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Mover piezas más allá de Fidel

Si no se pone ritmo a los cambios, más vale que los dirigentes cubanos se ajusten los cinturones de seguridad.

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¿Ha vuelto el Comandante a tomar las riendas? Sí, se podría decir. Sin embargo, ésa es la respuesta más simple y obvia, y la política cubana no es ni lo uno ni lo otro.

 

Fidel Castro no ha sido nunca primero entre iguales. Su fotografía siempre era la más grande entre las de los miembros del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC). A mediados de la década de los años noventa, paró en seco la modesta apertura económica y luego emprendió la recentralización. Aunque muchos dirigentes probablemente no estuvieran de acuerdo, aceptarla era la única opción posible.

 

¿Cómo puede regresar si casi nadie lo ve? Después de los cambios ministeriales de marzo, Raúl Castro, al fin, tiene su propio gobierno. El Comandante está viejo y físicamente disminuido —ésta debe ser la razón por la que no aparece en público—. Quiere que se le recuerde con la imagen fuerte e imponente que mostró a lo largo de su vida.

 

Ahora, su poder es, más que nada, simbólico. Para Raúl y las figuras históricas que quedan de los primeros años de la revolución, el legado del Comandante es sacrosanto. Su sombra se desplegó sobre Cuba más que la de Mao sobre China o la de Stalin sobre la ex Unión Soviética. A comienzos de los setenta, la dirigencia china contuvo un poco a Mao, algo que la cubana nunca pudo hacer con Castro. ¿Sería posible que Raúl renegara de Fidel después de enterrarlo, como hizo Khrushchev con Stalin sólo tres años después de su muerte?

 

Las jugadas silenciosas de Raúl

 

Raúl ha dado algunos pasos que lo alejan de su hermano. Ha concedido un peso esencial a las instituciones, cuando el Comandante siempre las menospreció. Luego de una pausa de 12 años, se ha programado un congreso del PCC para finales de 2009. El Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe, un gobierno paralelo que podía deshacer cualquier decisión al antojo de Castro, ya no existe. Aflojar los controles económicos —incluso sólo un poco—, especialmente en la agricultura, va en contra de las preferencias de Fidel.

 

Del 13 de abril al 19 de mayo, Fidel publicó 24 reflexiones, un ritmo frenético que se inició con la eliminación, por parte del gobierno de Barack Obama, de todas las restricciones a los viajes y a las remesas familiares.

 

En uno de sus artículos, Fidel dijo que el ofrecimiento de Raúl para discutir asuntos de derechos humanos, prisioneros políticos y libertad de prensa había sido malinterpretado.

 

Unos días después, Raúl declaró que La Habana no necesitaba hacer ningún gesto y reiteró su disposición de discutir "todo, todo, todo" con Estados Unidos. En declaraciones extraoficiales, un funcionario estadounidense señaló que el gobernante cubano no había comunicado a Washington que había sido malinterpretado.

 

El 1 de mayo algunos cubanos agitaron banderas de Estados Unidos en la conmemoración de lo que, en la mayor parte del mundo, se conoce como Día del Trabajo.

 

En otra reflexión, Castro inició una pelea innecesaria con México, acusando al gobierno de Felipe Calderón de ocultar información sobre el virus de la influenza para no perjudicar la visita de Obama en abril. El diputado federal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Edmundo Ramírez, comentó: "México espera que se aclare si las reflexiones de Fidel son el sentir del pueblo y gobierno cubanos, para en ese sentido recurrir a la diplomacia, o dejar pasar sus reflexiones". Es de sospechar que, si hubo respuesta de La Habana, se haya producido en secreto.

 

La popularidad de Obama

 

No es tarea fácil desenredar los nudos del carisma. El Comandante, evidentemente, se resiste a hacerlo. Casi seguro sus reflexiones son "de lectura obligada" para los dirigentes del Partido, aunque muchos estén ansiosos por intentar algo nuevo, como esforzarse por lograr una economía productiva. En general, tanto los líderes cubanos como los ciudadanos de a pie anhelan tener mejores relaciones con Washington. Muy pocos se adhieren a la postura de Fidel en este sentido, lo que complica más el asunto, dada la amplia popularidad de Obama en la Isla.

 

Raúl y su grupo más allegado son conservadores por naturaleza, es decir, no se inclinan por realizar cambios dramáticos de golpe. Luego de avivar las esperanzas de renovación en los años 2007 y 2008, casi han detenido su lento andar. Quizás estén demasiado ocupados en la preparación del congreso del Partido; también puede ser miedo a que ir demasiado rápido apresure la caída del régimen, un miedo que los paraliza, independientemente de lo que escriba Fidel.

 

No es de esperar un congreso audaz del PCC. Sin embargo, es necesario que en Cuba se apliquen medidas mucho más eficaces que las que se han adoptado hasta el momento. Si así fuera, vendrían por parte de Raúl y su grupo cercano, aunque el Comandante se irrite porque ése no era el camino por el que llevaba a la Isla antes de enfermarse.

 

Si, por el contrario, no se toman esas medidas, Raúl y sus seguidores quedarán atascados en su propio conservadurismo.

 

Ojos que no ven, corazón que no siente; así perciben los cubanos de a pie a Fidel. Sólo miran hacia adelante, lo cual quiere decir que, si no se recupera el ritmo de los cambios, más vale que los dirigentes se ajusten los cinturones de seguridad.


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Raúl Castro habla con el vicepresidente primero, José Ramón Machado Ventura, y el dirigente histórico Juan Almeida Bosque. Asamblea Nacional del Poder Popular. La Habana, 27 de diciembre de 2008. (REUTERS)Foto

Raúl Castro habla con el vicepresidente primero, José Ramón Machado Ventura, y el dirigente histórico Juan Almeida Bosque. Asamblea Nacional del Poder Popular. La Habana, 27 de diciembre de 2008. (REUTERS)

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