Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Magnicidio, Kennedy, Fidel Castro

Muerte de JFK y cuentos cubanos

La supuesta conexión cubana en el asesinato de John F Kennedy y sus múltiples variantes

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Las conspiraciones anudadas el viernes 22 de noviembre de 1963 en Dealey Plaza (Dallas, Tejas) andan ya por más de cien complotados, entre ellos treinta disparando desde cuatro edificios diferentes, un paso elevado, dos montículos, una alcantarilla, una esquina de la calle Elm y hasta el vehículo del Servicio Secreto. El saldo de este tiroteo es desalentador: un solo muerto y apenas un herido de bala: el gobernador tejano John Connally.

El Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (HSCA) concluyó que probablemente JFK fue asesinado en virtud de una conspiración, sin poder precisar su extensión ni otros francotiradores aparte de Lee Harvey Oswald. Así se reanimó la cuentística sobre la muerte de Kennedy, que entre cubanos toma por senderos que se bifurcan.

Fidel Castro: autor intelectual

Aún sin enterrar el cadáver de JFK, la nota “John Kennedy y su hermano sí pueden ser víctimas de un atentado, amenazó Castro” (El Universal, 25 de noviembre de 1963) corrió por Ciudad México con aval del ex diplomático cubano Dr. Emilio Núñez Portuondo (1898-1978).

Interpol había interceptado la víspera en México una llamada por teléfono de otro cubano exiliado, José Antonio Cabarga, a Núñez Portuondo en Miami. La conversación giró en torno a que, con el asesinato de John, “se venía realizando el plan de Castro” y la próxima víctima sería Robert.

En la nota precitada, Núñez Portuondo argumentó que Castro había soltado su amenaza en La Habana el 7 de septiembre de 1963. Al toparse con el corresponsal Daniel Harker (AP) en recepción ofrecida por la embajada de Brasil, Castro habría sentenciado: “Kennedy y su hermano Robert tienen que cuidarse, porque ellos también pueden ser víctimas de un atentado mortal.”

Esta sentencia no aparece en el cable de Harker, que los medios publicaron con énfasis en la protesta de Castro por las incursiones comando desde EEUU contra Cuba (“Castro Blasts Raids on Cuba,” New Orleans Times-Picayune, 9 de septiembre de 1963).

Harker reportó que Castro dijo: “If US leaders are aiding terrorist plans to eliminate Cuban leaders, they themselves will not be safe.” Más o menos lo mismo había dicho el propio JFK en noviembre de 1961, al discutir con su asistente Richard Goodwin sobre los planes de atentado contra Castro: “If we get into that kind of thing, we 'll all be targets.” (Richard D. Mahoney: Sons & Brothers, Arcade Publishing, 1999, p. 135).

Por ironía historiográfica, el domingo 17 de noviembre de 1963 Núñez Portuondo largó un discurso ante unos ocho mil exiliados en Bayfront Park (Miami) con tachas de cobardía y otros ataques contra la Casa Blanca, por haberse manchado con la sangre de los fusilados en la Isla y desoír los gritos de dolor del pueblo cubano.

Así, la respuesta rápida para implicar a Castro se dio por el bando más asociado al rumor que, tras las redadas del FBI y otras agencias federales contra grupos anticastristas, corría en Miami por lo menos desde abril de 1963: The Cubans must eliminate the pinko in the White House.

El exilio anticastrista: autor material

El general Fabián Escalante, ex jefe y actual historiador de la Seguridad del Estado en Cuba, se apearía en 1993 con que Tony Cuesta, jefe de Comandos L, habría revelado que otros dos exiliados beligerantes: Herminio Díaz y Eladio del Valle, estaban apostados en Dealey Plaza aquel viernes fatídico.

Escalante habló varias veces con Cuesta, quien convalecía de heridas graves tras ser capturado, el 29 de mayo de 1966, en la fallida incursión por Monte Barreto (Habana), pero no pudo sacarle más. Por otras pistas detectó a los mafiosos americanos Dave Yaras, Lenny Patrick y Richard Gaines como francotiradores en la escena del crimen junto a Díaz y Del Valle.

En la edición revisada de su obra clásica sobre el asesinato de Kennedy: Not in Your Lifetime (Open Road Media, 2013), Anthony Summers incluye su entrevista de 2007 en Miami con el ex preso político Reinaldo Martínez-Gómez, ya fallecido, a quien Cuesta habría confiado en prisión que “Herminio le había confesado a él, a Tony Cuesta, que Herminio había tenido participación en la muerte del presidente de los Estados Unidos.”

Martínez-Gómez agregó que otro veterano de la guerra a tiros contra Castro, Remigio “Cucú” Arce, le había dicho entre tragos: “Oye, el que mató al presidente fue nuestro amiguito Herminio.”

Coda

Desde una u otra bandería, la conexión cubana se aborda también por cuenteros extranjeros. El belga Marcel Dehaeseleer y el holandés Wim Dankbaar plantaron respectivamente a Orlando Bosch y Luis Posada Carriles aquel viernes en Dealey Plaza, sin cuanto de prueba razonable. El Dr. Brian Latell manipuló el informe del súper espía del FBI Jack Childs en junio de 1964: “Castro had nothing to do with the assassination,” para enredar a Castro en “conspiración de silencio” contra Kennedy.

Quizás el cuento más sugestivo aparece en el borrador The AMLASH[1] Legacy, que redactó el alto oficial de la CIA David Atlee Phillips (1922 – 88) y termina así:

“Yo fui uno de los dos oficiales de la CIA que atendieron a Lee Harvey Oswald. Luego de trabajar duro para establecerlo como auténtico marxista, le dimos la misión de matar a Fidel Castro en Cuba. Lo ayudé cuando vino a México para solicitar la visa y tras su regreso a Dallas, volví a verlo en dos ocasiones. Ensayamos el plan muchas veces. Oswald iba a asesinar a Castro en La Habana con un fusil de francotirador, desde la ventana del piso superior de un edificio ubicado en la ruta que Castro solía recorrer en jeep descapotado. No estoy seguro de que fuera doble agente o psicópata ni sé por qué mató a Kennedy, pero sí sé que actuó precisamente conforme al plan que habíamos elaborado contra Castro. La CIA no previó el asesinato del presidente y es responsable por ello. Yo comparto esa culpa.”



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