto un reclamo tan claro sobre el hambre en Cuba.

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Un ciudadano cubano llamado Pánfilo protagonizó recientemente —está en varios sitios de internet— una de las humoradas más destartaladas y profundas vista en los últimos años.

Su mérito es que nació de la experiencia más vívida. En su proceder, Pánfilo muestra, en iguales dosis, estar bajo los efectos del alcohol y una no ensayada actuación sobre la realidad nacional. Como hijo de vecino, llama a las cosas por su nombre.

Muchas personas que tienen acceso a la red ya conocen a Pánfilo, de quien se hizo eco un programa televisivo de Miami y pronto se compuso un reguetón con sus dichos. Se le rebautizó como "Pánfilo Ojama".

La gracia consistió en interrumpir a un obrero —y colocarse a la vez delante de la cámara—, durante una entrevista vinculada con la cultura. De inmediato se escuchó el grito estentóreo: "lo que nos hace falta es un poco de jama".

En el minuto y veinte segundos que dura la escena, el reclamo se hace obsesivo: "tremenda hambre es lo que hay". Pánfilo, más allá de su evidente estado de embriaguez, muestra la indignación de un hombre de raza negra, en pos de que se divulgue lo que él piensa.

Pero en honor a la verdad, este obrero no indica una carencia, sino dos: la de la comida y la ausencia de una prensa libre que mantiene oculta la gravedad de éste y otros problemas nacionales. De aquí salta su otra obsesión: "graba ahí", "grábalo".

Velozmente, el camarógrafo se percata de que la noticia, de que la enjundia de su trabajo, no está en el entrevistado, sino en Pánfilo, y lo sigue cuando éste se va —sin duda a meditar— a un lado.

Cuando regresa de la breve reflexión, ya no dice ni "jama" ni "iria", que pensó exclusivas de los cubanos, aunque la primera lleva mucho tiempo en el diccionario. En su segunda intromisión habla de "comida" y de "hambre", es decir, palabras del español más común. Pánfilo universalizaba su mensaje, lo extendía a todos.

El reclamo sobre el hambre, tan intenso, tan claro, no se había expresado nunca en Cuba —no ante una cámara—, salvo, quizá, por la oposición.

Frente al imaginario de los isleños, no se puede hablar de la falta de comida sin que acuda a la mente el esfuerzo diario para hallarla. Es una ocupación agotadora, angustiante, capaz de mandar a la sepultura, en un par de días, a un elefante.

Humorismo y meditación política

Si nos enseriamos, podríamos relacionar el desempeño de Pánfilo con la conferencia que en la Universidad Internacional de Andalucía dictó en 2007 el reconocido académico francés Claude Lefort, experto en filosofía política.

Recordando a Hanna Arendt, una de las pioneras en la reflexión sobre el totalitarismo, advertía Lefort del peligro de que desaparezcan "las condiciones para la acción política, pues los ciudadanos" están "más preocupados en satisfacer (…) necesidades individuales que en propiciar un progreso colectivo".

Si extrapolamos esta idea a la sociedad cubana, sin duda los ciudadanos invierten gran parte de su esfuerzo en satisfacer necesidades alimenticias, lo cual reduce el tiempo físico que muchos podrían dedicar, por ejemplo, a la política de oposición, o al menos a tratar de entenderla. Parece tal vez una sutileza, pero la Arendt y Lefort no en vano la tienen en cuenta.

Pánfilo también convirtió en denuncia política esa ocupación diaria que gravita, se infiere, que casi se toca en sus palabras, conocida y sufrida por la inmensa mayoría de los cubanos en la Isla. Y ello, claro, no es menor.

Al a veces recóndito pensador italiano Giorgio Agamben podríamos preguntarle —en referencia a sus ideas sobre el rostro— dónde están en Pánfilo los límites de la simulación, como asegura en toda apariencia. Podríamos preguntarle si se puede hablar aquí de la simultas, es decir, del "estar juntas las múltiples caras que constituyen la apariencia", "sin que ninguna sea más verdadera que las demás".

Creo haber escuchado alguna vez un viejo adagio que más o menos reza: los niños y los borrachos dicen siempre la verdad.

Si también estamos de acuerdo con Agamben en que "el hombre no es, ni tiene por qué ser ninguna esencia o naturaleza, ni destino específico alguno", Pánfilo, acaso ayudado por los tragos, nos regaló una formidable actuación humorística, propicia a la meditación política y filosófica, y grata también a la imaginación del heroísmo civil.


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Pánfilo, por Alen Lauzán.Foto

Pánfilo, por Alen Lauzán.

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